Cuando el hielo puede romperlo todo
Pensamos en la palabra hielo y solo nos vienen buenos recuerdos a la cabeza, como la pista de patinaje en Navidad o los cubitos flotando en nuestra bebida favorita. Lo que muchos nos olvidamos es del poder destructivo que el hielo puede tener.
Estas últimas semanas muchos de nosotros nos hemos pasado horas en la carretera para poder estar con nuestros seres queridos. Algunos viajes han sido soleados, pero en otros hemos sufrido las inclemencias del tiempo en forma de lluvia y nieve. El estado del asfalto es vital y un quebradero de cabeza para los encargados de su mantenimiento. ¿Los culpables? El agua y el hielo.
Un asfalto que desagüe el agua de lluvia de forma eficiente mejora considerablemente la conducción. Parece una tontería pero no lo es. Se nota cuando pasamos de un tramo recién asfaltado a otro más viejo. El vehículo se agarra más al asfalto, y si tenemos otro en frente, no levanta el espray que tanto molesta a nuestra visión. Pero… ¿qué ocurre cuando el asfalto presenta grietas y se cuela el agua? Aquí empiezan los problemas.
El hielo, capaz de destrozar el asfalto
Las carreteras en las que por la noche la temperatura suele bajar de los 0 grados suelen estar más agrietadas. Hay muchos motivos, como la inestabilidad del terreno, la dilatación por el cambio de temperatura o el paso de vehículos más pesados, como por ejemplo las máquinas quitanieves. Pero hay otro agente más agresivo: el hielo. Sí, aunque parezca mentira, cuando el agua se cuela entre las grietas y se congela, puede provocar más daños que cualquier otra cosa.
La gelifracción o crioclastia es el fenómeno a través del cual el agua, tras colarse en huecos o fracturas en rocas, se congela y rompe con la estructura de la roca al dilatarse.
Muchas de las carreteras por las que circulamos diariamente tienen tramos reasfaltados a modo de parche, o bien fisuras que serpentean a lo largo de kilómetros y que se sellan con un material betuminoso de color negro. ¿Para qué? Para evitar, entre otros objetivos, que se cuele el agua y deteriore más aún el firme.
El agua, un líquido especial
A pesar de tratarse del líquido más abundante de la Tierra, el agua es especial. A diferencia del resto de líquidos, cuando se congela se expande y pierde densidad. Eso explica por qué el hielo flota. El resto de líquidos se hundirían.
Esta propiedad del agua es la que provoca tantos estragos en nuestro planeta. Rocas que pesan toneladas son literalmente partidas por el agua que se cuela entre sus fisuras y que al convertirse en hielo se expande. Lo hace con grandes rocas, pero también con elementos más pequeños, como las simples piedras. O acantilados que, siglo tras siglo, van cambiando su forma por la acción del agua, congelándose entre sus grietas sin parar una y otra vez.
Y claro, luego están las infraestructuras creadas por el ser humano. El asfalto es uno de los que más lo sufre, pero no quedan exentas otras obras como puentes, edificios… sobre todo si están en zonas donde hay heladas.
El experimento en casa
Creo que todos los que estamos aquí hemos puesto una botella de agua en el congelador y se nos ha olvidado sacarla. ¿El resultado? Si hemos llenado bastante la botella, nos la encontraremos hinchada a punto de reventar porque el hielo se ha expandido.
Los problemas vienen cuando en lugar de tratarse de una botella de plástico, es una de vidrio. Imaginemos el caso que ponemos unas cervezas en el congelador para cuando vengan los amigos, o el cava para que esté bien fresquito a la hora de los postres, y se nos olvida sacarlo. El resultado es muy distinto al anterior. El vidrio no puede dilatarse como el plástico, así que llega un momento en el que la botella se rompe al no poder aguantar la presión del líquido interior expandiéndose.