Verano de 2022. Un cóctel explosivo de extremos
Las olas de calor extremo en combinación con los devastadores incendios forestales, la sequía que estamos padeciendo y algunos fenómenos meteorológicos muy adversos (pedrisco, reventones...) han convertido al verano de 2022 en un coctel explosivo.
Desde el punto de vista meteorológico/climatológico, el verano de 2022 ya ha tocado a su fin. Lo hizo el pasado 31 de agosto. Ese día culminó un trimestre veraniego (junio-julio-agosto) que pasará a la historia por la concatenación de un conjunto de hechos extraordinarios, que difícilmente localizaremos en las efemérides meteorológicas.
En el pasado ha habido veranos tórridos y el calor extremo ha alcanzado registros comparables o incluso superiores a los del último verano, tampoco han faltado las sequías, los terribles incendios forestales, las fuertes granizadas, los reventones cálidos… pero no todo a la vez y con la magnitud alcanzada.
Aunque pueda sonar exagerado, hemos asistido a un cóctel explosivo de extremos climáticos, entre los que se incluyen tanto las olas de calor y las sequías, como los fenómenos meteorológicos adversos. No sólo es reseñable la magnitud que han alcanzado algunos de esos extremos, o su persistencia –como el número de días que se han producido olas de calor– sino la extensión de las zonas afectadas por toda la Tierra, lo que ha impactado directamente en muchos millones de personas, en lo que ya podemos calificar como una nueva realidad climática.
Calor extremo y grandes incendios
Allá por el mes de abril, a falta de terminar la primavera y comenzar el verano, las predicciones estacionales (en particular la del ECMWF, que es el modelo con el que trabajamos en Meteored) ya apuntaban a un verano con temperaturas significativamente más altas de lo normal en buena parte de Europa, lo que se fue confirmando en las sucesivas actualizaciones.
El calor extremo se extendió desde los meses primaverales por muchas zonas del hemisferio norte. En abril y mayo en India y Pakistán se llegaron a superar los 50 ºC de máxima. Luego en verano, aparte de en Europa, las olas de calor no dieron tregua en China, sin olvidarnos de las de EEUU o Japón, entre otros países.
Ciñéndonos a España, en mayo se produjo un episodio de altas temperaturas que a punto estuvo de convertirse en la primera ola de calor del año (fuera del verano). No hubo que esperar mucho para que llegara la primera en junio, la de julio (recordada, entre otras cosas, por elevar la temperatura en las Islas Británicas por encima de los 40 ºC por primera vez desde que hay registros) y la de agosto. En total hubo 42 días bajo condiciones de ola de calor durante el verano ibérico, superando por mucho las marcas de otros veranos anteriores también muy calurosos.
Las condiciones prolongadas de altas temperaturas y sequedad ambiental elevaron el riesgo de incendios forestales al nivel máximo (extremo) durante gran parte del verano, con las consecuencias que hemos visto. Sólo en España han ardido 300.000 hectáreas (ha) en lo que va de año. Únicamente el año 1994 supera al actual (al que le faltan aún 4 meses para finalizar) en tan tristes estadísticas.
Se producen cada vez más grandes incendios (de más de 500 ha), que en muy poco tiempo desde su generación se hacen incontrolables, complicando muchísimo las labores de extinción. Contribuyen a ello distintos factores, pero son las condiciones que impone el calentamiento global las que explican en gran medida el protagonismo creciente de esos megaincendios.
Una sequía inconclusa
Para completar el cóctel, las altas temperaturas y los devastadores incendios no han venido solos. Ambos hechos han contribuido a agudizar la sequía que ya apuntaba maneras al inicio del verano, tanto en España como en el resto de Europa y otras regiones del mundo (China, suroeste de los EEUU…)
Particularizando para el sur de Europa, por las características que tiene el clima mediterráneo todos los años hay que contar con el estiaje estival. El problema viene cuando llegamos al mes de junio ya con un importante déficit hídrico. El resultado lo estamos viendo ahora, a principios de septiembre, con cauces secos y embalses bajo mínimos, con un aspecto que no veía desde hace mucho tiempo.
En España, la actual sequía es la de mayor magnitud en lo que llevamos de siglo, y en función de cómo sea el comportamiento pluviométrico del otoño, se acercará más o menos a los niveles que alcanzó la última gran sequía ibérica, a mediados de los años 90.
Una sequía como la actual dispara todas las alarmas. Su impacto, ya es notable en la agricultura (con un importante descenso en la productividad) y se irá extendiendo, de seguir sin llover lo suficiente, a sectores tan diversos y vitales como el industrial, el energético o el transporte, aparte de las posibles restricciones para el consumo humano, que es la última medida a aplicar, cuando la escasez supera ciertos límites.
Volviendo a las predicciones estacionales del Centro Europeo, a día de hoy no apuntan a un otoño particularmente lluvioso (húmedo o muy húmedo) en España y gran parte de Europa. De irse confirmando esa tendencia, según avance la estación otoñal podría irse agudizando la sequía, sin que su final se vea de momento en el horizonte.