A abril, desearle por lluvioso y temerle por vil
Abril, mes hortelano por excelencia, lo esperamos por sus aguas mil y lo tememos por sus grandes cambios. Antiguamente eran muchas las rogativas que se hacían para que sus caras no fueran siete.
Acabamos de empezar abril y ya nos ha presentado varios rostros. Como hemos visto, bien puede hacer tiempo seco, caluroso y soleado o bien puede llover, con tormentas y granizo. Y esto solo en seis días de este mes considerado de transición, claramente primaveral y variable.
Nuestros antepasados, muy ligados al campo y por tanto pendientes de las inclemencias meteorológicas, no tenían manera de saber y, por tanto, de prevenir el curso de los acontecimientos. Cuando la falta de agua secaba los cultivos o incluso el ganado se moría de sed, o cuando los campos estaban anegados y no se podía sembrar, solo quedaba rogar a la espera de un cambio de la situación atmosférica.
Sacrificios y rogativas
En todas las civilizaciones las gentes han sufrido épocas de escasez debidas a situaciones de desequilibrio natural relacionadas con los fenómenos atmosféricos. Por ejemplo, los romanos pedían a Júpiter por la buena cosecha y por la llegada a tiempo de la lluvia, y los paganos nórdicos ofrecían sacrificios a sus dioses y a los espíritus de la naturaleza. En caso de hambrunas, enfermedades o dificultades con la atmósfera, las ofrendas iban dedicadas al dios Thor, gobernante del trueno y el relámpago, el viento y la lluvia, la luz del Sol y las cosechas.
En la época moderna ya no se realizan sacrificios, pero sí se hacen oraciones, plegarias, rezos, súplicas, rogativas o invocaciones a los santos para que nos ayuden en las situaciones adversas. El inicio de las rogativas católicas parece que data del año 470 cuando San Mamerto de Vienne realizó varias procesiones para pedir fin a una serie de calamidades naturales.
Centrándonos en la tradición católica, las rogativas son oraciones públicas que pueden ser rogativas generales, que tienen lugar en fechas fijas del calendario, con motivo de celebraciones de determinadas festividades, y rogativas extraordinarias para tratar de dar solución a determinados problemas, muchos de ellos relacionados con la Meteorología.
Estas invocaciones solían tener una gran relevancia social, ya que funcionaban como respuesta a una crisis que amenazaba la estabilidad económica de las gentes y, por tanto, podía provocar una crisis social. Se pretendía unir a la mayor parte de las personas en la realización de estos rituales, en vez de que puedan llegar a ser movilizaciones de protesta ante los poderes públicos por la sensación de desamparo debido a una situación de necesidad.
Nunca llueve a gusto de todos
Esta paremia española nos sirve de introducción a los dos tipos de invocaciones más utilizadas para rogar a los santos o a las vírgenes en su valor de mediación ante Dios para la solución del mal por el que se está pidiendo. Así tenemos las rogativas pro pluvia, que son oficiadas para pedir que llueva en momentos de una gran sequía, por ejemplo la realizada el 27 de abril de 1426 en Madrid, que ante la gran falta de agua se sacó en rogativa el cuerpo de San Isidro. Y las rogativas pro serenitate, que son las destinadas a contener el exceso de la precipitaciones, como la llevada a cabo el 9 de abril de 1590 en Toledo, ante el daño que hacía la abundante lluvia.
Está claro que en nuestro territorio, por su especial situación geográfica, la utilización de estas invocaciones no será igual de frecuente en unas comarcas que en otras, ya que son más probables los excesos de agua en el norte que en el sur o por su extrema ausencia, más habitual en las partes meridional y oriental que en el resto de la Península. Tampoco en todas las épocas del año se recurre a las rogativas, siendo especialmente utilizadas en otoño y en primavera, en este último caso, los meses de abril y de mayo son en los que más efemérides de este tipo nos podemos encontrar.
Avisos en los refranes de la temperie
Hay que recordar la importancia de abril en las labores agrícolas, ya que es el momento de la siembra de todos los productos que se quieran cultivar en el verano, principalmente relacionados con la huerta. Es uno de los meses más pródigos en lluvia en la Península Ibérica, pero también es un momento del año en el que la estabilidad del tiempo es muy necesaria si se quieren evitar problemas en los meses venideros.
Empezamos con unos refranes mínimos, como son “Abril, llovedero” o “Abril, mojado”, que hacen referencia a que este mes es uno de los que más aporte hídrico tiene en la mayoría de las regiones peninsulares y también se puede interpretar como señal de buen augurio: “Abril mojado, de panes viene cargado”.
Y terminamos con unos más clásicos que claramente nos advierten de lo cambiante que es este mes y de ahí la importancia de las rogativas pro serenitate en esta época del año: “Abril, uno bueno entre mil” y “No hay abril que sea vil, al principio, al medio o al fin”.
Esperemos que el de este año sea para todos bueno y no cumpla el refrán de: “Abril, abrilete; tienes caras siete”.