Seca del pino: la sequía y las plagas arrasan con los pinos del sur y este peninsular
La falta de precipitaciones no es la única amenaza para los bosques españoles de coníferas. Una mortífera enfermedad producto de la alianza entre un escarabajo autóctono y un gusano invasor, amenaza con expandirse y matar decenas de miles de árboles.
Las alarmas han saltado en la mitad oriental de España. La extrema y prolongada sequía que padecemos comienza a cobrarse la vida de ejemplares de pinos en espacios naturales de Cataluña, la Comunidad Valenciana o la Región de Murcia, y amenaza con consecuencias de dimensiones catastróficas. Sólo en la primera de estas comunidades autónomas, la Generalitat estima que podrían perderse hasta 10000 hectáreas de bosques en los próximos meses.
Pero el escenario empeora con otra amenaza que, hasta ahora, se circunscribía fundamentalmente al norte y al oeste de la península ibérica. Allí, verdes y frondosos pinos que aparecen sanos al principio del verano, mueren apenas comenzado el otoño tras volverse de un color pardo rojizo.
La causa es una enfermedad que produce la muerte súbita de las coníferas y que, en la actualidad, se ha convertido en el mayor peligro para los pinares en nuestro país.
A esta grave patología, los efectos del cambio climático le han venido como anillo al dedo. Y es que las temperaturas superiores a los 20 ºC y las escasas precipitaciones, favorecen su rápida expansión.
Así que todo apunta a que nos enfrentamos a una tormenta perfecta que podría llevar a la que se conoce como «seca del pino», a propagarse a velocidades de vértigo por aquellas zonas de España que sufren más los efectos de la desertificación.
La devastadora alianza de un nematodo y un insecto
La seca del pino está producida por un parásito llamado Bursaphelenchus xylophilus o Nematodo de la madera del Pino. Se trata de un gusano cilíndrico microscópico. Mide menos de 1 mm de longitud, por lo que no es apreciable a simple vista.
Este nematodo invasor no tiene capacidad de desplazarse de un árbol a otro. Necesita ser transportado. Y en Europa, ha encontrado el aliado perfecto en un escarabajo autóctono denominado Monochamus galloprovincialis.
Este insecto, también conocido como «escarabajo de cuernos largos» o «escarabajo de los pinos» es muy común en los bosques europeos. Una de sus características es que perfora la corteza de los árboles para hacer sus puestas de huevos, y ahí es donde el Bursaphelenchus xylophilus ha encontrado un filón para su propagación.
El contagio se produce así: el nematodo hiberna en la madera de los árboles infectados que, a su vez, también puede contener larvas del escarabajo. En primavera, estas larvas se convierten en insectos adultos portadores del gusano después de que hayan entrado en su tracto respiratorio.
Cuando los escarabajos vuelan a las copas de pinos sanos y se alimentan de brotes jóvenes y hojas, las larvas de los nematodos aprovechan para penetrar en la savia de los árboles a través de las heridas.
Una grave patología de proporciones epidémicas
La enfermedad es tan grave que los pinos afectados mueren irremediablemente entre uno y tres meses después de contraerla. Los primeros síntomas no son apreciables a simple vista. Tras la infestación, se reduce la emisión de resina y de la transpiración, es decir, el gusano bloquea el flujo del agua dentro del árbol.
Como consecuencia, 30 días después, las hojas o agujas del pino comienzan a amarillear en áreas del tercio superior de la copa. Es entonces cuando los signos de la enfermedad ya comienzan a ser evidentes. Rápidamente se produce la pérdida de vigor del árbol y las ramas se marchitan. Finalmente, el tronco también se seca y el árbol muere.
¿Cómo llegó a España?
Originarias de Estados Unidos, tras su aparición en Japón, Corea del Sur, China y Taiwán, donde ha matado millones de plantas, la enfermedad se propagó a otros lugares del mundo.
Se sospecha que la expansión se produjo a través de barcos que transportaban cargamentos de madera infectada. Tras esas introducciones accidentales, el contagio ha sido imparable, y hoy está considerada internacionalmente como la patología más dañina de los pinares a nivel mundial.
En el territorio europeo, el nematodo fue detectado en junio de 1999 en Portugal, concretamente en Setúbal, cerca de Lisboa. En nuestro país, la primera aparición se detectó en el término municipal de Villanueva de la Sierra, en Cáceres.
Esto obligó a la Junta de Extremadura a quemar decenas de miles de árboles de tres pueblos de la provincia en un radio de sólo 20 kilómetros, para frenar una propagación que es especialmente virulenta.
Posteriormente, aparecieron otros focos en comunidades autónomas también situadas en la frontera con el país luso: Galicia y Castilla y León. En la actualidad, ya se ha propagado prácticamente por todo el territorio de la península ibérica, a pesar de las restricciones impuestas para evitar la expansión de la enfermedad.
El control exhaustivo, la única esperanza por el momento
La seca del pino puede tener efectos devastadores en los ecosistemas forestales, ya que conduce a la pérdida de hábitat para la vida silvestre y aumenta el riesgo de incendios forestales.
Además, tiene consecuencias económicas relevantes, al afectar negativamente a las industrias forestales y del papel. Al tratarse de una enfermedad que impone una cuarentena, la presencia del nematodo implica importantes restricciones al comercio de madera y sus derivados.
Por ello, las comunidades autónomas desarrollan planes de contingencia para prevenir y gestionar la propagación de esta enfermedad. Hasta que se encuentre una cura, las soluciones pasan por la eliminación de los árboles con síntomas de decaimiento antes de crezcan las nuevas generaciones de insectos porteadores del nematodo que se alojan en ellos.
También se utiliza la captura masiva del escarabajo mediante el empleo de trampas durante su periodo de vuelo, que se produce en primavera y verano.