¿Por qué el agua del Mediterráneo adquiere estos extraños colores tras la DANA?
Tras la DANA las aguas del mar Mediterráneo presentan un llamativo tono marrón junto a la costa que no deja a nadie indiferente estos días. ¿Por qué sucede esto y cuál es su importancia? Aquí te lo explicamos.
La DANA ya es historia tras fusionarse con el exhuracán Franklin al oeste de la Península Ibérica, dejándonos un bonito ejemplo de efecto Fujiwhara. Sin embargo, los efectos siguen siendo muy perceptibles en los ríos y barrancos de las regiones más afectadas, con subidas importantes en algunos embalses de la cuenca del Tajo. Por desgracia, varias personas siguen desaparecidas.
Otra de las consecuencias más curiosas se pueden apreciar en las aguas del mar Mediterráneo, especialmente en las provincias de Castellón y Tarragona, donde las tormentas dejaron acumulados puntuales de más de 200 l/m². Frente a sus típicos tonos azulados o turquesas, en estos últimos días ha adquirido un llamativo tono marrón junto a la costa. ¿Qué es lo que ha pasado?
¿Cuál es el origen de estos colores y por qué es un proceso tan importante?
Desde los satélites se puede apreciar perfectamente estos curiosos colores que presenta el mar en la zona anteriormente mencionada. También muchas personas los han fotografiado desde las playas, aunque desde luego no han sido las mejores jornadas para disfrutar del sol y de los baños en el mar, debido al fuerte temporal.
Estas tonalidades marrones básicamente son arrastres y sedimentos que han trasportado los barrancos y ríos durante las intensas lluvias que se produjeron durante la DANA. Estos materiales esencialmente son arenas, limos y arcillas, que al llegar al mar son posteriormente distribuidas por la costa gracias a la deriva litoral. Mucha gente lo desconoce, pero este proceso es el que da lugar a nuestras playas, y las regeneran de forma natural.
Desgraciadamente, muchos sectores costeros de nuestro país sufren actualmente una importante regresión. No hay que olvidar que en la actualidad las urbanizaciones, hoteles o nuevos desarrollos urbanísticos ocupan muchos cordones dunares, cortando el desplazamiento natural de la arena de una zona a otra.
Además, la construcción de grandes puertos, espigones y escolleras alteran el funcionamiento natural de la deriva litoral, ya que constituyen un formidable obstáculos para que los sedimentos se distribuyan de forma uniforme. De hecho, si analizas imágenes aéreas, veras que allí donde hay grandes espigones perpendiculares a la costa suele acumularse mucha arena en un lado, y en el otro prácticamente ya no existe playa.
Y volvemos de nuevo a los ríos: ante este panorama, los sedimentos que transportan durante las crecidas son vitales para la supervivencia de nuestras playas. Tampoco hay que olvidar que gracias a las crecidas se fertilizan las llanuras aluviales, gracias al aporte de sales y minerales, por ejemplo. También resulta de gran importancia para la pesca.
La construcción de barreras fluviales se traduce en una importante reducción de los sedimentos que llegan al mar, poniendo en peligro muchas playas de nuestro país y de ecosistemas tan delicados como el del delta del Ebro, que está sufriendo un retroceso alarmante en los últimos años. En los últimos años se están planteando posibles soluciones para corregir esta situación.
No se "tira" agua al mar: se llama ciclo hidrológico
Temporales cada vez más extremos no ayudan a la recuperación natural de las playas, y las regeneraciones a partir de extracciones de áridos son sólo parches temporales, y en algunos casos las consecuencias para flora y fauna autóctonas hasta puede ser contraproducente. Lamentablemente, además de sedimentos es habitual que se produzcan vertidos de sustancias menos agradables.
Mucha gente cree que se "tira" agua al mar durante estas crecidas asociadas a lluvias torrenciales, pero recordemos que esta situación forma parte del ciclo del agua. También, y de forma sorprendente, una parte importante de la población desconoce que estas crecidas son vitales para la pervivencia de los principales lugares de veraneo de España.
Eso sí, parte de este agua que cae en episodios de lluvias intensas podría recogerse para su posterior aprovechamiento, ya sea para riego o para consumo doméstico. Antiguamente, los azudes y el sistema de riego por boquera aprovechaban parte del caudal de las crecidas en las ramblas para poder regar. Hoy en día estos sistemas están abandonados. Más que construir nuevos embalses, los que hay tienen que tener un mantenimiento adecuado.
Infraestructuras como parques inundables o tanques de tormentas son buenos ejemplos de reutilización del agua de la lluvia en áreas urbanas, aunque por desgracia se tratan de acciones que aún no están muy extendidas en el conjunto del país, pero se están dando pasos importantes. También hay que apostar más seriamente por otras fuentes como la desalación y la depuración si se cumplen las proyecciones climáticas para las próximas décadas