El General Invierno que venció a Napoleón, apenas sobrevivió un 20% de la 'Grande Armée'
En el otoño-invierno de 1812 las tropas de Napoleón sufrieron un duro correctivo en la Campaña contra Rusia. Los combates, las enfermedades y el intenso frío mataron al 80% de las tropas napoleónicas.
El riguroso invierno ruso, caracterizado por las bajas temperaturas (ocasionalmente un frío extremo) y las nevadas, se conoce coloquialmente como El General Invierno. La estación fría en Rusia dura aproximadamente cinco meses; desde noviembre hasta marzo, si bien la crudeza invernal no es igual todos los años. Algunos el frío es “razonable” (razonable en Rusia es no bajar de los -15 ºC), otros son muy fríos y otros son gélidos, con temperaturas que bajan con holgura de -25 ºC en amplias zonas de Rusia, incluida la capital, Moscú.
Se achacan al frío algunas de las más sonadas derrotas militares en territorio ruso. A menudo se afirma que la mala adaptación de los ejércitos extranjeros al invierno de aquel país y a sus famosas heladas de la Epifanía ha sido el factor desequilibrante en muchas de las contiendas que allí han tenido lugar; algo que conviene matizar. Habitualmente, lo que ha hecho el intenso frío es terminar de rematar a unos ejércitos ya maltrechos por la falta de provisiones y/o por las enfermedades.
Aparte de eso, los rusos, ante el avance de las tropas extranjeras, se retiraban quemando todo a su paso, y eso suponía un golpe más duro que el propio combate cuerpo a cuerpo. Los ejércitos de Carlos XII de Suecia, por ejemplo, sucumbieron de esta manera en la Rusia de Pedro I El Grande. Cayeron derrotados en la batalla de Poltava, en 1709, lo que coincidió, además, con el invierno más crudo de todo el siglo XVIII. El intento frustrado de Napoleón por conquistar Rusia, constituye una de las mayores campañas militares de la historia, con un impresionante despliegue de tropas y un desastroso balance final de bajas.
El pinchazo contra Rusia de un gran estratega
La figura de Napoleón Bonaparte (1769-1821) emergió con fuerza tras la Revolución Francesa, gracias a sus victorias militares, que le llevaron a coronarse como Emperador de Francia en 1804. Extendió su poder y la influencia del país galo gracias a las guerras que fue declarando por toda Europa.
En muchas de ellas salió victorioso, lo que engrandeció su figura, pero sus ansias por controlarlo todo le llevaron a cometer errores. El más grave de todos ellos fue tomar la decisión de invadir Rusia en 1812, sin haber valorado previamente que no solo se enfrentaría a un ejército que, sobre el papel, era inferior, con menos efectivos.
En el mes de junio de 1812 Napoleón logró reunir junto al río Niemen (frontera natural de Rusia con la actual Lituania) casi 700.000 hombres procedentes de distintos países europeos que estaban bajo sus dominios. A la Grande Armée, compuesta por 250.000 soldados y casi otros tantos de reserva, que constituían la fuerza central de asalto y que estaban bajo su mando personal, se unieron otros frentes militares. El resultado fue el mayor ejército jamás formado en el Viejo Continente hasta la fecha. Rusia logró desplegar 280.000 soldados en la frontera polaca. La invasión comenzó el día 24 al cruzar el citado río.
Tras los primeros enfrentamientos con los rusos, escarceos y avances, las bajas comenzaron a ser importantes en el Ejército Imperial Francés. La campaña militar se alargó más de lo previsto. El abastecimiento de alimentos a la tropa empezó a fallar, los combates y las enfermedades comenzaron a disparar el número de pérdidas humanas, aunque lo peor estaba por llegar. A principios de septiembre, las tropas napoleónicas iniciaron el asedio de Moscú, y el día 7 tuvo lugar la cruenta Batalla de Borodino, que si bien se resolvió con una victoria francesa por la mínima y la conquista de la ciudad, el coste en vidas fue enorme.
El ejército “ganador” se reducía poco más de 100.000 soldados, que se encontraron una ciudad casi fantasma, con incendios provocados por los propios rusos, según su conocida estrategia de quemar aquellos pueblos o ciudades que se veían forzados a abandonar. Tras pasar un mes en la capital rusa, padeciendo cada vez un frío más intenso, sin que los rusos aceptaran la derrota y firmaran la paz, las ya muy castigadas tropas napoleónicas iniciaron el penoso camino de regreso a casa.
Batiéndose en retirada contra el frío extremo
Para tratar de esquivar en parte las bajas temperaturas, Napoleón y sus mariscales de campo decidieron elegir una ruta de vuelta bastante más al sur que la siguieron al iniciar la invasión, pero la resistencia rusa les cerró esa posible salida, por lo que tuvieron que emprender el regreso por una latitud más alta, ya con bastante frío a finales de octubre, pero sin llegar a ser extremo. Las complicaciones llegaron sobre todo a partir del 9 de noviembre, en que la temperatura bajó hasta los -11 ºC. Habían recorrido cerca de 400 kilómetros desde que abandonaron Moscú.
Gracias a la conocida carta estadística realizada por el ingeniero francés Charles J. Minard (1781-1870), que acompaña estas líneas, tenemos la oportunidad de conocer las bajísimas temperaturas que tuvieron que soportar las tropas napoleónicas aquel gélido mes de noviembre de 1812.
En la parte inferior de la citada figura aparece una gráfica con las temperaturas que se alcanzaron algunos días. Vienen expresadas en la escala termométrica Réaumur, ya en desuso, que establecía una división de 80 partes en vez de 100 entre los puntos de congelación y ebullición del agua en condiciones normales de presión y al nivel del mar.
El 14 de noviembre aparecen -21 grados Réaumur (ºRé), que equivalen a -26 ºC. El 28 de noviembre las tropas soportaron una temperatura similar (-20 ºRé = -25 ºC), el 1 de diciembre el frío se intensificó más, alcanzándose -24 ºRé (= -30 ºC), y todavía más el día 6, en que se registró la temperatura más baja de todo el viaje de regreso: -30 ºRé, equivalentes a -37,5 ºC. La sensación térmica que vivieron aquellos soldados fue todavía de temperaturas más bajas, debido al viento que tuvieron algunas jornadas.
El diezmado ejército invasor fue menguando todavía más, debilitado por semejante crudeza invernal, en aquel penoso viaje de vuelta, sobreviviendo solo un tercio de los hombres que habían salido de Moscú. De todos los soldados que iniciaron la Campaña de Rusia, únicamente sobrevivieron un 20% (del orden de 60.000) Tan estrepitoso y doloroso fracaso militar le pasó factura a Bonaparte. Quedó seriamente tocado. Se inició su declive. Dos años después, en 1814, se vio obligado a abdicar. Acostumbrado a ganar batallas, fue derrotado por El General Invierno.