Análisis meteorológico de "El naufragio" de Vernet
El pintor barroco francés Joseph-Claude Vernet fue un afamado paisajista del siglo XVIII, que pintó dramáticas escenas de mar, como su famoso cuadro "El naufragio".
Los naufragios suelen venir precedidos del hundimiento de barcos cerca de islas o zonas costeras, como consecuencia de un fuerte temporal marítimo, en el que los vientos violentos y rafagosos dan como resultado una mar embravecida, con olas enormes, todo ello bajo intensos aguaceros y los fogonazos de los rayos que deja la tormenta. Estas escenas tan dramáticas han pintadas por distintos artistas, entre los Claude-Joseph Vernet (1717-1789) ocupa un lugar destacado.
Este pintor barroco francés del siglo XVIII destacó como paisajista. Sus impresionantes marinas ocupan un lugar destacado de su producción. El tratamiento de la luz es una de las señas de identidad de sus paisajes. Durante veinte años –entre 1733 y 1753– Vernet se formó como pintor en Roma y allí aprendió la técnica pictórica de grandes maestros como Claudio de Lorena (1600-1682); de quien bebieron muchos otros pintores.
Una de sus obras maestras es El naufragio, que pintó en 1759, por encargo del rey Luis XV de Francia. En esta pintura podemos apreciar multitud de detalles de interés meteorológico, tanto el agitado estado del mar, con las olas espumosas rompiendo contra los roquedales de la abrupta costa, como las voluptuosas formas nubosas de una tormenta ya en retirada. La luz del sol baña la escena. Desde el astro rey se despliega un abanico de rayos que iluminan la parte baja de las nubes. Entre ellas se abre algún pequeño hueco por donde se ve el cielo azul.
Un motivo recurrente en Vernet
El análisis meteorológico que podemos hacer de El Naufragio, es extensible a otro cuadro del artista que presenta muchos elementos comunes. Se trata de Tempestad marina con naufragio, pintado en 1770. En este último caso, el pintor no introduce la claridad de la luz del sol que emerge tras la tempestad, sino la de los relámpagos generados por la tormenta que domina en la escena, con su característico resplandor.
Ambas pinturas inmortalizan sendos momentos de gran dramatismo, en que los náufragos están expuestos a un gran peligro, a merced del fuerte oleaje, que en cualquier momento puede abatirles mortalmente. Los dos cuadros nos recuerdan la fragilidad de los seres humanos frente a las fuerzas desatadas de la naturaleza.
En los dos naufragios retratados, Vernet da sobradas muestras de su precisa y depurada técnica pictórica. La disposición de las figuras y los elementos naturales, como las olas y las rocas, crea una sensación de movimiento y caos, transportando al espectador directamente al corazón de la acción. En mitad de ese ambiente tenebroso, propio de una tempestad marítima, en El naufragio la luz del sol puede ser interpretada como la esperanza en mitad de la adversidad.
El contrapunto de la mar en calma
Vernet dejó para la posteridad varias obras maestras más que tienen al mar como protagonista. Si visita el Museo Thyssen-Bornemisza, en Madrid, tendrá la oportunidad de disfrutar –entre otros muchos cuadros maravillosos– de Noche: escena de la costa mediterránea con pescadores y barcas, que el artista pintó seis años antes que El naufragio, en 1753. Se trata de una bella marina nocturna con unas nubes a la luz de la luna, dejándose entrever algunas estrellas entre los huecos que quedan entre ellas.
A pesar de que la escena se desarrolla por la noche, el cuadro es luminoso. En esta escena de la costa mediterránea, al fondo del cuadro, entre brumas, en la parte del mar más iluminada, se intuye la presencia de un puerto, gracias a las arboladuras de los barcos. Los contrastes de luz en el lienzo son motivo de admiración. Hasta tres fuentes de luz –la Luna, la lumbre de la parte izquierda y la fogata de la derecha–incluye este artista barroco en el cuadro, lo que permite apreciar un sinfín de interesantes detalles.
La luz de luna perfila los contornos de las nubes, generando a su vez una brillante aureola alrededor del astro. Gracias a esa luz plateada, comprobamos también cómo la superficie del mar presenta un pequeño oleaje. Se trata, en resumidas cuentas, de un paisaje atmosférico-marítimo de ejecución perfecta, que junto a los dos cuadros de naufragios que se han comentado, forman un conjunto de pinturas espectacular.