Bienestar animal: con inteligencia artificial comprobaron que las gallinas se emocionan y tienen miedo
El trabajo consistió en analizar gallinas ponedoras durante 200 horas ante distintos estímulos. Se trata de un hallazgo que puede servir para reconsiderar el trato con los animales.
Un equipo de investigadores franceses demostró que las gallinas se ruborizan con las emociones y que pueden ser más o menos intensas dependiendo de su estado y de la acción a la que son expuestas. El estudio, publicado en la revista Applied Animal Behaviour Science, se sustenta a partir de un programa de imágenes que tomó 18000 fotografías de seis gallinas de raza Sussex observadas en todo momento durante tres semanas.
Para analizar a las gallinas hay que tener en cuenta algunos aspectos típicos de la especie, ya que uno podría imaginar que un ave libre esta más feliz que una en un ambiente acotado; sin embargo como sus antepasados eran víctimas frecuentes de los depredadores del cielo, las gallinas modernas suelen temer a los espacios abiertos y por eso se las ubica entre árboles y matorrales.
De hecho, los trabajos científicos más recientes sugieren que las gallinas se sienten mas seguras en entornos densos de plantas de sorgo u olivos. Lo mismo ocurre con las gallinas en hábitats con cubierta artificial, como mallas y cabañas de paja donde es más probable que se acicalen y descansen.
Volviendo al trabajo mencionado, los investigadores pudieron diferenciar matices de sonrojo en esta especie de gallinas ponedoras a partir de la observación que realizaron en una granja del Valle de Loira, en el centro de Francia. Cuando les daban gusanos de harina como alimento las gallinas se sonrojaban y se tornaban granate durante una experiencia negativa como puede ser la posibilidad de captura.
El trabajo de investigación con IA
Hasta ahora no se había realizado un trabajo similar en gallinas, aunque sí existían experiencias anteriores sobre el estudio acerca del enrojecimiento en la piel del guacamayo azul y amarillo, tal como se publicó oportunamente en la revista 'My science’.
El estudio con estas aves domésticas se llevó a cabo durante tres semanas y consistió en fotografiar y filmar seis gallinas de tres meses de edad. Con estas imágenes se hizo posible medir los niveles de enrojecimiento de la piel facial.
Según el reporte oficial de la investigación, “los resultados mostraron que las gallinas enrojecen la cara en grados que varían según su estado emocional. Cuando se les presentó alimento apetitoso las gallinas se enrojecieron un poco, pero toda su cara se volvió violácea durante experiencias negativas. Por el contrario, cuando estaban en reposo, su piel parecía mucho más clara”.
La inteligencia artificial (que logró un 80 % de precisión ante emociones como hambre, miedo, ira, satisfacción, entusiasmo y angustia) aprendió a reconocer los sonidos de las gallinas y pollos mediante una técnica llamada Aprendizaje de Análisis Emocional Profundo. Según el profesor de la Universidad de Tokio, Adrian David Cheok, “si sabemos lo que sienten los animales, podemos diseñar un mundo mucho mejor para ellos”.
Tras estos hallazgos, los investigadores decidieron ir por más: aumentaron la cantidad de gallinas para seguir el proceso durante otras cinco semanas y se pusieron como meta medir el grado de satisfacción cuando interactuaban con los humanos. La sorpresa que se llevaron los investigadores fue que este grupo mantuvo un color de piel claro, es decir que se sintieron más tranquilas con la presencia de personas.
¿La IA puede contribuir al bienestar animal?
Sin dudas, este descubrimiento abre paso a futuras investigaciones en cuanto al comportamiento animal, por eso el director del estudio planea expandir la experiencia con IA a otras especies. Conviene recordar que la inteligencia artificial es capaz de descifrar el significado de los ruidos de los animales y de sus cambios estéticos analizando gran cantidad de horas de filmación.
Si bien esto puede parecer prometedor, se deben tomar los resultados con mucha cautela, ya que el trabajo esta en etapa de revisión por otros científicos. Además, los investigadores reconocieron que la precisión del modelo utilizado puede cambiar con diferentes razas y condiciones ambientales.