¿Por qué tenemos el corazón a la izquierda?

Es el motor incansable que mantiene la vida en nuestro organismo complejo y multicelular. Que tengamos el corazón a la izquierda, tiene sus causas, como todo lo que sucede en esa máquina casi perfecta que es el cuerpo humano.

Estructura externa del corazón humano.

Nada es caprichoso en esa máquina asombrosa que es el cuerpo humano y que está compuesta por alrededor de 30 billones de células. Nuestra apariencia externa, con dos lados prácticamente idénticos respecto a una línea media e imaginaria vertical, contrasta con un interior donde la situación de los órganos impares – hígado, bazo, vesícula biliar, estómago y corazón – rompen esa simetría.

El porqué de que el motor de nuestro sistema circulatorio se encuentra situado ligeramente a la izquierda dentro de la caja torácica, era un misterio hasta hace poco.

Sin embargo, una investigación realizada por la Unidad de Neurobiología del Desarrollo del Instituto de Neurociencias, un centro mixto de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), publicada en la revista Nature, ha desvelado el misterio.

El corazón, nuestro primer órgano

Cuando comienza la formación del embrión humano, se inicia un proceso de diferenciación celular que dará lugar a la creación de los diferentes órganos y tejidos. En esa fase, todos los órganos incipientes se sitúan en la línea media del cuerpo.

A medida que avanza su desarrollo, cada uno de ellos se va colocando en la posición que se mantendrá finalmente y que garantizará su óptimo funcionamiento.

El corazón es el primer órgano en formarse. La explicación es sencilla. Cuando el embrión cuenta aún con muy pocas células, cada una de ellas puede obtener los nutrientes que necesita directamente de la decidua materna. Esta es la capa interna del útero donde el embrión se ha implantado.

Pero, a medida que avanza la división celular, se hace necesario un mecanismo que provea a ese cada vez más numeroso grupo de células de los nutrientes y el oxígeno que necesitan para mantenerse vivas. Es decir, de un sistema circulatorio que distribuya estos, a través de la sangre, por todo el organismo. Y también de un corazón para bombardearla.

Una posición nada caprichosa

Sobre la octava semana de gestación, el corazón ya ha formado sus cuatro cámaras y los grandes vasos que ordenarán la circulación sanguínea. En la semana 12, se produce el desarrollo de las válvulas tricúspide, pulmonar, mitral y aórtica, y el corazón se sitúa en la posición normal.

Las células que se incorporan a la parte posterior del corazón son más numerosas en el lado derecho que en el izquierdo. Así que la presión que ejercen, ocasiona el desplazamiento del polo inferior hacia la izquierda, mientras el superior se mantiene centrado.

Resulta crucial que el corazón se acomode en el lugar que le corresponde ya que, de este modo, se generará una conexión adecuada con las venas y arterias.

Dextrocardia o tener el corazón a la derecha

Existe una alteración congénita poco común, que afecta a una de cada 30.000 personas llamada dextrocardia.

Se origina durante la cuarta semana del desarrollo embrionario, cuando el tubo cardíaco primitivo se dobla a la derecha en vez de hacerlo a la izquierda. Como resultado, el polo inferior del corazón de las personas con dextrocardia termina situado a la derecha.

Generalmente, esta afección viene acompañada de otra anomalía denominada 'situs inversus', por la que los órganos impares también se sitúan en el lado opuesto al habitual. La dextrocardia puede aparejar una expectativa de vida absolutamente normal y no precisa de tratamiento alguno, salvo que no vaya asociada a otras anomalías cardíacas.

Un motor incansable

El corazón es un órgano fascinante que trabaja incansablemente para mantenernos vivos. Cuenta con su propio sistema eléctrico que controla su ritmo. De hecho, sus células pueden seguir latiendo si se separan del cuerpo mientras aún conservan oxígeno.

En solo un día, este órgano vital produce 100.000 latidos y bombea aproximadamente 7.500 litros de sangre para asegurar que todos los órganos y tejidos reciban el oxígeno y los nutrientes necesarios para su adecuado funcionamiento.

Es el equivalente a llenar unas 25 piscinas olímpicas a lo largo de una vida promedio de 80 años, a un ritmo de 80 pulsaciones por minuto. Además de bombear sangre, nuestro corazón también es el responsable de la fabricación de una hormona llamada péptido natriurético auricular (ANP), que ayuda a regular la presión arterial y el equilibrio hidrolítico en el cuerpo.