50 días de terremoto, ¡y nadie se dio cuenta!
Un estudio reciente descubrió que en verano de 2016 un seísmo libero su energía a lo largo de casi dos meses al sur de Estambul. El fenómeno es conocido como “terremoto lento” y la ciencia investiga su relación con los grandes terremotos.
En el verano de 2016 se produjo un enorme terremoto en el noroeste de Turquía. La noticia no debe sorprender, dado que la región se encuentra sobre una red de fallas que históricamente ha producido diversos movimientos sísmicos. Lo extraño de este evento en particular es que duró 50 días y nadie lo sintió.
Un reciente estudio se centró en este tipo de terremoto peculiar, conocido como “terremoto lento”. A diferencia de los terremotos “típicos”, que rompen la corteza con una sacudida repentina, los lentos implican un movimiento muy gradual a lo largo de una falla. No liberan las drásticas ondas sísmicas habituales, lo que significa que no producen temblores.
La lentitud de estos terremotos dificulta su detección, dado que la ausencia de ondas sísmicas implica que los sismómetros son incapaces de advertir estos fenómenos. En el reciente estudio liderado por Martínez-Garzón, investigadora de geomecánica del Centro de Investigación Alemán en Geociencias (GFZ) de Potsdam, se emplearon pozos de perforación en el mar de Mármara. Estos pozos estaban llenos de medidores de deformación, que miden la deformación lenta de las rocas a su alrededor.
¿Qué sabemos sobre los terremotos lentos?
Rebecca Bell, profesora que estudia la evolución tectónica en el Imperial College London, explica que los terremotos lentos se descubrieron a principios de la década del 2000 en la zona de subducción de Cascadia, en el Pacífico Noroeste de los Estados Unidos, poco antes de detectarlos en las zonas de subducción de Nueva Zelanda.
“Los terremotos lentos hacen que nos demos cuenta de que existe todo un espectro de deslizamiento de fallas entre ambos extremos”, afirma Bell. Estos eventos liberan la energía equivalente a la de un enorme terremoto repentino, pero ocurren durante tanto tiempo que la energía nunca se convierte en temblores superficiales. Si los grandes terremotos pueden compararse con explosiones de pólvora, los terremotos lentos serían como velas que van agotando el combustible lentamente.
El terremoto lento más largo documentado se produjo en Alaska y provocó un fenómeno de magnitud 7,8 que tardó nueve años en finalizar. Este fenómeno tardó tanto que, hasta que se detuvo, los investigadores habían asumido que el desplazamiento gradual de la falla era lo que siempre había hecho la región.
Mucho por descubrir
Hasta ahora, “los orígenes y la naturaleza de los terremotos lentos resulta enigmática”, afirma Masayuki Kano, profesor adjunto de geofísica en la Universidad de Tohoku.
Hay sospechas de que los grandes terremotos pueden iniciar terremotos lentos. Un seísmo de magnitud normal 4,4 tuvo lugar en el mar de Mármara poco antes de que comenzara el terremoto lento de 2016. Y después del terremoto de Kaikoura, Nueva Zelanda, en 2016, se detectaron terremotos lentos por toda la región. Este tipo de fenómenos sugieren la existencia de una interacción entre los procesos sísmicos y asísmicos, según Martínez-Garzón.
“Pero ¿pueden los terremotos lentos provocar grandes seísmos?”, se pregunta Bell. “Esa es la gran incógnita y todavía no la hemos resuelto”.