¿Cómo son los veranos en la Antártida?
En la Antártida hace mucho frío todo el año, tanto en invierno como en verano. En esta última estación las bajas temperaturas tienen una menor magnitud e incluso se producen olas de calor.
Cuando pensamos en el verano nos viene inmediatamente a la cabeza la imagen del sol y el calor; de las altas temperaturas, pero esto no es aplicable a todo el mundo. Existen notables diferencias entre pasar la estación veraniega en la región mediterránea o el norte de Europa, pero incluso en esta última zona podremos tener algunos días templados, incluso relativamente calurosos. Donde esto no llega a ocurrir es en la Antártida.
En el continente blanco, el polo de frío de la Tierra, la diferencia entre el verano y el invierno reside en la magnitud que alcanzan las bajas temperaturas, dándose grandes contrastes entre unas zonas y otras. Conviene precisar, además, que el verano antártico se corresponde con los meses de diciembre-enero-febrero (invierno boreal) y el invierno con los de junio-julio-agosto (verano boreal).
La Antártida tropical
En la Antártida la presencia humana se reduce casi exclusivamente al personal de las bases científicas; unas 70 en números redondos. Además, en la mayoría de ellas la actividad queda restringida a los meses de verano, siendo un número significativamente menor las que son permanentes, con personas durante todo el año, incluido el inhóspito invierno antártico, con su larga noche polar y frío extremo.
España tiene un par de bases en las que lleva a cabo cada año su campaña antártica de investigación. Se sitúan en el archipiélago de las Shetland del Sur, próximas al extremo más septentrional de la península Antártida, separadas de esta por el estrecho de Bransfield. Las citadas bases son la BAE Juan Carlos I (gestionada por la UTM [Unidad de Tecnología Marítima] del CSIC) y la BAE Gabriel de Castilla (gestionada por el Ejército de Tierra, del Ministerio de Defensa). Están situadas en la isla Livingston e isla Decepción, respectivamente.
Los veteranos antárticos, con varias campañas a sus espaldas, comentan –con cierta sorna– que las bases españolas están en la “Antártida tropical”. Lo cierto es que las condiciones que se dan allí en verano poco tienen que ver con las del interior del continente antártico. En la península antártica y alrededores la temperatura media durante los meses estivales se sitúa entre los 0 y 1,5 ºC. Lo más habitual es tener días en los que la máxima se sitúe entre los 0 y los 5 ºC y la mínima baje algunos grados por debajo de cero grados.
Si tomamos como referencia la estación meteorológica que AEMET tiene en la BAE Juan Carlos I, cuyas primeras observaciones datan del 6 de febrero de 1988, la temperatura media anual es de -1,2 ºC. La del invierno es -4,7 ºC y la de los meses de verano 1,9 ºC. Allí se han llegado a medir hasta 15,5 ºC, como valor más alto, no siendo raro que a lo largo de los tres meses de campaña haya algún día (cada verano) en que se mida una temperatura máxima en el entorno de los 10 ºC.
Los mapas anexos permiten hacernos una idea de las grandes diferencias de temperatura que se dan entre invierno y verano, así como entre el interior de la Antártida y la zona periférica. Podemos comprobar cómo incluso en verano en la meseta antártica hay una zona con temperaturas medias inferiores a los -30 ºC, lo que nos da idea del frío tan extremo que hace en aquel inmenso desierto de hielo, azotado con frecuencia por fortísimas ventiscas.
Olas de calor antárticas
La Antártida, a pesar de su singularidad, no se libra tampoco de las olas de calor. Conviene precisar que en el caso particular del continente blanco, bajo esta denominación nos referimos a episodios con anomalías térmicas positivas de gran magnitud, que dan como resultado una intensidad del frío mucho menor, pero que, en ningún caso, están asociadas al calor.
En los últimos años, en el marco del calentamiento global en el que nos encontramos, comienzan a producirse en la Antártida episodios de temperaturas anómalamente altas, que cumplen los criterios para poder ser calificados como olas de calor. Alguna de ellas ha llamado mucho de la atención de los científicos, al no haber precedentes (con los datos disponibles) de que se produjeran en el pasado otras de una magnitud similar.
No faltan los estudios de atribución de dichas olas al cambio climático, como la ocurrida hace cuatro años en la península Antártica. El 6 de febrero de 2020 se llegaron a medir 18,3 ºC en la Base Esperanza, de Argentina, que es hasta la fecha la temperatura más alta que se ha medido en la Antártida.
Un grupo de investigadores, en su mayoría españoles, liderados por el meteorólogo Sergi González, concluyeron que la magnitud alcanzada por aquella ola de calor no hubiera sido tan grande sin el cambio climático,. Además, señalaron que la probabilidad de experimentar una ola de calor similar a la registrada ha aumentado diez veces desde el periodo 1950-1984 por dicha circunstancia.
Para concluir, no podemos dejar de referirnos a la excepcional ola de calor que afectó a la Antártica oriental (el núcleo duro del frío del planeta) a finales del verano de 2022. Se llegaron a registrar anomalías de temperatura de hasta +40 ºC; algo de lo que no había precedentes. Para hacernos una idea de lo que supuso esto, en lugares donde en esa época del año lo normal es registrar temperaturas del orden de los -40 ºC, el 18 de marzo de 2022 se alcanzaron temperaturas cercanas a los 0 ºC.