¿Se puede explicar la existencia de Dios de forma científica y racional? La teoría de Kepler con las órbitas planetarias
Johannes Kepler fue unos de los primeros científicos de la historia que intentó dar una explicación científica y racional de la existencia de Dios. Estas fueron sus principales conclusiones.
El conocido astrónomo y matemático Johannes Kepler (1571-1630) fue un adelantado de su época. En el siglo XVII, cuatro siglos antes de la actualidad, intentó unir ciencia y religión para dar una explicación científica de la existencia de Dios.
Ciencia y religión
En aquellos tiempos, la fe y la religión estaban más desunidos que nunca. La potente autoridad eclesiástica no permitía un avance significativo de la ciencia. Kepler, aparte de ser un genio de las ciencias, era un ferviente católico protestante, seguidor de la fe cristiana.
Creía fehacientemente que el mundo había sido diseñado por el Creador y que la armonía de los mundos (Mercurio, Venus, La Tierra, Marte, Júpiter y Saturno, los descubiertos en aquella época) y la perfección en la naturaleza, que observaba a su alrededor, tenía que haber sido creada por Dios.
Convencido de ello, se centró en el estudio de las órbitas de los planetas alrededor de la Tierra en el plano celeste. Siendo un firme partidario de las ideas de Copérnico, creía que estas seguirían trayectorias circulares perfectas, y que las distancias entre los planetas al Sol estaban encajadas en el interior de poliedros regulares perfectos, haciéndolo a imagen y semejanza de Dios.
Adelantó lo que siglos posteriores los científicos calificarán como "ajuste fino", es decir, las órbitas de los planetas descubiertos debería seguir unas trayectorias muy precisas para poder explicar el movimiento observado de los planetas alrededor del Sol.
Para demostrar esa “perfección”, aplicó a su modelo cosmológico de los cuerpos perfectos el análisis de los datos empíricos obtenidos de las trayectorias de los 6 planetas a través de los datos recopilados de su colaborador astrónomo Tycho Brahe.
Resultados inesperados de "su perfección"
Pero… malas noticias: las observaciones de las órbitas de los planetas no seguían una órbita circular cómo preveía. Lo intentó muchas veces, pero su nerviosismo y frustración no hizo más que aumentar. No se ajustaban. Las órbitas no seguían trayectorias circulares perfectas: había una desviación de unos cuantos grados de arco.
Su ajuste fino de las trayectorias circulares fallaba. Aunque nunca abandonó esta teoría, tuvo que reconocer que quizá Dios no era tan perfecto cómo presuponía. Si Dios no era tan perfecto, los planetas tampoco seguirían patrones perfectos en sus movimientos.
Después de una vida completa dedicada al estudio científico, junto con las observaciones que poseía gracias a Tycho Brahe, pudo demostrar que los movimientos de los planetas alrededor del Sol se ajustan a la ecuación de una elipse (un pseudo-circunferencia). Después de eso, logró alcanzar sus tres famosas leyes.
La Leyes de Kepler
Las siguientes leyes universales explican al detalle el movimiento de los planetas alrededor de sus estrellas, esto en cualquier punto del universo:
- Ley de las Órbitas: todos los planetas siguen órbitas elípticas alrededor del Sol, con este localizado en uno de los focos de la elipse.
- Ley de las Áreas: todos los planetas barren áreas iguales en tiempos iguales. La velocidad de un planeta no es constante y se mueve más rápido cerca del Sol y más lento cuando está alejado.
- Ley de los Períodos: el cuadrado del periodo de un planeta es proporcional al cubo de la distancia media al Sol. Relaciona la duración de las órbitas de cada planeta con su distancia al Sol.
Sin darse cuenta, con sus tres importantísimas leyes, Kepler no solo pudo explicar los movimientos de los astros alrededor de sus estrellas, sino que fue uno de los primeros científicos no materialistas que proporcionó un “ajuste fino, quizá no perfecto” al universo, sin aún saber que las leyes de la Naturaleza venían fijadas por las teorías relativistas descubiertas por Albert Einstein, siglos más tarde.
Posteriormente a ellos, se ha podido demostrar que los ajustes finos del universo, que le dan sentido al cosmos que vivimos y experimentamos, prácticamente imposibles de explicar por causa del azar, podrían tener un “diseñador inicial”.
Muchos años más tarde, desde aquella frenética lucha en que Kepler se embarcó, sus ideas recibieron un nuevo soplo de aire fresco de convencimiento en su más que ferviente fe: el universo creado por Dios y su ajuste fino pueden llegar a ser explicados por la ciencia.
Aquello fue el inicio del acercamiento de la ciencia a la fe, cada vez más próximos uno del otro, complementándose en la armonía de los mundos.