La sequía oculta de Daimiel
La lluvia no es el único factor que determina el buen estado de salud de las Tablas de Daimiel. La captación de agua del subsuelo para el regadío, de forma incontrolada, agudiza las situaciones críticas de sequía.
El Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, con sus casi 2.000 hectáreas de extensión y ubicado en la provincia de Ciudad Real, es uno de los ecosistemas acuáticos más importantes de la península Ibérica, no existiendo en el mundo muchas llanuras extensas de inundación similares. Las Tablas sirven de refugio a miles de aves migratorias que cada año recalan allí, tras un largo viaje que les trae todos los otoños desde los fríos territorios del norte de Europa.
El pasado 21 de noviembre tuve ocasión de visitar las Tablas acompañado de una nutrida representación de compañeros comunicadores del tiempo, con motivo de las I Jornadas de Meteorología y Promoción Turística del Medio Natural de Castilla-La Mancha, en las que conocimos de primera mano la realidad de este gran humedal, extremadamente sensible no solo al comportamiento de la pluviometría, sino también a la sobreexplotación del gigantesco acuífero 23, que existe en el subsuelo, por debajo del Parque Nacional. El nivel freático de las aguas condiciona en gran medida el aspecto que presentan las Tablas, con más o menos superficie inundada.
En el año 2009, las imágenes de las Tablas de Daimiel totalmente secas, con sus famosas pasarelas discurriendo sobre un erial, y los incendios espontáneos que se produjeron en la turba, dieron la vuelta al mundo y encendieron las luces de alarma. España vivía en aquellos momentos una sequía muy severa, que lógicamente redujo muchísimo la cantidad de lluvia caída en la zona, pero ese hecho no fue el principal responsable de la desecación.
Las captaciones de agua subterránea, para garantizar la producción del regadío en toda la zona perimetral del Parque, sin existir ningún tipo de control, es lo que hizo descender bajo mínimos el nivel del acuífero 23, lo que junto las casi anecdóticas aportaciones del agua de la lluvia, condujo a esa situación tan crítica, lo que llevó incluso a la Comisión Europea a abrir un expediente en el que se amenazada con retirar su figura de protección.
Afortunadamente, aquella pertinaz sequía dio paso a un ciclo muy húmedo, de abundantes precipitaciones, iniciado en el invierno de 2010, que tuvo su continuidad durante la primavera de aquel año y que aportó enormes cantidades de agua al acuífero, recobrando las Tablas un aspecto inmejorable, con todo inundado. Llegó a autorizarse un trasvase de agua desde el río Tajo, que finalmente no hizo falta acometer en su totalidad, al llover de forma abundante y persistente durante aquella primavera.
Si las captaciones de agua estuvieran bien reguladas, sin existir barra libre de agua para todo aquel que quiera tener regadío en la zona, el devenir atmosférico –el que se sucedan ciclos húmedos y secos (lo que forma parte del comportamiento natural del clima)– no debería de llevar a las Tablas de Daimiel a una situación tan crítica como la de 2009. Si no se acomete una regulación adecuada, se corre el riesgo de que cuando volvamos a tener una nueva sequía, las Tablas vuelvan a secarse por completo, y que incluso se llegue a una situación irreversible, perdiéndose para siempre ese valioso paraje natural, dormidero invernal de miles de aves.