¿Qué es la agricultura intensiva y por qué se ha convertido en un grave problema ambiental?
Un mundo en constante crecimiento y una población cada vez mayor, obliga al sector agrícola al incremento de sus producciones, abusando del suelo, el agua y demás recursos naturales de escasa disponibilidad.
La agricultura intensiva, entendiendo intensiva como aquella que hace uso de recursos limitados para unas producciones elevadas, ha sido una fuerza impulsora detrás del aumento constante en la producción de alimentos en las últimas décadas, lo que ha permitido alimentar a una población mundial en constante crecimiento.
Este enfoque centrado de forma intensa en la eficiencia y la productividad no está exento de consecuencias preocupantes para el medio ambiente, la salud humana y la sostenibilidad a largo y medio plazo.
Consecuencias de una agricultura intensiva
La agricultura a gran escala ha supuesto una revolución en la forma de alimentar al mundo, y ha sido, y sigue siendo, la salvación frente a la capacidad agrícola de los países para alimentar a la sociedad. Sin embargo, en los últimos años, se ha producido una clara evidencia de los factores de riesgo medioambiental a los que nos enfrentamos si no trabajamos hacia una agricultura intensiva más respetuosa con los recursos naturales.
Desgaste del suelo
Uno de los mayores problemas asociados a la agricultura intensiva es el agotamiento del suelo. El constante cultivo de tierras para maximizar la producción reduce su fertilidad, ya que agota los nutrientes esenciales necesarios para el crecimiento de las plantas.
Uso excesivo de la química
La agricultura intensiva a menudo depende en gran medida de fertilizantes y pesticidas químicos para aumentar la productividad y proteger los cultivos. Aunque estos productos químicos pueden aumentar la producción en el corto plazo, también generan impactos negativos en el medio y largo plazo. El exceso de fertilizantes puede contaminar las aguas, causando la proliferación de algas tóxicas y afectando de manera directa a la vida acuática.
Además, los pesticidas pueden tener efectos adversos en la propia salud humana y contribuir a la pérdida de biodiversidad al afectar a insectos y otros organismos beneficiosos.
Consumo excesivo de agua
La agricultura intensiva implica, en la mayoría de los casos, el uso extensivo de sistemas de riego para mantener altos rendimientos de los cultivos. Este consumo excesivo del agua, un recurso escaso, ha llevado a la sobreexplotación de acuíferos y a la disminución de la disponibilidad de agua dulce en muchas regiones. La escasez de agua afecta no solo a la producción de alimentos, sino también a las comunidades que dependen de esos recursos hídricos para su subsistencia y labores básicas.
Pérdida de biodiversidad
El monocultivo, común en la agricultura intensiva, contribuye a la pérdida de biodiversidad. La concentración en un solo tipo de cultivo reduce la diversidad de plantas y animales en el entorno agrícola, lo que a su vez aumenta la vulnerabilidad de los cultivos a enfermedades y plagas. Además, la eliminación de hábitats naturales para dar paso a tierras de cultivo intensivo contribuye directamente a la pérdida de biodiversidad a nivel global.
Impacto en la salud humana
El uso extensivo de productos químicos en la agricultura intensiva también plantea preocupaciones sobre la salud humana. La presencia de residuos de pesticidas en los alimentos y el agua potable puede tener efectos perjudiciales para la salud, incluyendo problemas neurológicos, endocrinos y de desarrollo.
Además, la agricultura de monocultivo puede afectar la diversidad de alimentos disponibles, contribuyendo a una dieta menos equilibrada y a problemas de salud relacionados con la malnutrición, algo cada vez más común.
¿Qué camino debe tomar la agricultura intensiva?
La solución pasa por ser productivos y sostenibles, y para ello la investigación y el desarrollo de nuevos cultivos y nuevas formas de hacer agricultura pueden suponer la punta de lanza hacia un sistema productivo respetuoso con la sociedad y el entorno natural.
Esto implica adoptar enfoques lógicos desde el punto de vista agrícola que promuevan la diversidad de cultivos, la rotación de dichos cultivos y la gestión sostenible del suelo, sin olvidar la productividad y rentabilidad, pues sin un equilibrio entre estos tres factores, no se conseguirá ser eficiente.
Además, la implementación de prácticas de agricultura de conservación y el fomento de sistemas alimentarios locales pueden reducir la dependencia de insumos químicos y minimizar el impacto ambiental a nivel global.
En definitiva, si bien la agricultura intensiva ha desempeñado un papel crucial en la alimentación de una población mundial en crecimiento, sus consecuencias negativas no pueden ser ignoradas, y es obligación de la sociedad y la industria agrícola que trabajen juntas para desarrollar prácticas más sostenibles que equilibren la necesidad de aumentar la producción de alimentos con la preservación a largo plazo de nuestros recursos naturales y la salud y calidad de vida humana.