La Tierra deja de vibrar por el coronavirus
Las medidas tomadas por los gobiernos que obligan a quedarnos en casa están cambiando la sismología de las grandes ciudades: hay menos vibración debido a la menor actividad humana.
El confinamiento que estamos practicando en muchos países del mundo está haciendo que nuestro entorno cambie. Una forma clara de verlo es en la fauna. Jabalís, vacas, pavos reales, ciervos y hasta un oso, se han podido observar paseando por las calles de nuestras ciudades. Han dejado de tener miedo porque el ruido se ha reducido, prácticamente no hay tráfico y las personas casi no salimos de casa.
Luego tenemos otras consecuencias que no son tan apreciables. Una de ellas es la contaminación. El aire que estamos respirando es mucho más limpio que el de hace semanas, pero solo las estaciones de control pueden detectarlo. Hay menos tráfico y la industria se ha paralizado casi por completo.
De lo que vamos a hablar hoy es otra de las cosas que no podemos notar. El hecho de que se haya reducido casi toda nuestra actividad quedándonos en casa está cambiando la forma en la que vibra el suelo de donde vivimos. Donde más se hace evidente es en nuestras ciudades. Los sismómetros han visto reducida la vibración que detectaban a diario antes del confinamiento.
Estamos causando menos terremotos
Aunque parezca mentira, la actividad humana produce cada día una vibración o pequeños terremotos que solo los instrumentos pueden detectar. Esto se denomina ruido sísmico. Durante la noche se reduce al mínimo, pero durante el día aumenta a medida que se pone en marcha nuestro movimiento, los coches, los trenes, los aviones, las obras o la industria.
En el siguiente gráfico, publicado por el Servicio de Sismología y Gravimetría del Real Observatorio de Bélgica, se muestran las cinco semanas de ruido sísmico analizadas. En cada una de ellas se observa una gran diferencia entre el día y la noche. De lunes a viernes mucho superior que en fin de semana. La última semana corresponde ya a días de confinamiento, donde se puede ver que el ruido sísmico ha bajado de forma significativa.
Este efecto está dando una gran oportunidad a los sismólogos. Hasta ahora, con la gran actividad de la ciudad, era difícil detectar pequeños terremotos ya que quedaban camuflados dentro de un ruido sísmico imposible de limpiar. Ahora, y gracias a que hemos detenido nuestras actividades, serán capaces de detectar los pequeños temblores, y así, monitorizar de forma más eficiente lo que ocurre bajo nuestros pies.
Saltar todos juntos para cambiar la órbita
Hace ya muchos años, en 2006, se organizó un evento que por entonces llamó mucho mi atención: el World Jump Day. Se hizo un llamamiento para que la población del hemisferio norte saltara de forma simultánea y así desplazara la órbita terrestre hasta un punto en el que no hubiera calentamiento global. Por aquel entonces, no existía Maldito Bulo, y mucha gente se lo creyó. Evidentemente, era imposible lograr ese objetivo.