Las nevadas que surgen del suelo
Las estaciones de esquí disponen de cañones de nieve gracias a los cuáles se pueden mantener abiertas algunas pistas aunque no se produzcan nevadas durante períodos prolongados de tiempo.
La formación de nieve de manera artificial, mediante el empleo de cañones, se ha convertido en una de las actividades rutinarias que llevan a cabo en las estaciones de esquí, lo que compensa en parte la falta del blanco meteoro durante determinados momentos a lo largo de la temporada. Esta técnica permite disponer de nieve en perfectas condiciones en las pistas, lo que garantiza la práctica del esquí y la apertura de las estaciones en momentos críticos, en los que escasean las nevadas.
Escribo estas líneas a los pocos días de regresar de la estación de esquí de Formigal, tras haber participado en las X Jornadas de Meteorología y Prensa, una cita anual en la que nos reunimos hombres y mujeres del tiempo de toda España. En cada edición, los responsables de la estación nos enseñan, de primera mano, alguna de las infraestructuras y tareas que llevan a cabo allí; este año le tocó el turno al sistema de innivación artificial y la capacidad de producir nieve a demanda, siempre que las condiciones locales de temperatura lo permitan. Con frecuencia, la presencia de una inversión térmica en la estación permite la producción de nieve en la parte baja, pero no en la alta, donde la temperatura no llega a descender por debajo de 0 ºC.
La producción de nieve con la ayuda de cañones fue desarrollada en EEUU hace varias décadas y la técnica se ha ido perfeccionando con el paso de los años, siendo cada vez mayor el rendimiento. Aunque su coste es elevado –tanto por la infraestructura que debe instalarse como por el consumo de energía–, los cañones de nieve permiten salvar una temporada de esquí pese a que las nevadas escaseen y no lleguen en el momento que más se necesitan. Esta temporada, por ejemplo, durante el mes de diciembre y parte de enero se pudieron mantener varias pistas abiertas en Formigal a pesar del prolongado período –de algo más de un mes– en que no hubo nevadas. Por suerte, se pudo producir nieve bastantes días en los que, en algunas zonas de pistas, hizo el frío necesario para ello.
Los técnicos de Formigal encargados del sistema de innivación nos recalcaron a los participantes en las Jornadas que la nieve que producen no debe calificarse como artificial, ya que sus características morfológicas no difieren de la nieve que cae del cielo, si bien en función del uso que quiera darse a esa “nieve cultivada” –o bien para asentar el primer manto nivoso de una pista, o para espolvorear nieve nueva sobre una pista ya con nieve– se gradúa la cantidad de agua que llega a los cañones, resultando una nieve más o menos húmeda y compacta.
Los sistemas de producción de nieve (cañones) son de dos tipos: los que solamente trabajan con agua (monofluido) y aquellos en los que se combinan agua y aire comprimido (bifluido). Para poner en marcha los cañones, no solo se tiene en cuenta la temperatura del aire, sino su humedad y presión atmosférica. El viento, también debe soplar a favor, impulsando la nieve del cañón hacia dentro de la pista. Todas estas variables meteorológicas se miden con sensores situados en los propios cañones, distribuidos por toda la estación. En los cañones el agua se fragmenta en minúsculas gotitas y se induce un proceso de nucleación, dando como resultado copos de nieve, que los propios cañones lanzan al aire a varios metros de distancia, depositándose sobre las pistas.