¿Podrían los políticos ser reemplazados por IA? Estos son los escenarios que plantean los científicos

¿Qué escenarios podrían dibujarse si los políticos tradicionales fueran sustituidos por representantes virtuales de la ciudadanía o si se implantase un régimen gobernado por algoritmos? Filósofos y físicos plantean varias posibilidades y exponen sus ventajas e inconvenientes para la sociedad.

¿Qué repercusiones tendría sustituir a nuestros representantes humanos por políticos virtuales?

¿Es posible que la inteligencia artificial (IA) termine reemplazando a alcaldes, concejales, diputados, e incluso a presidentes del Gobierno y ministros? Lo que hasta ahora era una mera especulación, se ha convertido en un tema de debate científico que ahonda en la relación entre tecnología y política.

La controversia se ha generado a raíz de un artículo del filósofo Ted Lechterman, publicado en el periódico en línea 'The Conversation', en el que explora tres potenciales escenarios en los que la IA podría integrarse en la esfera política: cada uno de ellos con sus propias expectativas y desafíos que te contamos.

Chatbots convertidos en candidatos políticos

Un chatbot es un programa de software diseñado para simular conversaciones humanas a través de texto o voz, que es capaz de entender y responder a las preguntas o comandos de los usuarios.

Pues bien, ya ha habido intentos de introducir chatbots en la política. Por ejemplo, en 2017, en Rusia, un chatbot llamado Alisa desafió a Vladimir Putin en las elecciones presidenciales. Y en Nueva Zelanda, otro llamado Sam se postuló para las elecciones generales en 2020.

Más recientemente, un avatar digital inspirado en un empresario de Brighton se presentó con el nombre de AI Steve como candidato independiente para el Parlamento británico. No son las únicas experiencias: en Dinamarca o Japón también se ha experimentado ya con políticos virtuales.

Pros y contras de los políticos virtuales

Los pros de estas iniciativas políticas lideradas por chatbots tienen que ver con su capacidad para operar sin las limitaciones humanas: no sucumben a deseos de poder o riqueza, luego, en principio, no son corruptibles; no requieren descanso y pueden interactuar simultáneamente con múltiples ciudadanos.

Además, pueden ofrecer un extenso conocimiento en múltiples campos y habilidades analíticas superiores. Sin embargo, también presentan desventajas significativas.

Los chatbots actuales tienen un proceso de razonamiento limitado. Además, pueden generar respuestas inexactas o prefabricadas (conocidas como "alucinaciones"), y están sujetos a las desviaciones derivadas de su entrenamiento.

Tampoco poseen cualidades necesarias en un político humano, entre ellas, asumir responsabilidades morales por sus decisiones.

La IA como herramienta para mejorar la democracia directa

Otra propuesta sugiere eliminar a los políticos tradicionales y permitir que cada ciudadano programe un agente de IA que represente sus preferencias políticas. Estos agentes negociarían automáticamente entre sí para encontrar consensos y redactar las leyes.

Esta idea, defendida por el físico César Hidalgo (quien califica a los políticos humanos como “intermediarios problemáticos”), busca facilitar una democracia más directa, superando barreras como la falta de tiempo, la falta de conocimiento y de experiencia legislativa de la ciudadanía.

No obstante, este enfoque plantea desafíos. La creación y programación de estos agentes de IA recaería en expertos, lo que podría trasladar el poder de representación a los diseñadores de algoritmos, generando una nueva forma de intermediación en lugar de eliminarla.

Sustituir a los políticos tradicionales por representantes virtuales supondría trasladar el poder a los diseñadores de (opacos) algoritmos

Además, existe el riesgo de que los ciudadanos deleguen completamente su participación política en estos agentes, debilitando el compromiso cívico y la deliberación pública.

Algocracia: gobiernos dirigidos por algoritmos

El escenario más extremo de los tres planteados es la "algocracia", lo que vendría a ser un régimen político gobernado por algoritmos.

Sin embargo, este modelo, que suprimirá toda intervención humana en las tareas de gobernanza y las pondría en manos de máquinas, suscita preocupaciones éticas profundas.

Y es que la eliminación total de la participación humana en la política podría socavar valores fundamentales de la democracia.

¿Sería ético que nos gobernasen máquinas?

La integración de la IA en la política está llena de riesgos. La falta de empatía y juicio moral de las máquinas, la posibilidad de perpetuar discriminaciones existentes, y la dificultad para garantizar la transparencia de los algoritmos y la rendición de cuentas, son sus principales desafíos.

Cambiar la política humana por la IA implica un grave riesgo: supeditarla a los intereses de las grandes corporaciones asociadas a su desarrollo

Ello por no hablar de los concretos intereses de todo tipo perseguidos por las grandes corporaciones tecnológicas asociadas al desarrollo de la IA.

Por eso, en lugar de reemplazar a los políticos humanos con IA, lo que procedería es la potenciación de las capacidades humanas de quienes nos representan en los asuntos públicos y el fortalecimiento de las instituciones democráticas para que sean percibidas como útiles para la sociedad.

En todo caso, el futuro de la IA en la política debería centrarse en complementar y mejorar el juicio político humano −como ha demostrado ya la conocida como máquina de Habermas−, promoviendo una participación ciudadana más informada y efectiva.