Microplásticos: un riesgo emergente en nuestros alimentos
Los microplásticos son partículas microscópicas de restos de este tipo de material de mayor tamaño que terminan contaminando nuestro medio ambiente… y nuestro alimento. ¿Estamos comiendo plástico? ¿Es un peligro para nuestra salud?
De todos los desechos del mar, el 85% son plásticos derivados tanto de envases de alimentos como de neumáticos, ropa o cosméticos. Como no suelen ser biodegradables, pasan a ser piezas muy pequeñas que son ingeridas por animales marinos y de esta manera, los microplásticos llegan a nuestra cadena alimentaria.
Un riesgo emergente
Las Autoridades Europeas de Seguridad Alimentaria (EFSA), lo consideraron un riesgo emergente que se estudió intensamente hasta que emitió un informe en 2014 dejando claro que sí es un riesgo potencial, pero quedó evidenciada la falta de información científica al respecto. Entre sus conclusiones remarcaban que, con los datos actuales, la exposición en los consumidores no es preocupante, ya que tanto los plásticos como sus aditivos ya son objeto de una grandísima regulación y sus niveles máximos ya están legislados en los alimentos.
Eso significa que los alimentos analizados que han salido al mercado ya tienen controlados los límites de este tipo de contaminantes, si los supera, no se pueden vender en el mercado.
Eso no quita para que haga falta tener mejores métodos analíticos para poder evaluar mejor tanto la presencia como la identidad y hasta poder cuantificar la cantidad de microplásticos y, mejor aún, nanoplásticos que podemos encontrar en los alimentos con el fin de poder regular y controlar aún mejores sus efectos y sus limites.
La parte positiva es que se ha puesto el foco en el asunto, se ha valorado como riesgo emergente y, todo lo que se conoce y se estudia, se mejora.
Microplásticos en el mar, ¿y en nuestra comida?
Una de las grandes preocupaciones en cuanto a los envases de plástico, botellas, fiambreras, comida para llevar… es saber si ese plástico pasa a los alimentos y si eso puede afectar a la salud. Ya es hora de resolverlo porque la respuesta es sí y no. Peor aún: depende de lo que hagamos con ellos.
Se llama “migración de plásticos a alimentos” a la transferencia de partículas del material plástico usado para el envasado de los alimentos. Empecemos por dejar claro que, para la fabricación de plásticos, no se puede usar lo que se quiere sino exclusivamente las sustancias que están autorizadas por una normativa (muy densa) sobre estos materiales (Reglamento 10/2011). Pero no sólo eso, sino que hay que analizar si esos plásticos migran a los alimentos.
Se realizan dos tipos similares de pruebas en las que no se usan alimentos sino algo llamado “simulante” que tendrá características al producto al que va destinado a ese envase. Por una parte la migración global, en la que se analiza la cantidad de material que se perdió; y por otro la migración específica, donde se identifica qué compuesto es y en qué cantidad.
Y esto se realiza en absolutamente todos y cada uno de los materiales plásticos utilizados. Son varios tipos de ensayos diferentes si ese envase se va a utilizar para productos con diferentes características. Por ejemplo, si el producto es ácido como un vinagre, o es aceite o se va a calentar. Lo importante aquí es saber que el material que estamos usando no tiene por qué haber ensayado para todos los productos, así que no deberíamos utilizar una botella de agua para poner zumo, aceite o vinagre.
¿Prohibir el plástico sería la solución?
El plástico es un problema real, y la solución está en nuestra mano. Primero reflexionar si lo necesitamos, luego reducir la cantidad. Y, si lo que usamos, no lo reutilizamos primero varias veces y después lo reciclamos, seguiremos contaminando el planeta.
La prohibición sin educación sólo sirve para limpiar conciencias y nosotros tenemos un compromiso con el planeta. Eso sí, siempre con seguridad en nuestros alimentos.