Contemplar amaneceres y atardeceres es bueno para nuestra salud mental: esta es la explicación de la ciencia
Muchos de nosotros hemos sentido una sensación casi instintiva de bienestar y paz al contemplar un amanecer o una puesta de sol. Para los científicos que estudian los mecanismos de nuestro cerebro, esto no es ninguna novedad, y estos son los motivos.
Muchos de nosotros habremos sentido una sensación casi instintiva de bienestar y paz al contemplar un amanecer o una puesta de sol. Para los científicos que estudian los mecanismos de nuestro cerebro, no es ninguna novedad que contemplar imágenes cargadas de belleza desencadena una reacción de asombro y placer.
Al parecer, ver un bonito amanecer o atardecer ayuda a relacionarse mejor con los demás, emanando emociones positivas hacia la gente que nos rodea, según diversos trabajos realizados en los últimos años.
La explicación de los científicos
Según un estudio realizado por investigadores británicos, la observación de fenómenos naturales podría incluirse en el tratamiento de trastornos mentales, ya que provoca un estallido de emociones positivas, aunque de forma más reducida en unos sujetos que en otros.
Básicamente, la neurociencia cognitiva nos ayuda a entender por qué una puesta de sol o una hermosa vista son buenas para nuestra alma.
Según la neuroestética, en nuestro cerebro se activan una serie de circuitos cerebrales que tienen que ver con los circuitos del placer. Y esto ocurre a través de diversos estímulos, ya sean visuales, acústicos, olfativos o gustativos.
La belleza es una percepción que se desarrolla dentro de nuestra mente. Esto significa que el estímulo ha conseguido provocar una respuesta afectiva y estética, es decir, vinculada al placer de la puesta de sol o a la belleza que recordamos en ese tipo de situaciones.
La riqueza de la experiencia
También desempeña un papel muy importante el cúmulo de experiencias que acumulamos desde una edad temprana. Un papel importante en este mecanismo cerebral lo desempeñan la memoria y la cultura individual, en el sentido de experiencia, es decir, nuestro patrimonio sensorial-afectivo.
En la práctica, a lo largo de nuestra vida registramos de forma más o menos inconsciente colores, olores, sabores que luego pueden componerse, una vez que crecemos, en la comprensión y la respuesta afectiva que tenemos ante ese tipo de situaciones.
Por tanto, si observar el atardecer o el amanecer, además de estar en contacto con la naturaleza, aporta bienestar a nuestra mente, no debemos subestimar otras oportunidades que nos permiten mejorar nuestro estado de ánimo y por tanto nuestro comportamiento social.
Todo lo que pueda proporcionarnos experiencias emocionales es bueno para nuestra salud mental. Y está al alcance de todos, ya que cuando recibimos estímulos todos somos capaces de desarrollar respuestas afectivas.
El nivel de reacción depende de la sensibilidad y la historia de cada individuo, que está fuertemente ligada a nuestras habilidades interpersonales, según los científicos. No olvidemos, por ejemplo, que la música, el arte, la lectura y, sobre todo, la sociabilidad, la generosidad y el compartir tienen efectos positivos.
Por el contrario, la pobreza vital e incluso la decadencia urbana son perjudiciales para la salud mental.