¿Es la fidelidad una cuestión climática?
¿Y si la monogamia dependiese, entre otros factores, de la temperatura media? ¿Creéis que seriamos más promiscuos a más calor o a más frío?
En ocasiones llegan hasta mis manos artículos que, de entrada, me parecen inclasificables y merecedores, cómo mínimo, de una candidatura a los IgNobel. Una temática espinosa y un aparente abordaje simplista o reduccionista del problema propuesto suelen activar mis prejuicios al iniciar su lectura. Pero, afortunadamente, los prejuicios están justamente para no tomárselos en serio y así poder ampliar nuestro conocimiento. Este es el caso del estudio que hoy os quiero presentar.
El artículo, recogido en Behavioral Ecology, concluye que las hembras de la mosca de la fruta tienen más probabilidades de ser promiscuas en climas fríos.
Más promiscuidad en climas más fríos
La exposición de los distintos genotipos de moscas recolectados a diferentes temperaturas en el laboratorio demostró que el factor determinante al analizar el hábito sexual de la especie es sin duda el genético; la temperatura se reveló como una importante influencia secundaria a la hora de mantener la monogamia.
Las causas de aceptar más machos para aparearse tiene una explicación claramente evolutiva –la ventaja que supone tener descendencia genéticamente diversa aumenta las probabilidades de supervivencia de la prole -pero aun no se entiende por qué con temperaturas más altas las moscas parecen preferir la monogamia.
Como siempre éste no parece ser un comportamiento anecdótico de este tipo de insecto si no que conclusiones similares se encontraron en aves, reptiles y peces.
El cambio climático favorecerá la monogamia
Resulta inevitable tratar de extrapolar estos resultados a horizontes futuros en los que el cambio climático seguirá elevando inevitablemente la temperatura media del planeta. Según lo leído, a temperaturas más altas algunas especies preferirán la monogamia. Eso añade una dificultad extra a las muchas que supone el cambio climático en sí ya que dichas especies, al compartir menos material genético, serían más vulnerables a los cambios en el entorno.
En todo caso es una conclusión que resulta coherente con otros resultados como el que nos indica que con el cambio climático nacerán menos machos por lo que la promiscuidad será, in duda, un lujo.