Descubre los sorprendentes sonidos de estos fenómenos meteorológicos
Los fenómenos meteorológicos generan una serie de sonidos bien conocidos por todos. Analizaremos las causas físicas que dan lugar al del rayo, el viento y la lluvia.
El aire es el medio material por donde se transmiten la mayor parte de los sonidos que percibimos. Los propios fenómenos atmosféricos generan algunos de ellos, que nos resultan muy familiares. Forman parte de la banda sonora de nuestra vida; del conjunto de sensaciones que causan en nosotros las tormentas, el viento o la lluvia. Dedicaremos unas líneas a los sonidos asociados a este triplete meteorológico.
El estruendo del trueno
El más impactante de todos ellos es el del trueno, que es la manifestación sonora que acompaña al rayo en una tormenta. El citado rayo es la potente descarga eléctrica que se genera en el seno de un cumulonimbo (nube de tormenta), pudiendo ocurrir entre dos zonas del interior de la nube, escapar de ella a una zona de fuera de ella, o impactar en la superficie terrestre.
En cualquiera de los casos, en el canal de aire muy ionizado por donde discurre la descarga eléctrica, el aire se calienta de forma extraordinaria. De forma casi instantánea se alcanzan temperaturas superiores a los 20000 ºC, cercanas a los 30000 ºC en algunos casos.
Como consecuencia de este brutal calentamiento, se produce una expansión térmica a velocidades supersónicas del plasma en que el rayo convierte el aire que atraviesa, lo que genera una onda de choque explosiva que se desplaza en todas las direcciones.
El resultado es el sonido del trueno. Podemos percibirlo como un fuerte estruendo (como una explosión), un chasquido o un lejano retumbar (tremor), dependiendo de lo cerca o lejos que nos encontremos de los rayos que lo generen.
En ocasiones, se producen rayos pero no escuchamos truenos, al anularse mutuamente las ondas sonoras de varios de ellos. Otras veces, el ruido es ensordecedor, pudiéndose alcanzar hasta los 110 decibelios (dB), una intensidad próxima al límite del dolor para nuestros oídos.
El gran despliegue sonoro del viento
El viento es otro de los principales sonidos de naturaleza atmosférica. En este caso, es el resultado del roce o el impacto más o menos violento del aire con cualquier elemento que se va encontrando a su paso. Su característico silbido es debido a la aceleración del mismo, al encontrarse con alguna estrechez en su recorrido. Se produce entonces ese sonido agudo, debido a que el intenso flujo aéreo hace vibrar las superficies de los elementos por donde discurre.
Cuando estamos dentro de nuestra casa y fuera está soplando un viento fuerte, el resquicio de una ventana o el de una puerta mal sellada –que permita el paso del aire– propicia la emisión de ese inquietante silbido, lo que causa cierto desasosiego, especialmente si es de noche. En castellano tenemos una palabra que describe justamente ese sonido: la palabra “ulular”.
Si el aire en su recorrido no se topara con obstáculo alguno, no percibiríamos su sonido, ya que el rozamiento interno entre las propias moléculas que lo componen no produce una vibración audible. El silbido que escuchamos a veces –cuando el viento gana en intensidad– lo provoca la interacción del aire con todo lo que va encontrando a su paso, viéndose sometido a continuos forzamientos.
El sonido provocado por el viento ha dado nombre a los paralelos 40, 50 y 60 de latitud sur. Los antiguos marinos designaron unos expresivos nombres a las diferentes franjas latitudinales de los tempestuosos mares del sur: los cuarenta rugientes, los cincuenta furiosos o aulladores y los sesenta bramadores. La magnitud de un temporal marítimo es directamente proporcional a la intensidad del sonido que genera.
La interacción del viento con los obstáculos a los que se va enfrentando puede llegar a dar lugar a sonidos armónicos, como los que producen las dunas barchan (barján), debido a su particular geometría, con forma de media luna. Dichas dunas presentan una pendiente de 34º a sotavento, que forma una cavidad natural de contornos suaves, moldeados por el viento, que actúa como una caja de resonancia.
La incidencia del viento sobre una duna barchan genera un sonido armónico, similar a un zumbido intenso (de hasta 115 dB) que llega a escucharse a más de 15 km de distancia. Es parecido al sonido de un órgano o la percusión de un tambor en la lejanía. El origen del sonido ha sido estudiado a fondo por varios científicos, sin que exista una teoría única y satisfactoria que explique toda la fenomenología observada. Todo apunta a que en la dinámica de los granos de arena sobre la superficie dunar reside la clave del asunto.
Lluvia in crescendo y decrescendo
Terminaremos este pequeño artículo sobre los sonidos atmosféricos, con el que genera la lluvia al caer. Existe cierto paralelismo con el provocado por el viento, ya que también es el resultado de un impacto; en este caso de las gotas de agua sobre la superficie terrestre. Por un lado, la intensidad del sonido varía en función de la que tenga la propia lluvia; por otro, el tipo sonido cambia en función del lugar donde nos encontremos.
No suena igual la lluvia en la ciudad que en campo abierto. En el caso de los chubascos, cuya principal característica es que comienzan y terminan bruscamente, al principio de los mismos percibimos durante unos segundos el sonido gradual, in crescendo, del impacto de las gotas, para pasar poco después a percibirlo con mayor intensidad. En el sonido se van introduciendo matices, a medida que el suelo se va encharcando y cada vez más gotas impactan sobre la superficie líquida.
Finalmente, el chubasco termina tan rápido como comenzó, y su sonido decrece con rapidez. A partir de ese momento, cobra relevancia el goteo. El fenómeno es muy particularmente llamativo en una zona tupida de bosque o bajo un frondoso árbol. La densa cubierta vegetal forma un parapeto natural que reduce de manera significativa la cantidad de gotas que llegan al suelo, aplacando el sonido de la lluvia.
Finalizado el chubasco siguen cayendo gotas de las hojas, generando cada una de ellas un leve sonido al impactar contra el suelo. Entre todas esas goteras naturales forman una relajada melodía, acompañada de las fragancias del bosque que ha potenciado la lluvia. El refranero recoge esta singular circunstancia (la doble lluvia en los bosques) al afirmar que “Quien se pone de la hoja, dos veces se moja”.