Los expertos de Copernicus revelan un raro comportamiento del vórtice polar. Tuvo consecuencias en el agujero de ozono
¿Por qué este año el agujero en la capa de ozono se ha retrasado? Los científicos de Copernicus revelan el impacto del calentamiento estratosférico y un vórtice polar inusual.
Cada primavera en el hemisferio sur, la capa de ozono sobre la Antártida pasa por un proceso específico: la formación del famoso agujero de ozono.
Sin embargo, este año ha traído consigo una sorpresa: dos eventos de calentamiento repentinos en la estratosfera, combinados con un vórtice polar inusualmente débil, han alterado las dinámicas que normalmente rigen este fenómeno.
Ante esta situación, surge una pregunta crucial: ¿se trata de una simple anomalía temporal o estamos presenciando un cambio más profundo en las características de nuestra atmósfera?
La capa de ozono, nuestro escudo invisible
Como todos ya sabemos, la capa de ozono es una franja de gas compuesta por moléculas de ozono (O₃) que se encuentra en la estratosfera, a unos 20-50 kilómetros sobre la superficie terrestre.
Este "escudo" natural protege la vida en la Tierra al absorber la mayor parte de la radiación ultravioleta (UV) del Sol, que puede causar graves daños a la salud humana y a los ecosistemas.
Sin embargo, ciertas sustancias químicas creadas por el ser humano, como los clorofluorocarbonos (CFC), han alterado este delicado equilibrio. Estas sustancias, al llegar a la estratosfera, liberan átomos de cloro que destruyen el ozono, especialmente durante la primavera antártica, cuando el "agujero de ozono" alcanza su mayor tamaño.
La dinámica del agujero de ozono
El agujero de ozono no es un "agujero" literal, sino una región donde los niveles de ozono se reducen drásticamente, sobre todo en la Antártida. La formación del agujero sigue una dinámica predecible que depende de varios factores interrelacionados:
Durante el invierno antártico, la oscuridad total provoca temperaturas extremadamente frías en la estratosfera, lo que permite la formación de nubes estratosféricas polares. Sin estas nubes, las sustancias que agotan la capa de ozono (SAO) como los clorofluorocarbonos (CFC) no podrían activarse.
A su vez, el vórtice polar, un remolino de vientos fuertes que rodea la Antártida, atrapa aire frío y las SAO, creando condiciones ideales para la acumulación de compuestos destructivos.
Cuando el Sol regresa en primavera, la radiación ultravioleta activa estas sustancias, liberando cloro y bromo que descomponen el ozono rápidamente, lo que provoca que el agujero se expanda.
Normalmente, el agujero comienza a formarse en agosto, crece durante septiembre y octubre, y se cierra en diciembre, cuando el aumento de las temperaturas debilita el vórtice polar.
¿Qué ha pasado este año?
Este año, la formación del agujero de ozono siguió un patrón inusual, lo que ha sorprendido a los científicos de Copernicus. En julio y agosto, se registraron dos eventos de calentamiento en la estratosfera sobre la Antártida, elevando las temperaturas entre 15 y 17 grados Celsius, un fenómeno raro en esta región.
Este calentamiento alteró la dinámica del vórtice polar, que se volvió inusualmente débil y alargado. Al no poder aislar efectivamente el aire frío, el proceso de agotamiento del ozono se ralentizó.
Como consecuencia, el agujero de ozono, que normalmente comienza a formarse a principios de agosto, no apareció hasta finales de ese mes y permaneció prácticamente inactivo hasta septiembre. Este cambio plantea interrogantes sobre las dinámicas atmosféricas actuales y su posible impacto en el futuro de la capa de ozono.
¿Y esto en qué se traduce?
El retraso en la apertura del agujero de ozono no es necesariamente una señal de su recuperación, sino un indicio de cómo factores meteorológicos pueden influir en su comportamiento. Los expertos subrayan que el agujero de ozono y su evolución dependen de una combinación compleja de fenómenos químicos y meteorológicos.
Aunque este retraso es interesante, aún no se puede afirmar que signifique una tendencia a largo plazo, ya que la variabilidad anual es alta y otros factores, como el cambio climático, también pueden entrar en juego.
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