Desafío para 2050: nueva alimentación por un planeta habitable
Duplicar la cantidad de frutas y verduras y reducir a la mitad las carnes rojas y el azúcar, en esto debería basarse nuestra dieta de aquí a 2050. ¿Por qué? Por nuestra salud y la sostenibilidad ambiental.
La Comisión EAT-Lancet ha presentado, recientemente, un informe en el que deja en evidencia nuestra dieta, la cual predomina por el consumo de excesivas calorías, azúcares añadidos, harinas refinadas y alimentos de origen animal. Dietas que afectan gravemente a la sostenibilidad y estabilidad climática y terrestre, pues cada año superan más los límites planetarios y se intensifican los efectos de la sobreexplotación de la tierra, la contaminación y, en consecuencia, el cambio climático.
En los últimos años, se ha consolidado una verdad universal: la producción de alimentos es la mayor fuente de degradación ambiental. Es por ello que, para asegurar y regular el buen estado del planeta, es necesario implantar una producción sostenible de alimentos, intentar no utilizar más tierra de la ya explotada, proteger la biodiversidad existente, reducir el consumo de agua potable y administrarla de forma responsable, reducir la contaminación por nitrógeno y fósforo, producir cero emisiones de CO2 y no causar un aumento adicional en las emisiones de metano y óxido nitroso.
Pero ¿en qué se basan para creer que nuestra dieta no es la más adecuada?
El patrón de nuestra dieta -por lo general- no es precisamente muy saludable, ni para el ser humano ni para el planeta, pues, además de la sobreexplotación y la contaminación, la ingesta calórica y nutritiva no es la idónea. Consumimos excesivas grasas saturadas, alimentos de origen animal, altamente procesados y con azúcares añadidos que hacen que nuestra salud se resienta y nos hagan desarrollar diferentes -y cada vez más peligrosas- enfermedades, como la obesidad o enfermedades coronarias.
Pero la peor parte está por llegar, pues se ha estimado que para 2050 la población del planeta aumente hasta los 10 mil millones de personas y se genere un déficit en la cantidad de alimentos disponibles, es por ello que este informe haya analizado la situación actual y planteado posibles escenarios futuros y promueva un cambio en nuestros hábitos alimenticios, mejore la producción de alimentos y se reduzca -drásticamente, a poder ser- el desperdicio masivo de comida que hay hoy en día.
¿Cómo proponen, entonces, que sea nuestra nueva dieta? Todo lo opuesto a lo que es ahora: una dieta basada en una variedad de alimentos de origen vegetal, grasas insaturadas y una ausencia parcial o total de alimentos altamente procesados, refinados y con grasas y azúcares añadidos. Cambio alimenticio que diferirá, por supuesto, según la región del planeta en la que nos encontremos.
¿Cuáles son las estrategias planteadas para conseguir ese cambio en nuestra dieta?
El estudio presentado, por tanto, plantea diferentes estrategias para conseguir que nuestra dieta sea mejor a nivel alimenticio y ambiental, y para ello, concentra su atención en la búsqueda del compromiso internacional y nacional para cambiar hacia dietas saludables. ¿Cómo? Proporcionando orientación para lograr el cambio, demostrando que la reducción de alimentos de origen animal reduciría los efectos ambientales y mejoraría nuestra salud, mediante la divulgación y transmisión de la información de salud pública y educación para la sostenibilidad.
Modificar las prioridades agrícolas y centrarse en la producción de alimentos saludables, nutritivos y que mejoren la biodiversidad. Además de implantar una revolución agrícola que se base en la intensificación sostenible, lo que implicaría una reducción de las brechas de rendimiento en las tierras de cultivo, mejoras en la eficiencia del uso de fertilizantes y agua, redistribución del uso global de nitrógeno y, por consiguiente, mejoras de la biodiversidad dentro de la agricultura.