Torres de alta tensión: ¿son realmente perjudiciales para la salud?
Son objeto de oposición para un creciente número de ciudadanos que asocian su presencia al incremento de casos de cáncer y otras dolencias. Pero, ¿qué dice la comunidad científica sobre los efectos en la salud de las radiaciones no ionizantes?
En las últimas décadas, el desarrollo de la tecnología ha ido ligado a las crecientes dudas sobre los efectos en nuestra salud de numerosas fuentes de campos electromagnéticos (CEM), como los hornos microondas, las pantallas de ordenadores y televisores, las cocinas de inducción, las redes inalámbricas, los teléfonos móviles y, también, las líneas de conducción eléctrica.
En respuesta a la preocupación general de la sociedad sobre los efectos en la salud por la exposición a los campos electromagnéticos, en 1996, la Organización Mundial de la Salud (OMS) puso en marcha el Proyecto Internacional CEM de investigación multidisciplinar.
El objetivo era reunir los conocimientos y recursos disponibles de organismos e instituciones científicas clave, para ayudar a los Estados Miembros a lograr ambientes seguros, sostenibles y saludables para las personas.
Casi treinta años después, la mayor parte de los estudios epidemiológicos realizados concluyen que los dispositivos de uso común no constituyen una amenaza para la salud pública. Pero, ¿qué ocurre con las torres de alta tensión? Vamos a analizarlo.
Límite de los campos electromagnéticos para la salud humana
Una torre eléctrica es una estructura reticular de acero cuya función es servir de soporte aéreo de líneas de transmisión para la distribución de energía eléctrica, ya sea de baja, media o alta tensión, desde las centrales generadoras hasta las subestaciones.
Las de alta tensión transportan a grandes distancias enormes flujos de corriente de alto voltaje. En España, generalmente son de 400 kilovoltios (kV). Ese flujo constante de electricidad produce radiación no ionizante de baja frecuencia de unos 50 hercios (Hz).
Los efectos de la exposición externa a los CEM en el cuerpo humano y las células dependen principalmente de la frecuencia y de su magnitud o intensidad. La frecuencia describe el número de oscilaciones o ciclos por segundo y se calcula en kilovoltios por minuto (kV/m). La intensidad de los campos magnéticos se mide en microTeslas (μT).
En las líneas de mayor tensión instaladas en nuestro país, los valores de radiación son de 3-10 kV/m y de 1-20 µT. Cifras que disminuyen con la distancia a la línea.
Por ejemplo, a 100 metros de distancia, los valores descienden a 0,02-0,15 kV/my 0,02-0,30 µT. La normativa española considera que las exposiciones a niveles de campo electromagnético por debajo de 100 µT no provocan ningún efecto nocivo en la salud humana.
Una larga controversia internacional
Entonces, ¿por qué se vinculan las exposiciones a los campos magnéticos con el desarrollo de cáncer y otras dolencias cardiovasculares y neurodegenerativas o incluso la depresión?
La inquietud se remonta a 1979, tras un estudio publicado en la Revista Americana de Epidemiología que desarrolló una relación entre las líneas eléctricas y la leucemia infantil. A la misma conclusión llegaron, en 2005, investigadores de la Universidad de Oxford, en Reino Unido.
Por un lado están quienes consideran que la cercanía a las torres de alta tensión aumenta de forma notable el riesgo de padecer cáncer; por otro, quienes creen que los efectos sobre la salud de los campos electromagnéticos de baja frecuencia son muy pequeños en comparación con otros riesgos a los que nos enfrentamos las personas en la vida diaria.
¿Qué concluye la OMS? "No confirma" que la exposición a campos electromagnéticos de baja intensidad tenga consecuencia negativa para la salud. Pero tampoco pone en cuestión que, por encima de determinados umbrales, los campos electromagnéticos “puedan desencadenar efectos biológicos”.
Este “ni confirma ni desmiente” no es, desde luego, una respuesta tranquilizadora tras más de tres décadas de investigaciones.
La hipersensibilidad electromagnética
Algunas personas vinculan los dolores, cefaleas, depresión, letargo, alteraciones del sueño e incluso convulsiones y crisis epilépticas que padecen, a la exposición a campos electromagnéticos.
La OMS también tiene una respuesta para el denominado Síndrome de Hipersensibilidad Electromagnética Percibida, y asegura que hay escasa evidencia científica que apoye la posible existencia de esta patología.
Mientras tanto, una de cada mil personas en el mundo, manifiestan síntomas que atribuyen a la radiación de las ondas electromagnéticas. Y en España, la Justicia ha llegado a reconocer una prestación económica a un ingeniero en telecomunicaciones con electrosensibilidad, cuyos síntomas mejoraban notablemente al trabajar fuera de las zonas de riesgo.