Rayos y nubes como en "Stranger Things". Explicamos la tormenta de Valencia
Primero todo se llenó de humo, mientras la ceniza se depositaba sobre todas las superficies a la intemperie, y después los rayos empezaron a iluminar el cielo de rojo. La explicación a la asombrosa tormenta de Valencia.
En la tarde de ayer, la columnas de humo que emanaban los incendios de Bejís y la Vall d’Ebo volvieron a desarrollar potentes pirocúmulos. Ya se habían visto en días previos pero no con estructuras tan voluminosas y longevas. Durante horas, las nubes con rasgos de Cumulus congestus y Cumulonimbus calvus aparecieron sobre la masa forestal en llamas, sin casi variar su posición con el tiempo, y podríamos arriesgarnos a decir que derivaron en otras estructuras más grandes y complejas que acabaron dejando chaparrones. Llamaron especialmente la atención los últimos del día que crecieron en la zona suroriental del Sistema Ibérico. Uno de esos núcleos tormentosos se empapó de humo y ceniza entre la comarca valenciana de Los Serranos y el Alto Palancia para después cruzar la provincia de Valencia.
Cerca de la medianoche, las nubes de tormenta por arriba tintineantes dejaron paso a bases misteriosamente exentas de descargas eléctricas. La cascada de precipitación estaba a la vuelta de la esquina pero los rayos no se veían, pese a que los radares los mostraban cada vez más cerca. Entre Cheste y Loriguilla, ambos pueblos del prelitoral de Valencia, el horizonte se tornó borroso hasta desaparecer entre lo que parecía una cortina de lluvia o quizá granizo. Nada más lejos de la realidad.
De repente el viento se volvió fuerte y racheado procedente de la tormenta y todo se llenó de muchísimo humo y ceniza, hasta el punto que la visibilidad se vio reducida hasta apenas los 500 metros. El incendio estaba a más de 50 kilómetros pero parecía estar al otro lado de las montañas. La estampa era realmente asombrosa.
Unos instantes antes de que cayeran las primeras gotas, las descargas eléctricas comenzaron a verse de color rojo, casi todas nube-nube. La humedad se desplomó durante unos minutos hasta que llegó el chubasco, que prometía ser intenso pero acabó entrando en escena entre gotas gruesas y granicillo que murmuraba al golpear las plantas, los coches y algunas superficies metálicas. La troposfera a priori lo tenía todo para que cayera un auténtico diluvio, sin embargo acabó lloviendo como cuando hay un “tapón seco” en capas bajas. Daba la impresión de que el humo del incendio había dinamitado el aguacero.
Esto dicen los expertos
“Los grandes incendios crean su dinámica, que influye en su propio desarrollo y puede hacerlo también con zonas distantes”, advierte el meteorólogo Ángel Rivera al ser preguntado por el fenómeno. “Es casi una nueva meteorología que requiere probablemente especialistas ad hoc y renovadas metodologías” añade Rivera, algo que también comparte el experto de À Punt Oratge Joan Carles Fortea, “sería muy interesante que se estudiara cómo afectaron ayer los dos grandes incendios de la Comunidad Valenciana a las tormentas que hubo, en su generación y evolución”.
Nuestro meteorólogo Francisco Martín León también va en esa línea, “un incendio de grandes proporciones puede condicionar el entorno mesoescalar de la zona: vientos, nubes, precipitación o no, etcétera”. Y es que estas reflexiones encuentran amparo en las imágenes de satélite y fotografías tomadas desde el aire horas antes, en las que “parece haber evidencias de que las tormentas estuvieron alimentándose también de las columnas convectivas del incendio (de Bejís)”, según ha concluido González Alemán, Doctor en Física y Meteorólogo de AEMET.
Este raro episodio tormentoso necesitará de un estudio pormenorizado para ver hasta qué punto estuvo vinculado al incendio que, aún hoy, calcina las montañas de Valencia y Castellón, pero de momento todos los expertos consultados coinciden y declaran que el aire caliente expelido por el incendio podría haber creado una circulación suficiente para contribuir al desarrollo y evolución de la insólita tormenta.