¿Nuestras noches tropicales se parecen realmente a las del trópico?
El número de noches tropicales y tórridas durante lo que llevamos de verano de 2022 ha batido todos los récords. La analogía con las noches que tienen lugar en los trópicos solo es buena en el caso de las que ocurren en el Mediterráneo, donde el contenido de humedad del aire es muy elevado.
Una de las consecuencias del calentamiento global y del inexorable aumento de las temperaturas es el incremento de noches cálidas en lugares situados fuera del ámbito tropical, donde hasta ahora eran poco habituales, salvo días contados del verano.
Las noches tropicales –así se denominan aquellas en las que la temperatura no baja de los 20 ºC– son cada vez son más frecuentes. Ciñéndonos a España, el caluroso verano de 2022 marcará, previsiblemente, un punto de inflexión. Todavía inconcluso el mes de julio, en muchos observatorios ya se ha superado con creces el promedio anual del número de noches cálidas, lo que da idea del carácter excepcional (por la persistencia y magnitud del calor) del verano en curso.
Es el término utilizado para nombrar aquellas noches en las que la temperatura no baja de los 20 ºC. En las "noches tórridas" o "ecuatoriales" el mercurio iguala o queda por encima de los 25 ºC.
Aunque el concepto de “noche tropical” (Tmín ≥ 20 ºC) está aceptado por la comunidad meteorológica internacional, utilizándose como un indicador climático, a nivel terminológico puede llevarnos a engaño, ya que las noches de los trópicos difieren en muchos casos (no en todos) de las citadas noches tropicales que se producen en otras latitudes terrestres. Dos son los principales rasgos diferenciales; por un lado, el elevado contenido de humedad del ámbito tropical y, por otro, la persistencia, midiéndose en meses seguidos en lugar de en algunas semanas o días sueltos, los que se mantienen esas noches cálidas bochornosas.
La literatura permite un acercamiento a esas noches del trópico, gracias a las descripciones que nos han dejado algunos escritores en sus novelas. En “El libro del Trópico” (1915), el poeta y novelista salvadoreño Arturo Ambrogui, leemos el siguiente pasaje: “El relente de la noche había empapado las piedras de las cercas, tal como si hubiere llovido. En el suelo, la tierra se amasaba con los estiércoles. De la aglomeración del ganado que esperaba su turno, ascendía un fuerte hálito alcalino (…) El horizonte, conforme avanzaba el día, se barnizaba de un color de salmón puntillado de granos de oro. El sitio por donde el sol iba a salir parecía el horno crepitante de una fragua, en el que las brasas fueran de un suave, de un delicado carmín.”
Volviendo a las noches tropicales que acontecen por tierras europeas –en particular ibéricas–, la anterior descripción encaja únicamente con el ambiente nocturno que en verano hay en las costas mediterráneas, donde a las altas temperaturas nocturnas (en torno a los 30 ºC a medianoche y a los 25 ºC al alba) se unen unas humedades relativas superiores al 80%. En los momentos y los lugares donde no sopla la brisa, la sensación de bochorno se intensifica, dificultando mucho el sueño, debido al sudor que empapa permanentemente la piel, sin el efecto refrigerante que proporciona la evaporación del mismo, gracias a la citada brisa.
En zonas del interior, alejadas del mar, las noches cálidas dificultan también mucho el sueño, siendo su persistencia durante muchos días seguidos (lo que está ocurriendo justamente en el presente verano) lo que provoca importantes problemas de adaptación a gran parte de la población, poco acostumbrada a un ambiente nocturno tan excesivamente cálido. El problema se agudiza cuando la temperatura mínima no baja de los 25 ºC. En tales casos, la noche pasa a denominarse tórrida o ecuatorial. En la actualidad se están barajando otros nombres para aquellas noches en las que la mínima no desciende de los 30 ºC, como ocurre en algunas ocasiones (de momento contadas) en España.
En la mayoría de los casos esas noches especialmente cálidas vienen de la mano de las olas de calor, que irán a más en los años venideros. Aparte de aumentar de frecuencia, serán más intensas y tendrán una mayor magnitud. Eso no significa necesariamente que un año en particular (2023, por ejemplo) vayamos a tener una o varias olas de calor de magnitud similar o mayor a las que llevamos este verano. La tendencia es clara, pero no es algo lineal.
También será cada vez más probable que tengamos noches tropicales y tórridas fuera de los meses estrictamente veraniegos, asociadas a episodios de altas temperaturas en cualquier estación del año, no solo en verano. Las diferencias entre las noches en los trópicos y las tropicales y tórridas en latitudes medias y altas seguirán existiendo, pero el calentamiento global se irá encargando, previsiblemente, de reducirlas.