Los anillos de Saturno están desapareciendo
Los anillos, tan característicos de Saturno, que lo convierten en uno de los planetas más vistosos del sistema solar, se están desvaneciendo más rápido de lo que se suponía. Estos procesos demuestran que vivimos en un universo en constante cambio.
Toda la evidencia apunta a esta realidad: los bellos anillos de Saturno, el más fotogénico de los planetas del sistema solar, se están desvaneciendo. La buena noticia es que lo hacen muy lentamente, así que la despedida será un muy largo adiós. Como bien indica The Atlantic, es difícil imaginar a Saturno sin sus anillos. Según reporta Space Place de NASA, hay entre 500 y 1000 anillos en un ancho de 400.000 kilómetros, o sea el equivalente a la distancia entre la Tierra y Luna.
Los anillos están compuestos por partículas, en algunos casos, del tamaño de un autobús, y son bolas de hielo, o rocas cubiertas de hielo. De acuerdo a lo que indica National Geographic, una teoría señala su origen en pequeñas lunas heladas que orbitaban alrededor de Saturno y que finalmente chocaron posiblemente afectadas por la gravedad de algún asteroide o cometa. Es posible que otros planetas como Júpiter hayan tenido anillos en el pasado. De hecho Urano también tiene sus propios anillos, o los muy tenues de Neptuno.
En 2004 la sonda espacial Cassini llegó a Saturno y siguió allí hasta 2017 para estudiar sus anillos y lunas, algo que inició la nave espacial Voyager. Cassini llevaba consigo a la sonda Huygens que con su paracaídas fue lanzada sobre la gigante luna de Saturno, Titán, entregando imágenes sorprendentes de su superficie, que nunca se había visto. La novedad es que ahora se sabe que los anillos de Saturno están desapareciendo más rápido de lo que se pensaba.
Lluvia de anillos
La NASA explicó que los anillos están siendo arrastrados al planeta debido a la gravedad del gigante gaseoso. Es por esto que los anillos se están desvaneciendo en forma de lluvia polvorienta de hielo. James O’Donoghue de NASA publicó un estudio sobre la química involucrada, donde indicó que el flujo de agua que se genera desde los anillos hacia el planeta es suficiente como para llenar una piscina olímpica en tan solo media hora.
Con este tiempo de decadencia, se estima que su existencia no irá más allá de los 300 millones de años, un número menor teniendo en cuenta que Saturno tiene una edad de más de 4000 millones de años. Los micrometeoritos que llegan y la radiación solar, perturban las pequeñas piezas de la materia de los anillos, electrificándolas. Estas partículas, súbitamente transformadas, se sintonizan con las líneas del campo magnético de Saturno y comienzan a girar en espiral a lo largo de esas trayectorias invisibles.
Cuando las partículas se acercan demasiado a la parte superior de la atmósfera de Saturno, la gravedad las atrae y se vaporizan en las nubes del planeta. Los astrónomos llaman a este proceso "lluvia de anillos", y con el tiempo este y otros fenómenos irán minando el elemento distintivo que, para nosotros, hace que Saturno sea Saturno, hasta que no quede nada.
Los primeros dinosaurios no los vieron
Saturno perderá a sus anillos, pero aunque los científicos ya lo sepan, no va a cambiar mucho nuestras vidas terrenales. Aunque Saturno fue una de las primeras cosas que pudimos identificar en el cielo, su primera aproximación la dio la nave Voyager en la década de 1980, que hizo una pasada cercana al planeta.
Por aquel entonces, los científicos sospechaban que los anillos se habían formado junto a Saturno hace unos 4.600 millones de años, cuando el sistema solar era joven y bullicioso. En aquella época, con objetos rocosos volando por todas partes, un nuevo planeta podría haber capturado fácilmente algunos, arrojarlos alrededor de su centro y dejar que la gravedad los aplanara. Pero la mirada del Voyager sugirió otra historia.
Las observaciones captaron los anillos con más detalle que nunca, revelando que el sistema no tenía tanta masa como los investigadores habían predicho, lo que significaba que no podían tener miles de millones de años. Los anillos tenían que ser mucho más jóvenes, quizás de sólo 10 a 100 millones de años. O sea que no existían cuando los dinosaurios comenzaron a habitar la Tierra.