¿Sabes qué es la desinformación profesional? Aprende a identificarla para no propagar bulos en redes sociales

La desinformación constituye una amenaza global que genera la desconfianza de la gente hacia la ciencia, especialmente en el ámbito de la salud, poniendo muchas vidas en riesgo

La desinformación se ha convertido en una amenaza global que pone vidas en riesgo

Según un estudio de psicología social publicado en Science Direct, deslizamos unos 90 metros de información diarios en nuestras pantallas. Esto vendría a ser aproximadamente la altura de la Estatua de la Libertad, y una parte muy importante son contenidos erróneos, falsos o maliciosos.

Tipos de desinformación

En primer lugar, existe la información falsa creada con la intención de engañar por motivaciones políticas, económicas o sociales. Se trata de la denominada “disinformation” en inglés.

Si existe un vínculo emocional, aunque la información sea falsa, tendemos más a creerla.

En segundo lugar, encontramos la información falsa que se difunde sin intención de engañar, bajo la creencia de que puede ser beneficiosa. Es la llamada “misinformation” en inglés. Se transmite sin comprobar las fuentes, y puede tener mayor efecto porque normalmente viene de alguien en quién se confía, como familiares.

A pesar de que sólo el 3% de las cuentas activas en las redes sociales son tóxicas, producen el 33% de todo el contenido que se mueve en las mismas, según diversos estudios realizados.

¿Qué es la infodemia y cuándo surgió este término?

El término infodemia se refiere a la propagación de informaciones falsas en cantidades extremas, y conlleva los dos tipos de desinformación existentes. Se creó durante la pandemia del Covid-19 con la gran cantidad de contenido falso que circulaba por las redes.

La forma en que nos comunicamos con las distintas audiencias tiene que ser diferente para que la información sea entendible por nuestro público.

Este tipo de desinformación también afecta a la toma de decisiones, porque la gente no sabe cómo identificar la información verdadera, dada la gran cantidad de datos que le llegan por redes sociales, medios, amigos, familiares o por aplicaciones como WhatsApp.

La información debe ser accesible, fácil de atender y empática con las personas que la reciben. No hay que olvidar que tenemos diferentes sistemas de valores o conocimientos previos de las materias, y todo ello afecta a la manera que recibimos el mensaje.

La fiabilidad en cuestión de salud

Según indica el barómetro de salud Edelman de 2024, la fuente de información más confiable para las personas es, en primer lugar, su médico de atención primaria. En segundo lugar, los farmacéuticos y en tercer lugar, la familia y amigos.

Después se sitúan los gobiernos y, en última posición, los periodistas, diez puntos más abajo que en el informe anterior. El barómetro Edelman 2024 indica además que cuatro de cada diez personas se arrepienten de por lo menos una decisión sobre la salud basada en desinformación.

Mientras el 33% del contenido que se mueve en redes es falso, la confianza en las mismas va en aumento, en detrimento de la creciente desconfianza en los medios de comunicación tradicionales, como alertan el barómetro de confianza de la consultora Edelman y el Instituto Reuters.

En lo que respecto a los canales de información más confiables, varían según el país, la accesibilidad y la edad de las personas, pero la confianza en las redes sociales va en aumento.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) detecta desinformación en casi todas las áreas, pero en particular en algunas de gran importancia como la salud: vacunas, productos del tabaco, educación sexual integral, salud de la mujer, acuerdos internacionales para pandemias o supuestos intereses de farmacéuticas y algunas organizaciones internacionales son los temas más recurrentes.

El ámbito de la salud también se enfrenta a la polarización porque la desinformación afecta no solo a la toma de decisiones de los individuos, sino también la de los gobiernos que están expuestos como cualquiera a informaciones falsas. Desde la OMS trabajan para desmentir noticias falsas, proteger la salud pública y garantizar las decisiones informadas.

La vulnerabilidad y la profesionalización de la desinformación

Aunque todos somos vulnerables a la desinformación, la tecnología y la profesionalización de la desinformación dificultan todavía más poder distinguir lo verdadero de lo falso, aunque algunos sesgos nos hacen más vulnerables.

Uno de estos sesgos es el de confirmación: si ya he escuchado cierta información falsa, traigo la creencia y sólo espero que alguien me la confirme, sin importar quién sea. Otro es el de accesibilidad: implica que a menor diversidad de fuentes disponibles, mayor vulnerabilidad. Por ejemplo, si solo accedo a la de redes sociales, soy más vulnerable a la desinformación porque no la contrasto.

El último sesgo es el de repetición: si me reiteran en lenguaje simple una información sencilla, puedo no necesitar contrastarlo. Pero incluso los expertos en un tema pueden ser vulnerables, ya que la desinformación puede usar también lenguaje científico.

Se recomienda comprobar las fuentes, revisar que haya citas bibliográficas y cómo fue patrocinada o quién está detrás de la investigación, pero cada vez es más difícil. Debemos tener empatía porque no es que alguien no sea cuidadoso, ya que se ha creado un sistema muy complejo de desinformación.

¿Cómo podemos evitar convertirnos en fuentes de desinformación?

Para evitar convertirnos en fuentes de desinformación, debemos seguir el acrónimo SHARE (Source, Headline, Analyse, Retouched, Error). Primero, tenemos que verificar la fuente para asegurarnos que sea confiable, a veces con una simple búsqueda en internet. Leer todo el artículo y no dejarse llevar por titulares sensacionalistas.

Además, debemos analizar el contenido de la información y su coherencia, recordando que la correlación no implica la causalidad. Hay que estar alerta ante fotografías retocadas, que pueden comprobarse con una búsqueda inversa de imágenes. Y también debemos vigilar errores ortográficos o gramaticales en el texto, que son frecuentes en la información manipulada.

Referencia de la noticia:

Claire E. Robertson, Kareena S. del Rosario, Jay J. Van Bavel, Inside the funhouse mirror factory: How social media distorts perceptions of norms, Current Opinion in Psychology, Volume 60, 2024, 101918, ISSN 2352-250X, https://doi.org/10.1016/j.copsyc.2024.101918. (https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2352250X24001313)