Plagas de langosta en tiempos de pandemia
El año 2020 será recordado por el de la pandemia de la covid-19, pero también por las plagas de langosta que están afectando a distintas regiones del mundo. Las del Cuerno de África han destruido grandes extensiones de campos de cultivo y pastos, a pesar de estar monitorizadas a través de satélite.
Aunque a nivel informativo el protagonista indiscutible de este año 2020 está siendo el coronavirus SARS-CoV-2, causante de la COVID-19 y la pandemia que estamos sufriendo en todo el mundo, no han faltado noticias ligadas a desastres naturales, entre ellos las plagas de langosta que han afectado a lugares como el Cuerno de África, India o Argentina y Chile. Para las poblaciones humanas afectadas por esos gigantescos enjambres de insectos, la amenaza es mayor, incluso, que la terrible enfermedad de nuestros días, ya que esas nubes formadas por millones de langostas arrasan con todo a su paso, acabando con enormes extensiones de cultivos.
Las plagas de langosta no son algo nuevo, ligado –como tantas otras cosas– al cambio climático. Históricamente, se vienen documentando desde la antigüedad, existiendo muchas referencias a ellas. Encontramos algunas en las efemérides que AEMET incluye en su página web (www.aemet.es) y que también venía publicando en su Agenda “El Tiempo”. Leemos, por ejemplo, que el 4 de julio de 1407 hubo una nube de langostas sobre Valencia procedente de la costa africana.
La referencia más antigua a una de estas plagas en España, se remonta al año 1040, cuando todo el sur de Navarra y La Rioja se vieron afectadas por las voraces langostas. Queda constancia de ello gracias a las rogativas que el Papa de aquel entonces, Benedicto XI, dispuso que se hicieran en Roma, y a la peregrinación que llevó a cabo por los pueblos afectados el obispo de Ostia, Gregorio (enviado a España por Benedicto XI), junto a Santo Domingo de la Calzada.
La plaga de langosta del Antiguo Testamento
La plaga de langosta más citada de la historia es la que, según la Biblia y la Torá, ocurrió en Egipto, siendo una de las famosas diez plagas que azotaron el antiguo reino de aquel país, interpretada como un castigo de Dios para que el faraón liberara al pueblo judío, al que tenía esclavizado. En los últimos años, no han faltado las investigaciones que han tratado de relacionar las referencias antiguas a cada una de las plagas de Egipto con la existencia real de distintos fenómenos naturales que las justifiquen. Uno de los científicos que ha intentado arrojar luz sobre la causa natural de las plagas bíblicas es el biólogo molecular Siro Trevisanato, para el que la erupción del volcán Santorini ocurrida en el siglo XVII a. C. pudo estar detrás de la plaga de langosta.
Según el relato bíblico, la citada plaga es la octava de las diez que azotaron Egipto. En el capítulo 10 del Libro del Éxodo, en el Antiguo Testamento, se relatan los acontecimientos: “Moisés tendió su cayado sobre la tierra de Egipto, y Yavé (Dios) hizo soplar sobre la tierra el viento solano durante todo el día y toda la noche. A la mañana, el viento solano había traído la langosta. Subieron por toda la tierra de Egipto y se posaron (…) en tan gran cantidad como ni la hubo ni la habrá nunca. Cubrieron toda la superficie de la tierra, que se oscureció. Devoraron todas las hierbas (…), todos cuantos frutos de los árboles, todo cuanto había dejado el granizo, no quedó nada de verde, ni en los árboles, ni de las hierbas de los campos en toda la tierra de Egipto.” Éxodo 10, 13-15
Según la hipótesis de Trevisanato, la enorme cantidad de cenizas inyectadas a la atmósfera por el Santorini, habría provocado una importante alteración climática, provocando en el Mediterráneo Oriental (la isla de Santorini está en el Dodecaneso, al norte de la isla de Creta, no muy lejos del norte de Egipto) un período anómalo de lluvias abundantes, lo que habría hecho crecer más la vegetación, dándose las condiciones ideales para que las langostas se reproduzcan muy eficazmente y a toda velocidad, formándose las gigantescas colonias que dan origen a las plagas. Se estima que en una nube de langostas que se extiende sobre un kilómetro cuadrado de superficie hay unos 40 millones de individuos, que ingieren en un día la cantidad de alimento equivalente a lo que consumen unas 53.000 personas.
Estas plagas son devastadoras
La capacidad de devastación de las plagas de langosta es enorme. Durante la gran plaga de langosta del desierto que afectó al Sahel entre los años 2003 y 2005, se echó a perder la totalidad de los cultivos de cereal, el 90% de las verduras y el 85% de los pastos. Una vez que se forma una nube de langostas, empieza a extenderse por el terreno formando una especie de líneas o cordones, a modo de avanzadilla, que van “conquistando” nuevos territorios, arrasando todo a su paso. Si las condiciones ambientales son propicias, las plagas pueden permanecer durante meses y recorrer grandes distancias.
Hoy en día, gracias a la monitorización de las nubes de langosta por parte de los satélites de observación terrestre y a los datos que obtienen de variables como la cobertura vegetal o humedad del suelo, tenemos la capacidad de predecir el avance de las plagas, lo que nos permite ir adoptando medidas de protección y de control, destinadas a garantizar la subsistencia de la población que pueda verse afectada, así como la seguridad alimentaria, garantizando parte de las cosechas. Aun así, la magnitud que llegan a alcanzar algunas de las plagas es tal, que es inevitable sufrir grandes pérdidas agrícolas.
Este annus horribilis de 2020 estamos viendo el poder de destrucción de las plagas de langosta. Sólo en el Cuerno de África y en otras zonas vecinas de la parte oriental de África (Sudán, Uganda Tanzania) se cuentan por centenares de miles las hectáreas de pastos y cultivos seriamente dañados, cuando no destruidos en su totalidad, por estos voraces insectos. El uso de pesticidas ha permitido el control parcial de la plaga en parte de la región, pero no se ha estimado aún el impacto que las pérdidas de parte de las cosechas tendrá tanto en la población local como a escala global.