Agua como agente modelador del paisaje. Conoce esta maravilla kárstica
“No es el martillo el que deja perfectos los guijarros, sino el agua con su danza y su canción”, frase de Rabindranath Tagore, que nos explica brevemente cómo el agua es el verdadero agente modelador del paisaje natural.
El agua en meteorología es un factor muy importante, desde sus diferentes estados y los cambios entre ellos; el vapor de agua como origen de las nubes, que producirán las precipitaciones, bien en forma líquida o sólida; y los efectos “inmediatos” que pueden provocar, tanto cuando es por exceso con las inundaciones o por defecto, las sequías.
Lo que sucede es que el líquido elemento, igual que con el clima, tiene efectos a más largo plazo, que producen cambios lentos pero constantes en la faz de nuestro planeta. Muchos de ellos nos pueden pasar inadvertidos, pero otros, debidos a su innata belleza, provocan en nosotros un gran asombro.
La modelación del paisaje
Alcarrias, cárcavas, cascadas, cuevas, muelas, oteros, quebradas, valles, etc. La lista es muy extensa, pero menguado es el espacio y para muestra un botón. Esas palabras nos traen a la cabeza imágenes que, seguro, han dejado una marca indeleble en nuestra memoria y todas son partes del relieve terrestre relacionadas, de una manera o de otra, con el agua y su trabajo de pico y pala.
Un ejemplo característico y de gran belleza de este trabajo incansable lo podemos encontrar en las tierras aragonesas, más concretamente en la Comunidad de Calatayud o Comunidad de Aldeas de Calatayud, como se denominaba a esta comarca hasta 1833. Esta división administrativa estaba, a su vez, subdividida en sesmas, que en el caso de la de Calatayud recibían el nombre de los principales ríos de la zona: Ibdes, Jiloca, Jalón, Berdejo, Cañada y Miedes.
Centrándonos en la que recibe el nombre del principal afluente del Ebro por su margen derecha, el Jalón, nos encontramos en una zona de valle, a unos 500 metros sobre el nivel del mar, que se convierte en una depresión rodeada de mayores elevaciones que pueden rondar los 1000 metros de altitud. Por su situación geográfica, el clima de la zona tiene inviernos fríos, veranos calurosos y pocas precipitaciones, entre 300 a 400 l/m2. Los suelos dominantes son pedregosos, sueltos y de elevada proporción de caliza, formando un paisaje kárstico de gran belleza en algunos puntos.
El río que petrifica
Una de las zonas más representativas del trabajo continuo del agua en la formación del relieve kárstico es el área del río Piedra y, en particular, la del Monasterio de Piedra y sus alrededores. Este establecimiento de monjes cistercienses fue fundado en 1194 y permaneció activo hasta 1835 que fue abandonado tras la desamortización de Mendizábal. Al ser una zona que perteneció a la Iglesia durante tantos siglos, tuvo su propio régimen de uso y el medio natural sufrió muchas menos alteraciones que los alrededores.
En 1840 fue adquirido por Pablo Muntadas Campeny, siendo su hijo, Juan Federico Muntadas Jornet el artífice de la creación y conservación del actual parque natural del Monasterio de Piedra, realizando una labor muy adelantada a su época, descubriendo la Gruta Iris y la Cola de Caballo, la de mayor caída con más de 50 metros de altura. También creando la primera piscifactoría de España en 1867 y estableciendo un centro mineromedicinal para el descanso y toma de aguas.
Como hemos visto anteriormente, esta zona tiene mucha concentración de roca caliza, que al entrar en contacto con el agua de lluvia o del río Piedra que la atraviesa, se erosiona, provocando un paisaje vivo, modelado constantemente. Lo más interesante de esta evolución es que se produce en los dos sentidos, en el de la erosión o destrucción y en el de la precipitación o formación.
Es decir, mientras el agua se filtra por la superficie rocosa se inicia el proceso de disolución de la roca caliza en bicarbonato cálcico. Se trata de la etapa de erosión, provocando en esta área la formación del cañón del río Piedra, la denominada Gruta Iris y el Lago del Espejo, que es la conexión de los ríos subterráneos con el exterior.
Pero a su vez, las calizas disueltas en el agua del río precipitan al entrar en contacto con el aire o con un sólido, transformándose nuevamente en roca, que sería el proceso inverso al anterior, es la formación de la toba caliza. En millones de años de proceso natural, esto es lo que se observa en la superficie del Monasterio de Piedra, tras la continua caída del agua por diferentes cascadas, formando paredes de toba caliza. Las mejores representaciones de esta evolución son las cascadas de la Caprichosa o la Iris, la gruta del Artista y paredes como los Chorreadores o los Fresnos.
Un excelente lugar para comprender el gran poder que tiene el agua en la construcción continua del paisaje terrestre, porque lo que observamos en esta zona, aunque parezca mentira, es ¡completamente natural y en tiempo real! Los cálculos más recientes indican que la formación de la piedra de toba se realiza a casi un centímetro por año, quizás en la próxima visita que se hagas a esta zona los elementos que veamos sean diferentes a los que vimos.