Unos científicos de Edimburgo descifran un antiguo enigma sobre la predicción de tormentas solares detrás de las auroras

Los científicos han resuelto un misterio centenario sobre el campo magnético del Sol, que podría ayudar a predecir las tormentas solares que provocan auroras boreales.

Erupción solar
Las erupciones explosivas del campo magnético solar pueden desencadenar auroras.

Predecir tormentas solares como la que provocó las recientes y deslumbrantes auroras boreales de hace unos días, que se vieron hasta en España o México, debería ser más fácil, según los descubrimientos de un equipo de científicos de Edimburgo.

Se sabe que el Sol atraviesa ciclos de 11 años durante los cuales la actividad solar es cada vez más intensa. Pero los astrónomos llevan mucho tiempo sin conocer con detalle lo que ocurre bajo la superficie, incluido el punto de partida exacto del proceso que genera el campo magnético del sol, conocido como dinamo solar.

Se trata de un misterio que se remonta siglos atrás, desde que el polímata renacentista Galileo Galilei realizara las primeras observaciones detalladas de las manchas solares -manchas oscuras causadas por cambios en el campo magnético del Sol- en 1612 utilizando los primeros telescopios astronómicos que él mismo había inventado.

La dinamo solar es el problema sin resolver más antiguo de la física teórica.

Las erupciones explosivas del campo magnético solar pueden desencadenar auroras boreales y dañar satélites y redes eléctricas.

La dinamo solar, un misterio sin resolver

Investigaciones anteriores sugerían que el proceso de la dinamo comienza en el fondo de un océano profundo de gases agitados, a más de 200 000 kilómetros por debajo de la superficie. Sin embargo, un equipo dirigido por la Universidad de Edimburgo ha descubierto, mediante modelos matemáticos y un superordenador de la NASA, que el proceso se origina relativamente cerca de la superficie, a unos 32000 kilómetros de profundidad.

Descubrieron que los fuertes vientos cerca de la superficie solar impulsan la creación de campos magnéticos a través de un proceso que las teorías anteriores habían pasado por alto, denominado inestabilidad magnetorotacional, que también se produce alrededor de los agujeros negros y los sistemas estelares planetarios jóvenes. 

El autor principal, el Dr. Geoffrey Vasil, de la Facultad de Matemáticas de la Universidad de Edimburgo, declaró: «La dinamo solar es el problema sin resolver más antiguo de la física teórica; es absolutamente fascinante.

Auroras tormenta solar
Una intensa tormenta solar a principios de mayo hizo que las auroras se vieran mucho más al sur de lo normal

«Sabemos que la dinamo actúa como un reloj gigante con muchas piezas complejas que interactúan, pero no conocemos todas las piezas ni cómo encajan», afirma.

Se podrían prevenir daños en las redes electrónicas

Según los investigadores, precisar el punto de partida del proceso y comprender su evolución podría ayudar a mejorar la previsión de las tormentas solares.

La tormenta solar más potente de la que se tiene constancia fue el llamado Evento Carrington en 1859, que dañó el incipiente sistema telegráfico y provocó llamativos espectáculos aurorales en todo el mundo.

Una tormenta de intensidad similar causaría estragos en la Tierra hoy en día, dado que muchos aspectos de la vida moderna dependen de la electricidad, según el equipo. En 2012, una tormenta similar no llegó a la Tierra por solo nueve días. 

Sin embargo, los ingenieros podrían tomar medidas para evitar daños catastróficos en las redes electrónicas si se les avisara con suficiente antelación de la llegada de tormentas solares, que pueden alcanzar la Tierra en tan sólo 15 horas. 

El equipo, en el que también participaron varias universidades de EE.UU. y que fue financiado por la NASA, llevaba 20 años trabajando en estas ideas, y había sido «muy satisfactorio» ver los resultados finales del trabajo, añadió.

Referencia de la noticia:

Vasil, G.M., Lecoanet, D., Augustson, K. et al. The solar dynamo begins near the surface. Nature 629 , 769–772 (2024). https://doi.org/10.1038/s41586-024-07315-1.https://www.nature.com/articles/s41586-024-07315-1