"A mí el calor me afecta mucho". Pues cuidado, no es un tema baladí
Estos días todos hemos dicho “es que a mí este calor sofocante durante tanto tiempo me afecta al estado de ánimo”, y no es cosa menor, el tema puede ir mucho más allá. El cambio climático puede afectar a nuestra (ya tocada) salud mental.
Al menos es lo que se extrae del informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitido por la conferencia de “Estocolmo +50”. Allí se concluye que el cambio climático afecta a la salud mental y el bienestar psicosocial, sobre todo debido a la rapidez del mismo.
Quizá es que siempre habíamos hablado de ello como algo que le pasaría a nuestros hijos o nuestros nietos, como algo del fututo, pero no es así. El cambio climático está aquí, estamos viendo sus efectos con rapidez (sequías, inundaciones, altas temperaturas, frío extremo…) y esto nos provoca desde malestar emocional, estrés, hasta ansiedad o incluso depresión, sin hablar de los efectos en la salud física.
¿Qué es la salud mental?
La OMS la define como un “estado de bienestar en el cual cada individuo desarrolla su potencial, puede afrontar las tensiones de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y puede aportar algo a su comunidad".
Quizás te ha pasado lo mismo que a mí al leerlo: un escalofrío ha recorrido tu cuerpo.
Unimos a estos factores el “cansancio emocional” derivado de la pandemia (y la posibilidad de otras), conflictos internacionales, colapso de economías, incertidumbre… la tormenta perfecta para que nuestra salud mental esté al límite con el agravante de que la cantidad de recursos destinados a ella está muy por debajo de los necesarios.
Por eso, la OMS plantea algunos enfoques para el abordaje de los gobiernos sobre este tema:
- Incluir las consideraciones climáticas en los programas de salud mental.
- Integrar el apoyo a la salud mental con la acción climática.
- Compromisos mundiales.
- Enfoque basado en la comunidad tratando de reducir los grupos vulnerables.
- Aumentar la financiación en salud mental y psicosocial.
Los más vulnerables
Estos efectos en la salud mental se distribuyen, como siempre, de manera desigual. Las consecuencias pueden ser mayores dependiendo del país en el que vivas, la situación socioeconómica, incluso la edad o el género. Siendo los más afectados las personas de los países pobres y las áreas rurales de países ricos, ya que ambos tienen menos recursos para hacer frente a los cambios necesarios.
Nuevos términos: ecoansiedad y solastalgia.
Estos días se ha comentado bastante el término ecoansiedad (aún sin validez clínica) donde las personas, jóvenes en su mayoría, dicen experimentar un conjunto de emociones negativas por un sentimiento de impotencia y culpa junto a un temor crónico por el futuro.
A este se le une la definida en 2005 por el filósofo australiano Albrecht como “solastalgia” como la angustia provocada por ser testigo de que el entorno natural que te rodea se degrada.
Las malas sensaciones que tenemos al escuchar noticias negativas sobre el cambio climático son normales. Se mezcla la impotencia, las ineficientes actuaciones gubernamentales, la exigencia de acciones individuales sólo a algunos… El problema es cuando esa ansiedad te paraliza e impide el desarrollo habitual de tu vida.
¿Y qué hacemos?
Si te encuentras en esta situación de bloqueo que impide tu vida, la mejor recomendación es acudir a un especialista. Si notas que alguien cercano puede estar afectado de este tipo de ansiedad, sobre todo, no minimices sus sensaciones ni quites importancia a sus sentimientos. Son los suyos, no los tuyos.
Para el resto, sólo nos queda la esperanza intentando poner en positivo que cada vez hay más gente concienciada en que el cambio climático está aquí y que podemos y debemos poner lo que esté en nuestra mano para ayudar y sensibilizar.
Quizá como hemos salido de otras, saldremos de esta. Si los meteorólogos siguen teniendo hijos, es que aún hay esperanza (un abrazo, Isa).