Se acerca la temporada de "lluvias cálidas", un riesgo mediterráneo al alza
Este tipo de lluvias son de difícil predicción, al igual que sucede con las asociadas a tormentas, pero en este caso son aún más difíciles de detectar y pueden tener efectos adversos.
El Mediterráneo está cada vez a mayor temperatura, como es habitual durante el verano, y es muy probable que sea durante las próximas semanas cuando su superficie alcance los valores más altos del año. Este verano, además, está resultando ser especial en toda la zona occidental de este mar, con temperaturas que alcanzan ya los 29 ºC, que resultan estar entre 4 y 6 ºC por encima de los valores normales en algunos sectores próximos a la Península Ibérica.
Estas condiciones, especialmente cálidas, no son necesariamente indicio de una temporada especialmente húmeda como bien se ha recordado estos días. Hace falta que las condiciones en la troposfera sean favorables para que la convección se dispare y aproveche la energía disponible en el mar, de lo contrario se irá disipando lentamente durante el otoño sin consecuencias graves en tierra. Sin embargo, también es incorrecto afirmar que no influye en la naturaleza de las precipitaciones; lo hace y mucho. Un mar a esa temperatura es una "bomba de relojería" que puede o no detonarse dependiendo de los sistemas meteorológicos que nos visiten en los próximos meses.
Uno de los fenómenos meteorológicos a vigilar y que se nutre de un mar especialmente templado son las conocidas como lluvias cálidas. A diferencia de las nubes de tormenta convencionales o de las presentes en estructuras frontales durante el invierno, las masas nubosas que originan la lluvia cálida se encuentran a temperaturas superiores a 0 ºC y, por tanto, no suelen contener cristales de hielo o agua sobreenfriada. Sus topes son más bajos que los de las tormentas y generalmente no producen descargas eléctricas, pero pueden dejar lluvias muy fuertes y persistentes, sobre todo si el relieve de las zonas costeras actúa de realce orográfico de la masa de aire.
Difíciles de detectar y predecir
Al tener topes bajos y no contener granizo, graupel u otros tipos de precipitación sólida en su interior, las precipitaciones asociadas a estas nubes se forman únicamente por acreción de gotitas en suspensión, sin cambios de fase. Esto dificulta mucho su detección por radar y a menudo es fácil subestimarlas utilizando esta herramienta, ya que puede mostrar reflectividades inferiores a los 30 dB, correspondientes a una precipitación débil o moderada, cuando en realidad llueve intensamente, con tasas de acumulación a veces superiores a 30 mm/h.
Por otra parte, su predicción no es nada fácil, al igual que ocurre con otros tipos de precipitación de realce orográfico o convectivo, y es frecuente tanto subestimarla como sobreestimarla según el modelo que estemos usando. También la distancia a la que son detectadas por el radar está más limitada, ya que los topes nubosos rara vez superan los 4000 metros y la mayor parte de la precipitación se produce en los primeros 2 kilómetros de la troposfera. Esto significa que el haz del radar puede pasar por encima de las zonas de mayor intensidad de precipitación sin tocarla cuando se encuentra a mucha distancia y, por tanto, no puede detectarlas correctamente.