¿Agua fría o caliente? Así debe ser la ducha para combatir el calor
Ahora que estamos a las puertas de la segunda ola de calor del verano, viene bien volver a los básicos. ¿Cómo debemos ducharnos en verano, con agua caliente, fría o templada?
En los días tórridos de verano no hay nada más apetecible que una bebida fría, una ducha helada o ponerse frente al aire acondicionado. Son medidas de choque pero ¿resultan útiles de verdad para combatir el calor? Vamos a verlo.
Nuestras defensas contra el calor
Nuestro cuerpo tiene una serie de mecanismos destinados a eliminar el exceso de temperatura en verano, es la denominada termorregulación. En los mamíferos, el control de la temperatura es esencial y en los seres humanos debe situarse a unos 37ºC para asegurar un correcto control de las funciones vitales.
Uno de estos mecanismos es la vasodilatación. Cuando aumenta la temperatura, el sistema nervioso envía señales para que los vasos sanguíneos se dilaten y la sangre se conduce a la superficie de la piel. Esto permite que el calor se pierda de forma más efectiva y es una de las razones por las que a algunas personas se les enrojece la piel cuando hace calor.
El mecanismo más importante de regulación del calor es la sudoración. El sudor es liberado por las glándulas sudoríparas, presentes en gran cantidad. La evaporación del sudor permite una transferencia de calor al medio ambiente como vapor de agua a través de la piel y las vías respiratorias.
¿Ducha fría o caliente?
En contra de la creencia común, ducharse con agua muy fría puede resultar contraproducente. Cuando el agua fría entra en contacto con nuestra piel, los vasos sanguíneos se contraen y la irrigación sanguínea disminuye con el objetivo de no perder más temperatura. Esto es así porque un cambio de temperatura tan radical se interpreta como una amenaza. De forma inmediata podemos notar que nos refrescamos, pero el cuerpo seguirá produciendo calor una vez hayamos salido de la ducha.
La solución
Lo suyo es ducharse con agua tibia porque de esta manera el flujo sanguíneo aumenta hacia la piel y la sudoración ocurre de forma correcta. La temperatura de la ducha se debe bajar de forma gradual permitiendo unos segundos de adaptación entre cada cambio de temperatura.
Al salir de la ducha, vístete en una habitación fresca y no frotes enérgicamente con la toalla puesto que la fricción generará más calor.