Unos microbios del Ártico profundo podrían ser la solución al preocupante problema a la resistencia a los antibióticos
Los primeros resultados de pruebas realizadas en laboratorio apuntan a que los océanos podrían ser una fuente incalculable de soluciones para combatir una grave amenaza para la salud pública que, solo en España, mata a 23.000 personas al año.
La resistencia a los antibióticos es uno de los desafíos más críticos de la medicina moderna. Desde que, en 1928, el científico escocés Alexander Fleming descubrió la penicilina, la humanidad ha dependido de ellos para combatir infecciones bacterianas.
Sin embargo, la creciente resistencia de las bacterias a estos medicamentos está reduciendo su eficacia, lo que genera una necesidad urgente de encontrar nuevos antibióticos.
Y es que las bacterias multirresistentes ya causan 700.000 muertes cada año en el mundo, unas 23.000 de ellas en España, más de 20 veces más que por accideentes de tráfico. Por ello, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado que la resistencia a los antimicrobianos es una de las diez principales amenazas de salud pública a las que se enfrenta la humanidad.
Además, también suponen un alto precio en recursos económicos. Se estima que, solo en Europa, generan un gasto sanitario adicional de unos 1.500 millones de euros anuales. Pero, ¿existen alternativas ante esta inminente amenaza?
El mar, esperanza frente a las bacterias multirresistentes
Aproximadamente el 70% de los antibióticos descubiertos hasta ahora provienen de actinobacterias, un grupo de bacterias que, en su mayoría, habita en el suelo terrestre. Pero la disminución de su eficacia ha obligado a los investigadores a explorar nuevos horizontes para encontrar soluciones. Y el mar parece el más prometedor.
La clave parece estar en las extremas condiciones de presión, temperatura, salinidad y luz de los océanos, que han dado lugar a formas de vida capaces de desarrollar mecanismos únicos de supervivencia.
En particular, las actinobacterias marinas están siendo estudiadas por su capacidad para producir una gama más diversa de compuestos químicos en comparación con sus homólogas terrestres. Su capacidad de adaptación a un entorno tan hostil podría ser la clave para descubrir nuevos antibióticos que puedan superar la resistencia bacteriana.
La clave: hacer que las bacterias se vuelvan inofensivas
Sobre esto profundiza un reciente estudio publicado en la revista Frontiers in Microbiology. Durante una expedición en 2020, investigadores de la Universidad de Helsinki en Finlandia y de Tromsø, en Noruega, se centraron en el análisis de actinobacterias marinas extraídas de invertebrados en el océano Ártico.
Los resultados arrojaron un rayo de esperanza. Y es que, mediante el análisis de muestras, descubrieron que estos microbios marinos pueden producir compuestos capaces de combatir bacterias patógenas.
Ya lo han logrado con la E. coli enteropatógeno (EPEC), responsable de la diarrea severa, especialmente en niños, y que representa un riesgo significativo para la salud pública.
El mecanismo de actuación de estos compuestos, que provienen de cepas de los géneros Rhodococcus y Kocuriaes, es particularmente interesante. Impiden que las bacterias EPEC se adhirieran a la superficie celular y tomen el control de la maquinaria molecular de las células, lo que resulta crucial para la infección.
De los dos, el más prometedor parece el compuesto producido por Rhodococcus, ya que se ha observado que hace que las bacterias se vuelvan inofensivas, por lo que tienen menos presión selectiva para desarrollar resistencia al compuesto.
A pesar de estos hallazgos, los científicos advierten que aún queda mucho camino por recorrer antes de que estos compuestos puedan ser utilizados clínicamente.
Resultados prometedores in vitro
Hasta ahora, los estudios se han realizado únicamente en condiciones de laboratorio, y es necesario llevar a cabo más investigaciones para evaluar la eficacia y seguridad de estos compuestos en organismos vivos.
Además, un desafío importante es su producción a gran escala con la finalidad de poder llevar a cabo estudios más detallados de sus estructuras y actividades biológicas.
Päivi Tammela, coautora del estudio y profesora de biología farmacéutica, ha subrayado la importancia de continuar esta línea de investigación. A pesar de los desafíos, la científica se muestra optimista sobre el potencial de estos compuestos marinos, y cree que es "absolutamente" posible que haya muchos más similares esperando ser descubiertos en las profundidades del océano.
Referencia de la noticia
Pylkkö T, Schneider YK-H, Rämä T, Andersen JH y Tammela P (2024)
Bioprospecting of inhibitors of EPEC virulence from metabolites of marine actinobacteria from the Arctic Sea. Front. Microbiol. 15:1432475. doi: 10.3389/fmicb.2024.1432475