¿Por qué ha llovido más en Madrid, Toledo o Ávila que en la costa mediterránea con esta DANA?
Normalmente, cuanto más cerca estemos de un mar cálido, más probable es que las tormentas cuenten con un aporte uniforme de humedad y energía volviéndolas más eficientes. ¿Por qué con esta DANA ha llovido más en el centro peninsular?
La DANA que nos ha afectado durante este pasado fin de semana continúa al oeste peninsular. Ya no es únicamente una DANA, sino que ha generado una baja en superficie que poco a poco se va acoplando a la baja en altura dando lugar a lo que se conoce como una borrasca fría aislada (BFA). Esta estructura es similar salvo por el hecho de que también posee una circulación de vientos definida en superficie y será responsable de que se sigan produciendo algunos chubascos estos próximos días.
En las próximas horas se unirá además a los restos del huracán Franklin, ya transformado en borrasca, dando lugar a un sistema algo mayor y más profundo, pero no tan próximo a la Península. No obstante, habrá que vigilar a esta baja puesto que tiene rasgos anómalos para esta época del año y su proximidad puede desembocar en un nuevo episodio de tormentas a finales de semana.
Sin embargo, hasta ahora ha sorprendido por otra cosa: las precipitaciones más intensas no se han dado en zonas costeras ni del prelitoral. De hecho, en puntos de Madrid y Ávila se han superado los 200 l/m² en pocas horas. Las crecidas de ríos y arroyos en superficie, destacando la del río Alberche, han ocasionado daños materiales muy graves e inéditos en estas zonas de interior y, por desgracia, varias víctimas mortales y un gran número de afectados y heridos.
La posición de la DANA: una clave para entender lo que ha pasado
La respuesta a esta pregunta reside en cómo funciona realmente la convección que suele llevar asociada una DANA. En primer lugar debemos tener en cuenta que en una depresión de este tipo la zona más favorable para que se produzcan ascensos de la masa de aire suele estar en el cuadrante noreste del vórtice.
Ahí el flujo de vientos en altura difluye y diverge, dejando un "hueco" que el aire de niveles bajos tiende a rellenar. Esta región, en el caso que nos ocupa, estaba situada sobre el centro peninsular y era la más favorable para el desarrollo de convección.
Convergencias y vientos de superficie: los mecanismos de disparo
Una masa de aire muy energética y rica en humedad como la que existe en el Mediterráneo estos días es uno de los ingredientes clave para el desarrollo de tormentas, pero es importante destacar que esto por sí solo no es suficiente. En este caso, el desarrollo de una zona de baja presión sobre el oeste peninsular impulsó un flujo de vientos húmedo y energético desde el Mediterráneo hasta el interior, pero no fue hasta que este viento se encontró bruscamente con una masa de aire más fresco y seco existente en el interior cuando se inició la convección.
En toda la franja central de la península se desarrolló una zona de confluencia de vientos y las tormentas comenzaron a proliferar en torno a ella al actuar como mecanismo de disparo. Los sistemas convectivos más organizados empezaron a surgir al este de esta línea de convergencia donde además la cizalladura asociada a la circulación de niveles altos de la DANA era favorable.
Un mar excepcionalmente cálido
Por último, destacar un factor extremadamente importante y cuyo alcance todavía está en fase de investigación: la temperatura del Mediterráneo. Cuando una masa de aire de origen marítimo se interna en un continente, va poco a poco perdiendo su contenido de humedad y variando su temperatura, sin embargo, cuanto más cálida y húmeda sea, más tiempo tardará en "continentalizarse" y perder totalmente sus características iniciales. Un Mediterráneo a 28 ºC cuando normalmente no suele exceder los 25 ºC en septiembre pudo haber ayudado.
Desde luego no es el factor que ha intervenido en desencadenar el episodio, pero sí puede haber contribuido a magnificar sus efectos aportando una energía adicional a las tormentas, incrementando tanto la CAPE en todas estas regiones como la intensidad de la advección en niveles bajos, y el contenido de agua precipitable de toda la masa de aire.