El arte de cazar los rayos
La descarga eléctrica del rayo supone una de las mayores muestras de poder de la naturaleza, también la más efímera y caprichosa. Por ello estar en el lugar y momento adecuado sin que se moje el equipo de grabación es un arte en el que la adrenalina fluye fuertemente por las venas.
Son las 6 de la mañana, después de haber analizado junto con mi compañero Joan Boscà durante la noche anterior las últimas salidas de los diversos modelos meteorológicos a mesoscala, ya tenemos perfilada la zona de mayor probabilidad de tormentas con gran cantidad de rayos. Para ello es fundamental comprobar la energía disponible en la atmosfera, no solo mediante índices como la CAPE o el Thompson sino incluso mediante la propia temperatura en superficie; también es importante identificar zonas de convergencia de vientos en superficie y de divergencia en altura, además de la precipitación asociada que también es básico para nosotros.
Con todo ello en mente y pese al sueño hay que salir pronto, para estar bien posicionados frente al objetivo. Éste no es otro que estar en un lugar alto y con buen rango de visión, que es fundamental para que la grabación pueda mostrar perfectamente el rayo, desde que sale de la nube hasta que toca suelo. Es por esto que antes de salir también se ha oteado en la orografía de la zona para encontrar colinas elevadas, parques eólicos o incluso ermitas y castillos; todos ellos con acceso en coche para encontrar la mejor posición posible donde montar el equipo.
Una vez sales ya estás expuesto a los designios de la madre naturaleza, herramientas como los modelos de predicción siguen estando ahí con nuevas actualizaciones cada 6h, pero otras herramientas de seguimiento meteorológico cobran gran importancia para poder conseguir el preciado tesoro lumínico de la tormenta.
Así, son de consulta obligada elementos como las imágenes animadas de satélite, que te permiten encontrar zonas de convergencia de vientos donde pueda saltar la tormenta. También el radar de precipitación, obviamente tanto para identificar los posibles núcleos tormentosos como para estar prevenidos de nuestro mayor enemigo para la grabación: la lluvia. Además, por supuesto también consultamos el detector de rayos, que desde la empresa para la que trabajamos –Meteorage- nos han cedido para facilitarnos el trabajo.
Una vez salta la primera tormenta es el momento de tomar las primeras decisiones sobre el terreno, se trata de decisiones que se tienen que tomar en pocos minutos y que en muchos casos determinan el éxito o el fracaso en el trabajo del día.
Corregir la posición en la que te encuentras respecto a la tormenta para poder tomar los videos es la primera opción…
Pero moverse no siempre es la decisión más acertada, la paciencia es otra de las facetas que hay que contraponer a la hora de decidir qué hacer. Y es que muchas veces la primera tormenta no es la más favorable para grabar los videos, puede que se ciña a una zona montañosa y así resultaría casi imposible cazar rayo alguno en condiciones. Además, conociendo el comportamiento que tiene la primera tormenta ya se puede extrapolar en mayor o menor grado, en función del tipo de situación, a las siguientes tormentas que aparezcan.
Al fin y al cabo, como en casi todas las facetas de la vida, para nosotros el proceso de la caza de los rayos es un cúmulo de sucesiones de ensayo error hasta que se consigue ese mágico momento en el que no llueve y estás en el lugar correcto en el instante exacto en que salta el fogonazo de la nube y todo el material responde: La cámara grabando a más de 5000 frames por segundo, el GPS posicionándonos en espacio y tiempo exactos y la antena detectando la radiación electromagnética generada por el rayo sin interferencia alguna.
Solo así, cuando sabemos que nuestro trabajo es bueno y útil para la empresa; permitiéndoles calibrar su red de detectores de rayos en la Península Ibérica, podemos por fin disfrutar por completo de lo que más nos gusta: admirar la evolución de la tormenta.