Día de playa al ritmo de la brisa
Las playas están abarrotadas de turistas en verano gracias, en gran medida, al régimen de brisas que se establece en ellas la mayor parte de los días, lo que hace muy agradable la estancia en los lugares de costa. La brisa sopla de mar a tierra durante el día y en sentido contario de noche.
Aunque es común referirse al turismo de sol y playa como aquel que practican los millones de personas que abarrotan los lugares de la costa española todos los veranos –en particular el litoral mediterráneo–, lo cierto es que son las brisas costeras las que permiten a los turistas disfrutar plenamente de sus vacaciones, gracias al confort climático que proporcionan. Sin la presencia de esos vientos frescos y bonancibles, pasar los veranos a la orilla del mar sería insufrible, dada la elevada insolación, temperatura y humedad relativa del aire que caracterizan esa época del año.
Tanto las brisas costeras como las que soplan en las montañas se conocen en Meteorología como vientos térmicos, ya que se generan por los movimientos de aire debidos a las diferencias de temperatura entre unas zonas y otras de la superficie terrestre, variables a lo largo de las 24 horas que tiene el día. Las brisas se comportan como un reloj, con unas pautas de comportamiento que se repiten diariamente, si bien el régimen de brisas solo queda establecido en ausencia de un viento significativo, a escala regional o sinóptica, que es lo que habitualmente ocurre en verano.
Brisa de ida y vuelta
Para entender cuál es el ritmo de la brisa marina, nada mejor que recrear un día típico en la vida de un turista de playa que está pasando sus vacaciones de verano en una localidad costera mediterránea. Por la mañana le gusta madrugar, pasear por la orilla del mar y darse el primer chapuzón del día antes del desayuno. En ese momento del día no sopla la brisa. La temperatura sobre tierra firme es similar a la de la superficie marina, que apenas sufre oscilaciones entre el día y la noche. En el frescor relativo de la mañana, llama la atención la templanza del agua en el baño matutino.
A medida que avanza la mañana y el sol va ganando altura, el aire situado sobre tierra se va calentando con rapidez –contrariamente al que descansa sobre el agua, que apenas cambia de temperatura– disminuyendo su densidad, lo que hace que se eleve. Su lugar es ocupado por aire más fresco de procedencia marítima, iniciándose la célula de brisa, en sentido mar-tierra. A mediodía, la brisa marina o virazón ya se manifiesta de forma evidente, lo que hace más llevadera la estancia en la playa bajo el ardiente sol. Con el paso de las horas, la brisa va aumentando de intensidad, alcanzando las mayores rachas –de hasta 40 km/h– entre las cuatro y las cinco de la tarde, durante la sobremesa y la hora de la siesta.
Termómetros callejeros en verano: ¡no te fíes de ellos!
Tras el reparador descanso, el final de la tarde es aprovechado por nuestro turista y otros muchos para salir a dar una vuelta por el paseo marítimo. Es uno de los momentos del día en que estar a la intemperie resulta más agobiante. Al ocaso, la brisa se detiene por completo. Sin ese ventilador natural, con una temperatura en el entorno de los 30 ºC y una humedad relativa cercana al 90%, no se para de sudar. La piel y la ropa en contacto con ella están bañadas en sudor, cuyas gotas se deslizan por el rostro y la espalda. Afortunadamente, a la hora de la cena empiezan a cambiar las tornas. La brisa vuelve a aparecer, pero en este caso sopla en sentido inverso, de tierra a mar, lo que también se conoce como terral.
Con la llegada de la noche, la ausencia de radiación solar hace que el suelo pierda calor con rapidez, cosa que no ocurre en la superficie del mar, que se mantiene aproximadamente a la misma temperatura que cuando el sol lucía en todo lo alto. El enfriamiento de la tierra va generando sobre ella una zona local de altas presiones, escapando parte de ese aire “frío” hacia el mar, lo que pone en marcha la célula de brisa nocturna, con un sentido de giro contrario a la diurna. Pasear después de la cena junto al mar en verano resulta placentero, gracias al efecto refrescante de esa brisa.
Brisas costeras tierra adentro
La brisa de mar alcanza una mayor intensidad que la de tierra, lo que hace que en determinadas zonas llegue a penetrar bastantes kilómetros hacia el interior. Dicha circunstancia hace más llevadero el intenso calor estival en localidades situadas bastante lejos del mar. Además, el aporte de humedad favorece el desarrollo de nubes convectivas, que culminan en tormentas cuando se dan en la atmósfera condiciones propicias para ello. El grado de penetración de la brisa tierra adentro depende tanto de la orografía como de la potencia de la célula de brisa marina.
Hace unos años, el climatólogo César Azorín Molina, se interesó por este asunto y estudió en detalle la brisa que sopla en la costa alicantina, analizando para ellos los datos recopilados durante el período 2000-2005. En la zona de la bahía de Alicante la brisa marina llega a penetrar entre 100 y 125 km, llegando algunos veranos a detectarse a 200 km del mar. Entre las conclusiones del estudio, se comprobó que mientras que en invierno dominan regímenes de brisas de procedencia sur y sureste, en primavera y verano pasan a dominar los del este. El grado de penetración medio de la brisa marina en Alicante es ligeramente inferior a los 100 km, aunque con notables diferencias a lo largo del año.