La baja térmica peninsular, una vieja conocida del verano
La baja térmica un centro de presión que aparece en los días de mucho calor en el interior peninsular, y que apenas produce nubosidad. ¿En qué se diferencia de las borrascas típicas? Aquí te lo contamos.
El artículo de hoy empieza refrescando la memoria sobre algunos conceptos imprescindibles en meteorología. En el libro “Iniciación a la meteorología” de D. Mariano Medina, se define a las borrascas y a los anticiclones como “isobaras agrupadas de cierto modo en el mapa del tiempo”. Ahora toca concretar un poco más estas ideas.
Cuando en un mapa de isobaras encontramos valores superiores al considerado normal de 1.013 milibares, los denominamos altas presiones o anticiclones, mientras que si son inferiores los llamamos bajas presiones o borrascas. En esos mapas de superficie los representamos, respectivamente, con una “A” o con una “B”.
Anticiclones y borrascas
Para intentar contrarrestar esa desigualdad de presión, el aire en las capas bajas troposféricas, cerca del suelo, "sale" de las altas presiones para dirigirse a las zonas de bajas presiones. Este movimiento obliga a que en los anticiclones se produzca un descenso del aire situado en los niveles superiores de la atmósfera para contrarrestar al que sale cercano a la superficie terrestre. Esta bajada hace que el aire se comprima y por tanto tenga más presión, de ahí que sean altas presiones. Todo esto provoca que el anticiclón sea una zona de estabilidad atmosférica, con poca nubosidad y escaso viento, lo que normalmente llamamos "buen tiempo". Estas formaciones son muy extensas y tienen un período de duración de varias semanas.
Para compensar el movimiento hacia afuera en los anticiclones están las borrascas o bajas presiones, que actúan a modo de grandes sumideros de aire; que circula hacia su interior y posteriormente se eleva hacia las capas altas de la atmósfera, con la formación de nubosidad y las posibles precipitaciones que suelen llevar asociadas. Estos ascensos provocan que se forme un vacío de aire cerca de la superficie, por lo que encontramos una baja presión. Las depresiones ocupan menos extensión que los anticiclones y su período de duración es mucho menor, aproximadamente de seis o siete días.
Durante el verano hay muchas zonas continentales subtropicales, como le sucede a la Península Ibérica o al norte de África, donde la situación anticiclónica es la dominante durante grandes periodos de tiempo, con cielos despejados que, unidos a que en esta época del año el calentamiento diurno por radiación solar es muy elevado, provoca temperaturas muy altas.
¿Por qué se forma la baja térmica?
Como si se tratase de la “canción del verano”, este pequeño centro de presión es el dominante durante los meses más cálidos. Precisamente los valores termométricos diurnos tan elevados hacen que el suelo esté muy caliente, lo que hará a su vez que por conducción se vayan calentando las capas bajas atmosféricas que están situadas sobre él, creando un estrato caliente de aire, que al ser menos denso que el entorno circundante tenderá a elevarse.
Poco a poco se va formando una columna de aire caliente que se va expandiendo según va ascendiendo, lo que a su vez provoca una pérdida de calor en altura, que es compensada en superficie por el continuo calentamiento del suelo y del aire en sus cercanías; es decir, hay una convergencia en las capas bajas, lo que da lugar a la formación típica del verano, la baja térmica, que en los mapas del tiempo se representa por una “b”, igual que se hace con las bajas presiones relativas, aunque los orígenes de ambas son totalmente diferentes.
Por tanto, son depresiones no frontales que deben formarse en la época del año en la que la radiación solar sea más intensa, es decir, en el verano correspondiente a cada hemisferio, y preferentemente en zonas subtropicales sobre tierra firme, ya que es capaz de calentarse más rápido que las superficies marinas, permaneciendo casi estacionarias en el área de formación.
Estas bajas térmicas generan una circulación ciclónica débil, los movimientos ascendentes que pueden provocar, como máximo, pueden llegar a unos 3.000 metros de altitud, aunque lo habitual son unos 1.500, y no tienen nada que ver con las depresiones frontales de las latitudes medias; que recordamos que son las que están asociadas a la dinámica del chorro polar y a los contrastes térmicos en las latitudes medias, con sus frentes asociado, su movilidad oeste a este en nuestro hemisferio y con un ciclo de vida mucho mayor que el de las bajas térmicas.
Como uno de los requisitos para la formación de estas depresiones es que el suelo pueda calentarse rápidamente, lo habitual es que se formen en zonas de escasa vegetación, en ambientes extremadamente secos, así que el aire caliente ascendente apenas lleva humedad. La mayoría de las ocasiones estas bajas térmicas ni tan siquiera son capaces de formar nubosidad de desarrollo vertical.
Por sí misma no suele generar precipitaciones
Esta situación es muy característica del interior de la Península Ibérica en los meses más calurosos. Esta depresión, al formarse en las tierras secas del interior peninsular, rara vez producirá precipitaciones, a no ser que tenga un aporte extra de humedad en capas bajas, por ejemplo si su formación se ha producido en las cercanías de alguna acumulación de agua o en las inmediaciones de la costa.
La baja térmica sí que puede ayudar a la formación de tormentas vespertinas cuando un sistema frontal o una vaguada se acerca al norte peninsular, ya que la inestabilidad se generaliza en todos los niveles atmosféricos y puede aportar los ingredientes necesarios para el desarrollo de nubes convectivas que produzcan tormentas en el interior peninsular.