¿Cuál es la mejor ropa para el calor? Mitos y curiosidades resueltos por el meteorólogo José Miguel Viñas
La vestimenta más adecuada para combatir el calor, la mayor o menor sensación de bochorno o el momento más caluroso del día son asuntos que abordaremos en este artículo.
Cada vez es más frecuente hablar de calor, ya que, en el marco del calentamiento global, ha aumentado el número de días al año que podemos considerar calurosos. Antes estaban más ceñidos al verano, pero ahora abundan en primavera y otoño, y también acontecen ocasionalmente en invierno. En las siguientes líneas contaremos algunos mitos y curiosidades en torno al calor.
La temperatura máxima diaria
Aunque lo que podemos contar sobre las temperaturas extremas diarias (la máxima y la mínima) se puede aplicar, sin grandes variaciones, para cualquier estación del año, pensemos en un típico día caluroso de verano. ¿Por qué la temperatura máxima suele alcanzarse a media tarde en lugar de al mediodía, que es cuándo el sol alcanza una mayor altura? La duda es razonable. Intentemos aclararla.
Por un lado, hay que precisar que el sol alcanza cada día su posición más alta en el cielo a las 12 horas (hora solar), que ahora –en el horario de verano– son las 14 horas (las dos de la tarde) en la España peninsular y Baleares, y las 13 horas (la una de la tarde) en Canarias. Por lo tanto, en verano hay una diferencia de una o dos horas entre la hora solar y la oficial, que marcan nuestros relojes.
La evolución de la temperatura también va desfasada con respecto a la posición que ocupa el sol en la bóveda celeste, desde que sale (orto) hasta que pone (ocaso). Es verdad que cuando el sol alcanza su punto más alto, los rayos indicen más perpendicularmente sobre la superficie terrestre y esta se calienta más, pero en ese momento no se alcanza la temperatura máxima del día. Esto no suele ocurrir hasta tres o cuatro horas más tarde; es decir, entre las 5 y las 6 de la tarde en verano.
Durante esas horas en las que el sol ya está descendiendo, todavía permanece bastante alto y calienta mucho, el suelo irradia una gran cantidad de calor, que es el que calienta el aire situado sobre él. Este mecanismo de transferencia de calor de abajo arriba es el que sigue haciendo elevar la temperatura del aire durante esas 3-4 horas, lo que culmina con el momento en que se alcanza la máxima. A partir de ahí la temperatura, con altibajos, comienza a descender, acentuándose la bajada tras la puesta de sol.
La sensación de bochorno
Es conocido que la sensación de calor que experimenta nuestro cuerpo no depende únicamente de cuál sea la temperatura del aire, sino también de su contenido de humedad, que habitualmente se cuantifica mediante la humedad relativa, expresada en tantos por cien (%). Cuanto más húmedo esté el aire, más dificultad tendremos para evaporar el sudor de nuestra piel y más sensación de agobio (bochorno) notaremos.
Existen unas tablas que permiten calcular el llamado índice de calor (heat index), que resulta de la combinación de las dos variables meteorológicas antes apuntadas (temperatura y humedad relativa del aire). En general podemos afirmar que con humedades bajas sentiremos una temperatura inferior a la real, mientras que con altas ocurrirá justo lo contrario.
Si echamos mano de la tabla que acompaña que estas líneas y pensamos en una humedad relativa del 80 % (aire bastante cargado de humedad) y una temperatura de 27 ºC, la sensación térmica que experimentaremos será de 30 ºC. Si esta fuera la temperatura del aire, en lugar de los 27 ºC, la sensación térmica pasa a ser de 38 ºC, lo que empieza a pasar factura a nuestro cuerpo. Si la temperatura fuera de 32 ºC con ese mismo 80% de humedad relativa, el índice de calor pasa a ser de 44 ºC, lo que aumenta significativamente el riesgo de golpe de calor.
En un mundo cada vez más cálido se dan cada vez más combinaciones de temperatura y humedad de las que resultan índices de calor muy extremos. En los lugares donde empiezan a darse cada cierto tiempo esas condiciones, el confort climático desaparece, convirtiéndose en inhabitables si se está a la intemperie.
Un estudio publicado este mismo año (2024) en la revista Environmental Research Letters, llevado a cabo en Texas, pero extrapolable a otras regiones del mundo, llegó a la conclusión de que la sensación térmica de calor que siente el ser humano ha aumentado en los últimos años tres veces más rápido al ritmo que lo ha hecho la temperatura.
¿Ibicenco o tuareg?
Aunque el calor extremo (especialmente cuando se combina con valores elevados de humedad relativa del aire) es difícil de combatir, siempre se ofrecen una serie de recomendaciones (basadas en el sentido común) para adaptarse lo mejor posible a él, con el objetivo de protegernos y minimizar los riesgos asociados a las altas temperaturas. Llevar una vestimenta adecuada es una de ellas. Se suele recomendar llevar ropa clara, pero para nuestra sorpresa comprobamos que los tuaregs, cuyo hábitat es el desierto, se visten con túnicas y turbantes de tonalidades oscuras.
Ante esa disyuntiva, nos surge la duda: ¿Optamos por la ropa ibicenca (blanca) o adoptamos la estrategia de los tuaregs y salimos en verano con ropa de luto? En realidad, cada una de esas opciones (casos extremos) tiene su razón de ser, basada en la Física. El blanco refleja gran parte de la radiación solar que recibe, por lo que esa opción parece la buena, ya que la absorción de calor será mucho menor que si vamos de negro riguroso o ropa de color oscuro.
¿Son masoquistas los tuaregs y quieren pasar más calor del que ya hace en el Sáhara, que es el gran desierto por el que transitan? Para nada. La radiación solar que incide sobre nosotros un día de verano cuando estamos al sol, calienta nuestra ropa y también nuestro cuerpo. Este último para no recalentarse irradia calor hacia el exterior, que se encuentra con el obstáculo de nuestra ropa. Si es negra absorberá una parte importante de ese calor, pero si es blanca no.
Para salvar ese problema, lo deseable en cualquiera de los dos casos es que nuestra ropa sea holgada y transpirable, de manera que consigamos enfriar nuestro cuerpo por la evaporación del sudor que vayamos generando. Ese es el mecanismo clave para mantener nuestra temperatura corporal aproximadamente constante los días de intenso calor. Bajo las túnicas de los tuaregs se consigue una ventilación que ayuda a mantener sus cuerpos a la temperatura adecuada.
Estos nómadas del desierto también recurren a esos ropajes oscuros como medida de protección de la peligrosa radiación ultravioleta, que allí en el Sahara alcanza índices muy altos. Con el cuerpo cubierto casi en su totalidad, la ropa actúa como una pantalla muy eficaz, que reduce los impactos nocivos de la exposición prolongada al sol.