Twitter hierve con la ola de calor. Es rigurosamente anómala
En las últimas horas se ha diluido la información de los riegos derivados de esta ola de calor entre un debate sobre la pertinencia o no de las informaciones mostradas por los medios de comunicación.
En cuestión de apenas un mes, España se ha visto involucrada en dos episodios de calor extremo. El primero, a mediados de mayo, no se consideró “ola” pero tampoco le hizo falta para batir récords por altas temperaturas en numerosas ciudades, como en Jaén, donde el mercurio por el mediodía no pudo zafarse de los 40 ºC en tres jornadas consecutivas, pulverizando una plusmarca tras otra. Y el segundo es el actual, que sin llegar al cénit ya ha dejado máximas de 43 ºC y varias tentativas de récord, que muy probablemente se confirmarán en los próximos días.
Pese a tener un sinfín de datos objetivos que respaldan el carácter extraordinario de estas jornadas, en las últimas horas estamos viendo muchas voces críticas que infravaloran el impacto de este tiempo a todas luces anómalo.
Todas las opiniones son respetables, pero algunas parece que han sido vertidas sin tener la información suficiente o hechas desde perspectivas ajenas al ámbito meteorológico. En las últimas horas, los mapas han dejado de verse como contenedores de datos y se han puesto a juicio a nivel profundo, de persuasión y seducción a lo Álex Grijelmo (La seducción de las palabras, 2007).
Fijándose en lo que subyace de los colores, se está perdiendo de vista la magnitud de las temperaturas que trasladan, en algunos casos fuera de toda lógica climática. Otra cosa es que ese análisis se haga además de forma sesgada, partiendo del escepticismo frente a la incidencia del actual cambio climático, algo que ya no sería una postura respaldada científicamente.
Las escalas en nuestros mapas
Los mapas de Meteored han sido fruto del trabajo de un equipo conformado por físicos, meteorólogos e ingenieros en informática, siempre atendiendo a las necesidades de un proyecto global que tiene que mostrar a la vez los 44 ºC de Écija y los -20 ºC de los Andes chilenos. Eso supone largas escalas con una paleta de colores muy amplia, en la que los tonos fríos representan las temperaturas bajas y los cálidos las altas. Tampoco se ha inventado nada, están basadas en una escala internacional estándar.
La supuesta intención de ser efectistas es tal, que el verano pasado hubo que ampliar la escala y los colores porque se había subestimado las temperaturas que zonas tan pobladas, como el valle del Guadalquivir, eran capaces de mostrar. Los modelos cada vez hacen apuestas más extremas y el visor de mapas no las abarcaba.
Respecto al clima, todos los expertos son conscientes de que está constantemente cambiando, desde los albores de la Tierra. Hubo períodos más cálidos, tanto, que la vida no fue posible, y otros más benignos como el actual, en el que hemos evolucionado hasta lo que somos hoy en día. El confort climático nos ha permitido avanzar mucho como especie, en un continuo proceso de adaptación a las condiciones naturales que ahora se están distorsionando, debido en parte a nuestra actividad económica. Esto nunca había sucedido antes.
Las temperaturas están subiendo de forma rápida y evidente. Desde 2015, España ha registrado 20 episodios de ola de calor, los mismos que se produjeron entre 1995 y 2015. Ahora estamos viviendo otro ejemplo, aún en la primavera astronómica, con temperaturas solo vistas en un 0,5% de los días comprendidos en la serie histórica de estas fechas. Estos son datos objetivos y no rebatibles.
¿Podríamos haber elegido otros colores para las temperaturas? Sin duda, pero entre otras cosas, a nuestro juicio, no habrían trasladado tan bien estos excesos que suponen un riesgo para la salud de todos. Además, en el maremagnum de información actual solo hay una forma de llevar al público los peligros, y es haciendo que los consulten. Nuestro objetivo es llegar a cuanta más gente mejor y brindar la información de los mejores expertos. Que los tenemos.