El frío en el lenguaje popular: del "biruji" al "calamoco", todo lo que debes saber para hablar del invierno en España

En el lenguaje popular hay muchos términos usados para identificar elementos relacionados con el frío y el tiempo invernal, como las distintas formas de hielo.

Escharcha
Las heladas características del invierno dan lugar a la formación de la escarcha y otras muchas formas heladas asociadas al intenso frío, que reciben distintas denominaciones.

Cuando bajan las temperaturas y el ambiente se vuelve invernal, el frío está en boca de todos. En el lenguaje popular existe una extensa terminología que empleamos para referirnos a las distintas manifestaciones del tiempo frío, como las múltiples formas de hielo e hidrometeoros a los que da lugar. En este artículo repasaremos algunas de esas palabras y expresiones, algunas de ellas muy curiosas.

El referido tiempo invernal se conoce en algunos lugares como envernizo o envernía. Ambas palabras proceden del latín hibernus (invierno), lo mismo que hibernizo, que significa perteneciente o relativo al invierno. En tierras castellanas (principalmente en Valladolid) para referirse al frío muy intenso y al tiempo de heladas se usa el término friura, del que existen otras variantes como gafura, cochura, friaco, friolada, friuco o friín.

Heladas y ventiscas

Para describir la sensación de intenso frío que experimentamos los días más crudos del invierno, cuando las temperaturas son muy bajas y a veces la sensación de frío se intensifica todavía más por la presencia de viento, existe una larga colección de términos coloquiales como helón, rus, bris, rasca o biruji. El origen de esta última palabra podría estar en la jerga gitana. Hay documentadas hasta ocho variantes de biruji, escritas con distintas grafías. Aparte del referido biruji están biruje, viruji, viruje, birugi, virugi, biruge y viruge.

Expresiones como “pelarse de frío” o “¡hace un frío que pela!” son también de uso común, mientras que en Canarias encontramos una curiosa variante, que es la palabra pelete. En Cantabria, se emplea el término tirrio para referirse al ambiente gélido, mientras que arriciarse toma el significado de helarse, congelarse, morirse de frío, estar aterido.

Ventisca
La ventisca –combinación del viento y la nieve– es una de las principales manifestaciones del intenso frío y la crudeza invernal

El término pelona se usa para describir una helada fuerte, lo que seguramente tiene su origen en los pequeños filamentos de hielo (pelillos) que forma la escarcha cuando la humedad del aire es elevada. A ese depósito de hielo lo llaman calambriza en algunas zonas de Asturias. En Salamanca usan la variante escambriza, mientras que en tierras leonesas identifican la calambriza con la cencellada, para el que se emplean también las variantes cencella o cenceñada.

La escarcha tenue recibe, según las zonas, nombres como carama, carajada o cambriza. La palabra carama la emplean en Burgos. Para el escritor vallisoletano Miguel Delibes no es sinónimo de escarcha sino de cencella. Para las gentes de Valladolid, la carama es menos intensa y fría que la cencella, siendo esta última una mezcla de viento frío y copos de nieve cristalizados (lo que antes llamábamos friura).

La ventisca es el nombre con el que más comúnmente nos referimos al efecto combinado del viento y la nieve, bien sea la que cae del cielo como la acumulada sobre el suelo. También se emplean otros términos equivalentes como cellisca, jullisca, cellerisca o nevasca. La referida cellisca suele aplicarse cuando lo que precipita es aguanieve, también conocida popularmente como rebalda.

No hay que confundir los términos ventiscar y neviscar (nevusquear, nevusquiar). La nevisca es una nevada breve de copos pequeños que a menudo caen de forma intermitente, sin que en este caso sea necesaria la presencia de viento para emplear dicha denominación, cosa que sí que ocurre con la referida ventisca.

Los carámbanos y sus múltiples denominaciones

Uno de los elementos más singulares asociados al intenso frío son los carámbanos que vemos que se forman a veces en los aleros de los tejados. Se trata de agujas de hielo muy compacto, de forma cónica y longitud y grosor muy variables, que son el resultado del goteo de agua proveniente de la fusión de la nieve o el hielo. Cuando las gotas entran en contacto con un aire a temperatura inferior a los 0 ºC y se congelan, formando –por acumulación– dicha estructura.

La palabra tiene su origen en la voz latina calamulus (calamellus en latín vulgar), que es el diminutivo de calamus (cálamo), que significa caña. Su llamativa forma ha hecho que en torno a ellos hayan surgido una extraordinaria cantidad de nombres para identificarlos, tanto localismos como otros cuyo uso está algo más extendido. Entre estos últimos estarían chapitel, chupón, chuzo o calamoco, que significa, literalmente “moco que cae”.

Carámbanos
Las agujas de hielo, conocidas comúnmente como carámbanos, que cuelgan de los aleros de los tejados reciben muchas denominaciones distintas, dependiendo del lugar.

La lista de nombres, como decimos, es muy larga e integra numerosas variantes. Aparte de los que hemos citado, tenemos también los pinganiles, candelizos, calambrizos, rencellos, caramelos, chupadores o chipiteles. Una variante de esta última es “chupiteles”, que se emplea en León, Salamanca y Palencia. En el interior de Cantabria emplean cangalitu o cirriu, mientras en el valle del Roncal, en el norte de Navarra, es de uso extendido el término churro (variante de chuzo).

Terminamos este recorrido por el lenguaje popular del frío con una última tanda de nombres que se asignan a los carámbanos, empezando por los caramelos, chupaletes, chupadores, calimocos y canelones, para terminar con los churretes, chupamieles, cangalitos, pinganillos y pinganelos. Todo un mundo en sí mismo el del lenguaje meteorológico popular, focalizado en el frío y los hielos en esta ocasión.