¿Por qué dormimos mejor cuando llueve?
Cuando hay pronóstico de lluvia durante toda la noche piensas: “qué bueno, hoy voy a dormir bien…” Te contamos lo que se esconde detrás de esa particular conexión, entre la lluvia y el buen descanso.
Orfeu Buxton, investigador del sueño de la Universidad de Harvard, explica que para comprender por qué el sonido acompasado de la lluvia sobre el tejado, en el suelo o contra las ventanas del dormitorio nos ayuda a conciliar el sueño, debemos viajar hasta nuestros antepasados.
En la prehistoria, cuando el ser humano vivía en la intemperie y alrededor todo se encontraba en calma, sólo se escuchaban los sonidos de la naturaleza. De esta manera se podía percibir el suave agitar del viento, el caer de la lluvia y los sonidos más suaves de animales e insectos pequeños. Estos sonidos silbantes y lentos que representan calma se conocen como ruido blanco. “No son una amenaza, por tanto ayudan a relajar a las personas. Es como si estuvieran diciendo: no te preocupes…", afirma Buxton.
Según Naomi Rogers, cronobióloga en el Laboratorio del Sueño de la Universidad de Sydney, hay tres cuestiones biológicas que explican el efecto calmante de la lluvia, y las repasamos a continuación.
El ozono
Cuando se dan tormentas con importante actividad eléctrica se libera gas ozono (O3) en capas bajas. Este tiene un olor metálico que para muchas personas recuerda a limpieza y evoca seguridad. Justamente la palabra “ozono” proviene del griego “ozein” que significa “oler”.
Este gas, que tiene un notable protagonismo en la estratosfera, protegiéndonos de la dañina radiación de UV B y C del Sol, está presente también cerca de la superficie (en la tropósfera), donde podemos “respirarlo” y sentir su aroma.
Se compone de la unión de una molécula de oxígeno (O2) con un átomo libre del mismo elemento (O). El ozono troposférico se logra formar de manera natural y espontánea, por ejemplo gracias a los rayos durante una tormenta. En su recorrido por el aire los rayos de la tormenta 'destruyen' moléculas de oxígeno, dejando como resultado sus dos átomos separados y libres listos para unirse con otras moléculas de O2 sin disociar, formando entonces ozono.
La hormona del sueño
Cuando el sol está presente en el cielo, nuestro organismo deja de producir melatonina que es la llamada “hormona del sueño”, se ganó ese apodo porque sus cantidades varían de acuerdo al ciclo diurno/nocturno.
La luz del Sol causa que la retina del ojo envíe impulsos continuos a la glándula pineal, deteniendo la producción de melatonina. Luego, a medida que cae el Sol o directamente es un día nublado o con lluvia, la oscuridad prevalece y los impulsos de luz que se envían al cerebro comienzan a disminuir, por lo tanto la glándula pineal comienza a segregar melatonina, la cual induce al sueño.
Resumiendo, en un día nublado o con lluvia, el cuerpo se encuentra con la falta de una señal y es como si no hubiera amanecido, a esto se le puede en parte acreditar el típico pensar: “qué día tan gris, está para quedarse durmiendo”.
Cuestión de herencia
Aunque las cosas han cambiado bastante desde el hombre primitivo, hay cuestiones que heredamos. Un factor muy importante en esta conexión entre el descanso y la lluvia se la debemos a nuestros antepasados. Los antropólogos afirman que “heredamos el gusto por el olor a tierra mojada”, simplemente porque en la prehistoria ese olor fue sinónimo de bienestar, vida y supervivencia, anunciando el final de una perniciosa etapa de sequía. La lluvia tan esperada estaba llegando, al sentir ese aroma particular les generaba sensación de calma.
Cuando hablamos de “olor a lluvia” u “olor a tierra mojada”, que incluso puede sentirse en ocasiones mucho antes de que llegue la lluvia a tu lugar, estamos hablando del aroma que genera la caída de precipitación sobre el suelo. Ese aroma, que puede viajar varias decenas de kilómetros según la dirección del viento, recibe el nombre de petricor.
El petricor se genera por las gota de lluvia que entran en contacto con el suelo y al mezclarse, por ejemplo, con los aceites de los árboles y una sustancia llamada geosemina, producida por las bacterias del suelo. Esto provoca un efecto somnífero, nuestro cerebro aún en el siglo XXI sigue interpretando este aroma de la misma manera.
Hace miles de años que el hombre ya no duerme a la intemperie, ya no percibimos de manera clara esos sonidos y olores relajantes de la naturaleza, y además contamos con luz artificial disponible de manera continua, que provocan estimulación a nuestro cerebro (indeseada en el momento de querer dormir). Muchas personas usan la tecnología para “volver a la prehistória”, ¿cómo? Escuchando grabaciones con diferentes composiciones basadas en sonidos de la lluvia y el viento.