¿Nombrar las borrascas en España es bueno?
Durante los últimos años nos estamos acostumbrando a bautizar las borrascas más fuertes que llegan a nuestro país. Mientras algunos ven un buen método, otros lo consideran puro sensacionalismo.
Corría el año 2005 cuando una tormenta tropical se acercó peligrosamente a las Islas Canarias. Delta dejó rachas de viento de casi 250 km/h en el archipiélago y su paso por las islas fue tan importante que, a fecha de hoy, aún se pueden consultar en la hemeroteca la cantidad de páginas que se escribieron sobre el fenómeno.
Más reciente fue el paso de la profunda borrasca Gloria. A principios de este año 2020 dejó sin playas a gran parte de la costa mediterránea. A día de hoy se pueden recorrer los puntos afectados por el gran temporal y aún se observan los desperfectos ocasionados.
Pero no hace falta ir tantos meses atrás para encontrar una tormenta tropical o una gran borrasca afectando a la Península. El viernes se formó Alpha frente a las costas de Portugal. Una gran sorpresa de la que hablamos el mismo día en tiempo.com y que los meteorólogos tardaremos mucho tiempo en olvidar.
El uso de nombres para designar a las grandes borrascas que nos afectan se está afianzando cada año más en la población y los medios de comunicación. Eso sí, también ha suscitado el debate sobre si es adecuado o no bautizarlas tal y como se hace con los huracanes, tifones y ciclones en el resto del planeta.
Por qué se nombran las borrascas
Desde la temporada 2017-18 todas las borrascas de gran impacto que llegan a España son bautizadas con un nombre. En coordinación con los servicios meteorológicos de Francia, Portugal y Bélgica, cuando una borrasca tiene potencial para generar daños se le asigna un nombre de la misma forma que se hace en Estados Unidos con los huracanes: por orden alfabético y previamente escogidos antes de que empiece la temporada.
Esto no es algo nuevo en Europa. Desde el año 1954 la Universidad de Berlín nombra cada una de las borrascas y anticiclones que llegan al continente. La diferencia con nuestro caso es que ellos no marcan diferencias en su peligrosidad. Nosotros sí. Solo tienen nombre las más potentes.
Bautizar a las borrascas con un nombre tiene un claro objetivo: favorecer una mejor comunicación, tanto de cara a la población como entre los propios países. Según AEMET, las encuestas realizadas en el Reino Unido e Irlanda demostraron que la población presta más atención a las recomendaciones de seguridad que están provocadas por fenómenos meteorológicos relacionados con borrascas que tienen nombre propio.
Poner nombre a los fenómenos no se hace solo en meteorología. En Estados Unidos, por ejemplo, los grandes incendios también tienen nombre. Es algo que facilita la coordinación debido al gran número que se produce cada año.
Problemas que se presentan
Una de las críticas que más se escucha sobre el nombramiento de las grandes borrascas es el exceso de sensacionalismo en los medios de comunicación. Es cierto que la rigurosidad de algunos programas no es la misma que podemos encontrar en los espacios del tiempo o en los informativos, pero el hecho de poder poner un nombre a una borrasca peligrosa facilita mucho el trabajo ya que todos sabemos de qué borrasca estamos hablando al mencionar ese nombre.
No todas las borrascas de gran impacto acaban provocando grandes destrozos y víctimas. Es otro motivo que se usa para criticar este sistema. Que no haya heridos es una gran noticia siempre, pero es un argumento para algunos detractores de este sistema ya que acusan de excederse en los avisos cuando, según ellos, no hay a veces suficiente motivo.
Aún queda un gran camino por recorrer en este procedimiento de bautizo de borrascas. Un claro ejemplo lo hemos tenido con lo que tenía muchos número de convertirse en Medicane frente a la costa griega. “Ianos”, “Cassilda”, “Tulpar”, “Udine” o “Lavoç” son nombres que se han utilizado para nombrar exactamente a la misma borrasca dependiendo del país o de la institución.
En cualquier caso, poder nombrar a las borrascas es un gran paso y un avance para una eficaz comunicación a la población. A los meteorólogos nos los pone mucho más fácil porque no todas las borrascas son iguales, y poder destacar las más peligrosas permite captar más la atención del público para que tome precauciones ante un fenómeno que puede poner en riesgo su vida.