¿Por qué apenas hay huracanes en el Atlántico Norte estas semanas? ¿Se prevé un giro radical en septiembre?
Periodos sin actividad como el actual sorprenden en una temporada de huracanes que estaba prevista como muy activa. Sin embargo, a falta de empezar el mes más proclive al desarrollo de ciclones tropicales, conviene ser prudentes.
En los últimos días el quinto ciclón tropical formado en la cuenca del Atlántico Norte, el huracán Ernesto, ha experimentado un proceso de extratropicalización, transformándose en una borrasca de latitudes medias y poniendo rumbo a Europa. Una vez en el entorno de las islas británicas y el mar del Norte, ha dejado un importante temporal de lluvia y viento junto con la borrasca Lilian, que actualmente sigue afectando a la zona.
Este huracán es el tercero de una temporada que, si bien no está siendo precisamente tranquila, sí está teniendo una actividad bastante moderada en comparación con las previsiones que había sobre ella. Aún así, es precipitado hacer una valoración a falta de las semanas más activas, que siempre tienen lugar entre finales de agosto y el comienzo del mes de octubre.
Esto pone también de manifiesto la complejidad de las previsiones de huracanes ya sean a plazos medios y cortos, con las tormentas ya en desarrollo, o estacionales, valorando el conjunto de variables que puede favorecer su formación.
La temperatura de la superficie del mar es una variable fundamental y probablemente la más importante, pero no es la única ni tampoco suficiente por sí sola. También son muy importantes el contenido en humedad de la masa de aire, la dinámica de vientos en altura e incluso otros factores del entorno como sistemas meteorológicos próximos, oscilación de Madden-Julian, etc.
Un Atlántico extraordinariamente cálido justifica las previsiones
Junto con la desaparición de la fase de El Niño, el factor que más interviene a la hora de justificar la previsión de una temporada activa es la temperatura del océano, muy por encima de sus valores normales.
No es cierto en absoluto que en las últimas semanas el Atlántico haya iniciado un enfriamiento, como se ha mencionado en algunos medios: de hecho, se ha seguido calentando como es habitual en el mes de agosto y actualmente, de todos los años registrados, sólo 2023 ha resultado tener aguas más cálidas que las actuales.
El "enfriamiento" del que se hablaba estos últimos días en realidad es sólo una ralentización del calentamiento en regiones ecuatoriales, una zona donde generalmente no se forman ciclones tropicales. En latitudes subtropicales y medias el Atlántico sigue en valores muy por encima del promedio, y puede sustentar ciclones tropicales muy intensos.
Sólo se libra de estas anomalías un pequeño sector próximo a las Bermudas tras el paso del huracán Ernesto, lo que recuerda el papel fundamental que tienen estos sistemas a la hora de regular las temperaturas de los océanos.
El aire seco y la cizalladura, los principales inhibidores
En la temporada actual, con un océano tan cálido, la ausencia de ciclones tropicales viene condicionada especialmente por la intrusión de masas de aire de origen sahariano. Son fácilmente trazables por el contenido de polvo en suspensión y pueden recorrer todo el Atlántico tropical y subtropical hasta el continente americano.
La cizalladura también es un mecanismo inhibidor, pero tras el debilitamiento de El Niño y según avanza el verano, los valores deberían ir disminuyendo y facilitando la organización de nuevas tormentas.
Durante las próximas semanas, una vez finalizado el mes de agosto, las condiciones parecen mucho más favorables para el desarrollo de nuevos huracanes. Debemos prestar especial atención durante el mes de septiembre, generalmente el más activo en todas las temporadas y que este año, debido a las anomalías térmicas del océano, podría ser especialmente adverso en regiones tropicales y subtropicales.