Océanos al habla: el calentamiento global se dispara
Un nuevo estudio nombra a los océanos como la fuente de información primordial para cuantificar el calentamiento global. ¿Está calentándose la Tierra tan rápido como parece? Aquí están las conclusiones.
En los últimos meses el cambio climático ha llegado a ponerse en entredicho. Al menos su parte antrópica. La negativa del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a formar parte del Acuerdo de París alentó a la corriente escéptica. Lamentablemente, la Tierra ha vuelto a encauzar el debate golpeando con olas de calor extraordinarias y huracanes de récord, como Irma y ahora el tifón Talim que apunta a Japón.
Los eventos meteorológicos puntuales se deben asociar al calentamiento global con mucha cautela, ya que forman parte de espectros temporales muy distintos. Sin embargo, tras Harvey e Irma el ámbito científico se ha mostrado partidario de subrayar la influencia del aumento de temperaturas en la intensificación de los sistemas tropicales: más calor equivale a una mayor evaporación e inestabilidad potencial –cosas de la física-. El clima del planeta siempre ha fluctuado pero, ¿con la rapidez actual?
Un nuevo estudio publicado en EOS manifiesta haber dado con la mejor manera de medir el calentamiento global: el monitoreo del calor oceánico y el aumento del nivel del mar. Hasta ahora la temperatura media global de la superficie se ha utilizado como la métrica clave del cambio climático, pero los autores de esta investigación, provenientes de la Academia China de Ciencias, la NOAA o Mercator Ocean, presentan al océano como la mejor fuente de información.
Para constatar la rapidez con la que la Tierra se está calentando los científicos se centran en el desequilibrio energético de la Tierra (EEI): la diferencia entre la radiación solar entrante y la saliente de onda larga, la térmica. Los aumentos en la IEE están directamente relacionados con las actividades humanas que emiten dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero a la atmósfera. La cuestión es que prácticamente el 90% del calor extra atrapado por estos gases acaba en los océanos.
Esta reflexión debería ser suficiente para avalar las conclusiones de este grupo de estudiosos. Sin embargo, el océano presenta multitud de desafíos para hacer un monitoreo adecuado. Con tal de tomar su temperatura se necesitan muchísimos sensores repartidos de forma uniforme y, además, a las profundidades idóneas. Esto era un hándicap hasta que en 2006 apareció el programa Argo, con una amalgama de flotadores autónomos que han proporcionado una cobertura casi global de los 2000 metros superiores del océano en todas las estaciones.
Según los últimos cálculos, los 10 años más calurosos del océano se encuentran en la década más reciente de 2006, con 2015 y 2016 como el período más cálido de los últimos 77 años. A modo de comparación, el aumento del contenido de calor oceánico observado desde 1992, en los 2000 metros superiores, es alrededor de 2000 veces la generación neta de electricidad de las compañías eléctricas estadounidenses en la última década.
Tal y como ha declarado recientemente en una entrevista António Guterres, Secretario General de la ONU, a día de hoy el cambio climático es innegable. “Somos testigos de olas de calor, inundaciones devastadoras y el avance de los desiertos. El cambio climático es una amenaza para todos”, sentencia Guterres. Y estudios como éste evidencian la problemática.