El cristal de tormenta de Fitzroy o 'storm glass', un curioso instrumento predictor del tiempo
El marino inglés y meteorólogo Robert Fitzroy impulsó el uso del cristal de tormenta en los barcos de la Real Marina Británica durante la segunda mitad del siglo XIX, como instrumento predictor del tiempo.
Cuando en la famosa novela “20000 leguas de viaje submarino”, de Jules Verne, el legendario Capitán Nemo enseña el Nautilus a sus “invitados”, pone especial empeño en mostrarles los instrumentos meteorológicos que lleva a bordo, entre los que se encuentra un barómetro, un termómetro, un higrómetro y un storm glass, “cuya mezcla al descomponerse anuncia la proximidad de las tormentas”. Dedicaremos las siguientes líneas a este singular instrumento, ligado al marino inglés y meteorólogo Robert Fitzroy (1805-1865).
En realidad, según señaló el propio Fitzroy, estos “cristales de tormenta” se fabricaban en Inglaterra más de un siglo antes que él contribuyera a su popularización, ya que, por iniciativa suya, comenzaron a usarse en los barcos de la Marina Real Británica durante la segunda mitad del siglo XIX. Se empezó a interesar por ellos en 1825, fruto de la curiosidad que despertaron en él.
Tras examinarlos con detalle, determinó de qué debía de estar compuesto el líquido que contenía el aparato para ser eficaz como predictor del tiempo. No todos los que se vendían eran válidos. Tras probarlos en sus travesías marítimas, concluyó que eran sensibles a lo que él denominó “la tensión eléctrica del viento”, lo que los confería la condición de instrumento meteorológico.
¿Qué líquido contiene un cristal de tormenta?
El cristal de tormenta (storm glass, en inglés) consiste en un recipiente sellado de vidrio, normalmente cilíndrico, que contiene una mezcla de dos disoluciones; una de ellas de alcanfor y etanol, y la otra de agua destilada con algunas sales inorgánicas como el nitrato de potasio o el cloruro de amonio. Con el paso del tiempo, el líquido va cambiando de aspecto y surgen a veces en él llamativos cristales de alcanfor.
La mayor o menor turbiedad de la mezcla, la presencia o no de escamas, cristalitos o estructuras filamentosas similares a plumas o helechos, se relacionó, erróneamente, con determinados cambios de tiempo para las próximas horas. Robert Fitzroy fue el principal defensor de la supuesta capacidad predictiva del instrumento, algo que ya en aquella época cuestionaron algunos científicos y ha sido refutado por estudios posteriores.
La interpretación de los cambios en el líquido
Según argumentaban Fitzroy y otros marinos de aquella época, las variaciones en la temperatura del aire y la presión atmosférica provocan cambios en la solubilidad de esa mezcla, lo que da como resultado el aspecto cambiante del líquido.
Tal y como se explica en las instrucciones que acompañan estos aparatos (basadas en las guías de uso e interpretación elaboradas en su día por el propio Fitzroy), si el líquido está claro, sin impurezas, es indicador de cielos azules y ambiente soleado, mientras que si empieza a enturbiarse, se nublará, con posibles lluvias.
Si en el seno del líquido aparecen pequeñas motitas, puede esperarse bruma o niebla, y en cuanto a la nieve, su posible llegada –estando el día claro– es delatada por la presencia de pequeñas plumas blanquecinas, similares a las que a veces forma el hielo. Si esos mismos cristalitos surgen con el líquido turbio en vez de claro, entonces lo que tendremos será una tempestad o tormenta.
Varios experimentos han demostrado que la apariencia que tiene el cristal de tormenta en un momento dado, obedece a un comportamiento caótico, modulado exclusivamente por la temperatura. El instrumento se sigue comercializando en la actualidad, aunque como un mero objeto decorativo, si bien los fabricantes siguen proclamando las bondades del aparato como predictor del tiempo.