La desaparición de la huerta en Valencia ha añadido velocidad y caudal a las riadas, alerta el geógrafo Enrique Moltó
Tras la tormenta extraordinaria, la avenida de agua y lodo se topó con los cambios en el uso del suelo y una deficiente planificación. El testimonio del geógrafo Enrique Moltó.
A punto de cumplirse un mes de la catástrofe de Valencia, poco a poco van abriéndose paso los balances del suceso ya más minuciosos. En cuanto sucedió, una parte del ámbito experto puso el foco en la planificación del territorio como agravante de la avenida. Ahora las reflexiones más sesudas apuntan a la construcción en zonas inundables y también al cambio de usos del suelo.
Tal y como hemos ido desvelando, este lunes las oficinas de Meteored acogieron a un grupo de expertos de primer nivel para ir desgranando las mejoras que se deben abordar en la comunicación de riesgos, así como las actuaciones que quedan pendientes en el paisaje y las infraestructuras. El geógrafo Enrique Moltó tuvo una participación destacada en esta última parte de la problemática, al representar no sólo al ámbito académico sino también al tejido agrario valenciano. “Con mi trabajo -en el campo- estoy evitando que te llegue a ti tanta cantidad de agua o de aporte sólido, porque estoy cultivando”, aclaró.
Es un problema que cada vez haya menos tierra y más asfalto
Al mencionar ese debate sobre la restauración de las cuencas, es inevitable poner sobre el tapete el caso del barranco del Poyo y las distintas ramblas que interactúan con este. El entorno de la zona alta y media de estos cauces ha cambiado mucho en los últimos años, especialmente en el caso de la segunda, ya muy tensionada por los polígonos industriales y núcleos urbanos que han ido creciendo en las últimas décadas.
En referencia a las montañas y zonas de campo donde nacen estos barrancos, se puede apreciar a simple vista y sobre todo en los mapas cartográficos cómo se ha ido abandonando el cultivo tradicional o cambiando el secano por el regadío. Durante mucho tiempo los agricultores mantenían los campos aterrazados que disminuyen mucho la escorrentía en caso de lluvias intensas, al ralentizar el curso del agua y mejorar la infiltración. Ahora no hay nada o los cítricos son protagonistas, con caballones que en muchos casos se disponen en hileras a favor del paso del agua, justo al contrario que antes.
Es uno de los procesos básicos del ciclo del agua. Hace referencia al flujo del agua procedente de lluvias o deshielo que circula sobre el suelo una vez que supera la capacidad de evaporización e infiltración de la misma.
En cualquier caso la agricultura está degradándose y perdiendo terreno en la Foia de Bunyol y en el Camp de Turia, especialmente en esta segunda comarca valenciana. El degradé entre la tierra y el cemento se agudiza en Ribarroja o Loriguilla, con múltiples fábricas y sus correspondientes comunicaciones que están haciendo cada vez más impermeable el suelo.
La huerta en Valencia ayuda, no es el enemigo
“Ahora también se está criticando a la huerta de Valencia, alegando que por culpa de querer protegerla algunos planes no se han ejecutado”, citó Moltó, poniendo después en valor su capacidad para reducir la entidad de las inundaciones. “No se puede volver a la huerta de Valencia antigua, lo tengo claro, pero por supuesto esto ayudaba a que el terreno fuera más permeable y a que no hubiera esa gran cantidad de escorrentía que hay ahora”.
En las cercanías a la ciudad de Valencia este cambio aún es más evidente, el asfalto está cubriendo toda la zona y la poca tierra que queda apenas mantiene viva la agricultura, que se va abandonando. Según los expertos, esto debe haber cambiado notablemente los patrones de escorrentía, añadiendo velocidad y caudal a las avenidas, que además transcurren por barrancos que en muchos casos han sido ocupados.
Uno de los casos más llamativos es el del barranco del Pozalet, después Saleta en la localidad de Aldaia. En el último medio siglo el curso natural del agua se ha visto interrumpido por polígonos, con sus múltiples naves industriales y calles, que no solo se inundan reiteradamente sino que, además, favorecen que llegue más agua a la zona baja del barranco donde se ubica el pueblo.
No se puede eliminar el motor económico que supone la zona y volver a la huerta, tal y como argumentó Enrique Moltó, pero sí se deben revisar los cambios en el caudal que esto ha producido y en las zonas inundables, para planificar un futuro más seguro para la población.