Borrascas (huracanadas) en Galicia de ayer y de hoy
La posición geográfica que ocupa Galicia hace que reciba la visita periódica de profundas borrascas atlánticas, lo que provoca fuertes temporales marítimos y de viento. Entre todas ellas destacan la borrasca Hortensia (1984), Klaus (2009) o la que impactó de lleno en febrero de 1941.
El tiempo borrascoso es una de las señas de identidad de Galicia, siendo muchos los días al cabo del año en que la comunidad gallega se ve afectada, en mayor o menor medida, por el paso de borrascas atlánticas, lo que determina sus caracteres climáticos. En las zonas más expuestas de su franja atlántica destaca su elevada pluviometría, así como una alta incidencia de vientos del tercer y cuarto cuadrante (SW, W, NW), con bastantes temporales marítimos; algunos de los ellos muy duros y de gran impacto.
La situación geográfica que ocupa Galicia –en el noroeste de la península Ibérica y al suroeste del continente europeo– la convierte en una especie de imán para las borrascas que discurren por el Atlántico Norte. Sus trayectorias pasan con frecuencia relativamente cerca de ella, llegando ocasionalmente a rozar sus costas e incluso a tocar tierra, lo que tiene consecuencias devastadoras. Entre los meses de octubre y marzo es más frecuente que Galicia reciba la visita de borrascas y el azote de los temporales asociados a ellas.
Borrascas huracanadas, que no huracanes
De los centenares de borrascas cuya incidencia en Galicia está bien documentada, con observaciones meteorológicas que permiten caracterizarlas bien, sólo un reducido número de ellas forman parte de la memoria colectiva de los gallegos, por su magnitud y excepcionalidad. Sin remontarnos muy atrás en la historia, hay dos nombres que siguen sonando con fuerza: Klaus (2009) y Hortensia (1984). Algunas décadas antes, tampoco podemos olvidarnos de una que ocupa un lugar preferente: la de febrero de 1941, que generó el mayor temporal de viento documentado instrumentalmente en España.
La generación de vientos con intensidades superiores a los 120 km/h y rachas violentísimas por parte de esas borrascas, y de otras cuya incidencia en la comunidad gallega ha sido también notable, llevó en su momento a la prensa a calificarlas como huracanes, si bien hasta la fecha no hay constancia de que ningún huracán haya impactado como tal en Galicia. En todos los casos fueron ciclones extratropicales que generaron vientos huracanados, lo que no los convierte –desde un punto de vista técnico– en huracanes, aunque la percepción de la población afectada sea esa.
Hortensia llegó a ser clasificado como huracán de categoría 1 durante unas horas, cuando discurría por las Bermudas, muy lejos de Galicia y once días antes de rozar el litoral norte gallego (el 4 de octubre de 1984), donde llegó convertido en una profunda borrasca, con una presión de 985 hPa en su centro. El efímero huracán Hortensia se convirtió en tormenta tropical y ésta fue degradándose, encontrándose en su camino con un intenso chorro polar y con una baja extratropical, produciéndose una ciclogénesis explosiva que dio como resultado el ciclón ex–Hortensia. Generó una racha de 158 km/h en Monte Ventoso (Ferrol, A Coruña). Las consecuencias de los fuertes vientos fueron devastadoras y parecían difíciles de superar.
Sin embargo, veinticinco años después, entre los días 23 y 25 de enero de 2009, la borrasca Klaus batió todos los récords. Al igual que Hortensia, su trayectoria la llevó hasta el norte de Galicia, atravesando todo el Cantábrico, y dejando una estela de destrucción a su paso por todo el extremo norte peninsular. El mínimo barométrico en el centro de Klaus a la altura de Galicia fue de 964 hPa y las rachas de viento que se registraron en la zona dan idea de su violencia: 198 km/h en Estaca de Bares (A Coruña), 183 km/h en Malpica (A Coruña) y 182 en Os Ancares (Lugo) y en La Vega (Ourense), por citar sólo las mayores.
El borrascón de febrero de 1941: recuerdos de niñez de Comellas
Entre los días 15 y 16 de febrero de 1941, Galicia sufrió el impacto de una profunda borrasca atlántica, cuyos efectos devastadores no solo afectaron a la comunidad gallega, sino a muchas otras zonas de la península Ibérica, particularmente el norte de Portugal y las comunidades cantábricas. Los datos meteorológicos disponibles permiten deducir que la peligrosa borrasca fue el resultado de una ciclogénesis explosiva, dándose además la circunstancia de que atravesó parte de la provincia de A Coruña, el norte de la de Lugo y el extremo más occidental de Asturias. En algún momento de ese trayecto por tierra la presión en su centro se acercó a los 950 hPa.
En el año 2001, quien suscribe estas líneas recibió el encargo de la entonces responsable de riesgos naturales de Mapfre (Mayte Piserra) de estudiar aquel episodio meteorológico tan excepcional, generador de las rachas de viento máximas que aparecían recopiladas en las distintas publicaciones del entonces Instituto Nacional de Meteorología (actual AEMET). El resultado de la investigación fue un extenso artículo, en el que se incorporó parte del texto de una carta manuscrita del historiador y sabio de nuestro tiempo José Luis Comellas (1929-2021), recientemente fallecido, donde relataba en primera persona su recuerdo del paso de aquella borrasca por Cee, en Finisterre.
En febrero de 1941, Comellas tenía 12 años y vivía allí, en esa pequeña localidad coruñesa. Las siguientes líneas escritas 60 años después del fortísimo temporal, denotan su privilegiada memoria y las dotes innatas que tuvo como observador del cielo (diurno en este caso): “... el recuerdo más impresionante fue el de las olas: no sólo por su altura, sino por la longitud: no me refiero a la longitud de onda o intervalo, sino a la longitud de la cresta: cada ola barría la anchura entera de la ría de orilla a orilla. Como jamás había visto espectáculo semejante (las crestas de las olas ofrecen un perfil irregular, baten o revientan en unos puntos más que en otros, y su frente se divide en líneas paralelas discontinuas), aquello me pareció un hecho de otro mundo y me sobrecogió. Estoy muy acostumbrado a contemplar las olas en mi Galicia natal y nunca se volvió a registrar aquel fenómeno de un frente continuo de más de mil metros”.
Baltasar Merino, estudioso de las borrascas
En este breve recorrido por las borrascas que afectan a Galicia es obligado referirnos al pionero en su estudio. Se trata del jesuita, natural de Burgos, Baltasar Merino Román (1845-1917), que en 1880, tras una larga etapa en el colegio de Belén, en La Habana (Cuba) y estancias en EEUU, Francia y Sevilla, recaló en el colegio Apóstol Santiago, en Camposancos (La Guardia). Aunque en su biografía se destacan sus aportaciones en botánica, también cultivó de manera sobresaliente la meteorología, gracias al exhaustivo análisis de los datos registrados en el observatorio meteorológico de su colegio.
Los fuertes temporales, asociados a borrascas, que periódicamente afectan al litoral atlántico gallego despertaron el interés del padre Merino, lo que le llevó a estudiarlos en profundidad, a partir de los datos que minuciosamente fue recopilando y analizando. Su recomendación del uso del barómetro para anticipar la llegada del tiempo borrascoso le valió los elogios del entonces director del Observatorio Meteorológico de Lisboa. Fruto de esos estudios, en 1893 publicó una obra titulada “Estudio sobre las borrascas en la costa occidental de Galicia”, donde expone magistralmente el conocimiento de la época sobre las peligrosas borrascas que afectan a Galicia, enriquecido con sus aportaciones, incluyendo algunas reglas prácticas y certeros comentarios basados en su erudición.