Circulación zonal, ¿qué eres y por qué nos aguas la fiesta?
La llamada 'circulación zonal' es una vieja conocida en Europa, sobre todo durante el semestre invernal. Suele llevar asociada unas condiciones meteorológicas muy concretas en la fachada atlántica del continente, habituales pero a veces adversas. Aquí hablamos de ellas.
La atmósfera de la Tierra posee zonas muy diferenciadas en función de su temperatura. La radiación solar, que disminuye conforme nos acercamos a los polos, juega un papel fundamental a la hora de crear gradientes de temperatura y masas de aire de distinta naturaleza. Además, la diferencia de densidades entre las masas de aire cálido y frío desencadena los movimientos atmosféricos de gran escala a los que tan acostumbrados estamos. No nos podemos olvidar tampoco de la rotación de la Tierra, y es que gracias a la conocida fuerza de Coriolis los movimientos de grandes masas de aire se ven condicionados y experimentan aceleraciones por esta causa.
Entre las circulaciones de vientos más conocidas que tenemos en nuestro hemisferio, destacan por ejemplo los vientos alisios, típicos de bajas latitudes y que soplan de noreste a suroeste. Los alisios del hemisferio norte parten de un cinturón de altas presiones situado generalmente entre los paralelos 30º y 40º y convergen con los del hemisferio sur en las proximidades del ecuador, dando lugar a la Zona de Convergencia Intertropical (ZCIT) donde abundan las precipitaciones de origen convectivo. Pero es más al norte, en latitudes medias, donde se dan las circulaciones de vientos más significativas, en esta zona se genera un potente flujo de vientos del oeste.
Los vientos del oeste tienen su origen en las proximidades del encuentro de las masas de aire templadas y las polares. Se habla de circulación zonal en Europa cuando estos vientos aparecen de forma persistente y generalizada en su latitud habitual. Impulsadas por la potente corriente del chorro polar, las borrascas que se desarrollan en esta zona viajan de oeste a este dejando fuertes temporales de viento y lluvia. Dependiendo de la latitud a la que se mueva el chorro polar, estos temporales pueden afectar al norte de Europa o bien extenderse por otras zonas del centro y sur del continente.
Las consecuencias de una circulación zonal baja
Cuando la circulación de vientos del oeste se impone en latitudes altas, la Península Ibérica queda bajo la influencia del cinturón de altas presiones subtropicales y, por tanto, el tiempo suele ser seco y estable. Sin embargo, cuando la circulación zonal se produce en su latitud habitual o ligeramente por debajo, la Península Ibérica queda bajo su influencia y recibe periódicamente la llegada de frentes, ondas y borrascas procedentes del Atlántico.
Este tipo de situaciones, si bien pueden darse en cualquier momento del año, son más habituales durante el semestre invernal, cuando la diferencia de temperaturas entre los polos y los trópicos es mayor. En estas condiciones los vientos del oeste se refuerzan y la corriente en chorro de latitudes medias desciende de latitud a la par que se refuerza.
Aunque por lo general la circulación zonal suele ser sinónimo de las necesarias lluvias y temperaturas suaves que caracterizan el clima de nuestras latitudes, también esconden un fenómeno adverso de enorme impacto. Si el encuentro entre el aire polar y el aire templado es muy violento, aparece una fuerte circulación de oestes en la cual tienen lugar las ciclogénesis más rápidas.
Las ciclogénesis explosivas dan lugar a potentes borrascas cuyos vientos, precipitaciones y oleaje pueden causar graves daños en zonas expuestas. En la Península Ibérica aparecen también periódicamente y son una de las principales fuentes de fenómenos adversos durante el semestre invernal. No obstante, este tipo de situaciones tienen lugar con mayor frecuencia en latitudes superiores a la nuestra, siendo sólo ocasionales en nuestro país.